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La Foto de la semana 13-10-2013: "El árbol y yo"


El cielo amenazaba con derramar más lluvia sobre la ya caída los días anteriores. Paseaba despacio, con el paso lento del que arrastra una carga pesada. Los expertos dicen que tan sólo utilizamos un diez por ciento de nuestro cerebro y por el contrario, el mío, parecía rebosar información, como un disco duro a punto de explotar.   
Una alarma sonaba en mi interior, demasiadas batallas libradas en el mismo campo, balas perdidas, brazos cortados, piernas amputadas, luces rojas, sirenas… ¡Peligro!. Sin embargo, todos a mi alrededor sonreían con dulzura y me prodigaban esas odiosas miradas benevolentes, dando por hecho que los fuertes siempre ganan. Que yo era fuerte y por tanto nada suponía un problema para mí, para acto seguido pasar a hablarme de sus vidas miserables y cargadas de vicisitudes que por su debilidad como seres humanos no conseguían gestionar. “Si yo fuera tan fuerte como tu…” terminaban diciendo. Si supieran cuánto había llegado a aborrecer esa frase. Un tremendo improperio estaba a punto de salir por mi boca cuando reparé en un árbol  justo delante de mí. En realidad eran dos árboles. El real y su reflejo en una balsa de agua.

Tan cotidiana visión me hizo reflexionar. El primero, alto, erguido, robusto, preparado para soportar cualquier inclemencia, retando impasible a cielo y mar. El segundo, tan frágil como cualquier proyección de uno mismo, dispuesto a romperse por unas gotas de lluvia o un paso despistado en mitad del charco. No sé cuánto tiempo permanecí absorto en mis propios pensamientos. Mirando el árbol, el charco y el mar. Luego el charco, el mar y el árbol. En realidad, me estaba viendo a mí mismo… Y mi reflejo.

El cielo se abrió por la mitad bajo el filo de un rayo y en pocos segundos comenzó a descargar millones de furiosas gotas de agua. El charco se convirtió en un amasijo de diminutas explosiones acuosas y entonces comprendí que estábamos solos. El árbol y yo. 




Fotografía: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza

Puedes descargarte esta fotografía libremente. La única restricción es su venta y/o el uso lucrativo de la misma. No olvides que toda obra pertenece a su autor, haz un buen uso de ella.

La Foto de la semana 29-09-2103: "Emos, Mods, Fresas y otras tribus urbanas"


Nunca pensé que nuestra sociedad pudiera estar fragmentada hasta el extremo de presentar no sólo grupos sociales, lo que toda la vida hemos llamado ricos y pobres, si no toda una forma de vida tras cada una de las etiquetas que clasifican a estos individuos que se definen miembros de una u otra tribu por tan diversos motivos como la indumentaria, el estilo de música o el estatus económico de sus familias. 

Por ejemplo, los Pokemones son jóvenes con complejo de Peter Pan, obsesionados por el mundo y la estética de la animación Manga. Los Emos, no sólo se sienten atraídos por la música del mismo nombre, si no que desarrollan una estética entorno a la melancolía y la infelicidad. Se trata de parecer amargado y depresivo resaltando problemas emocionales, existentes o no. Los Mods, herederos del movimiento modernista británico de finales de los cincuenta, se caracterizan por su interés en la música la moda y los Scooters. 
Luego vendrían los Fresas, también llamados Pijos, básicamente corresponde al histórico modelo de "hijo de papá" que sin haber hecho absolutamente nada en la vida, disfrutan, gracias al poder adquisitivo de sus padres de la mejor educación, ropa de marca, coches deportivos... Y se enfrentan a problemas tan graves como no tener un Armani para el cumple de Chuchi (los nombres ridículos parecen formar parte del estereotipo) o que Pipi no les ha invitado a la cena en su villa de Formentera. Utilizan coletillas como "o sea" y rozan la vagancia, el ridículo y la aberración. Podemos complicar aún más las estructuras de las tribus si analizamos casos como el de la japonesa Otakus que a su vez dispone de infinidad de sub tribus en función de su vestimenta o su música preferida o incluso del tipo de animación favorita.

El tema daría para escribir muchas páginas y realizar otras tantas reflexiones pero os animo a que echéis un vistazo a este link http://www.detribusurbanas.com.


Fotografía: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza

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La Foto de la semana 15-09-2013: "Proa a la mar"


Cuando la mar se enfada, no hay barco grande, ni marino experto. Cuando las aguas rugen y las olas se levantan como muros infranqueables, tan sólo puedes poner proa a la mar y esperar. Habían pasado muchos años desde que su padre pronunciara esas palabras y sin embargo en el recuerdo de Juan, permanecían tan frescas como el olor a salitre. Al evocar aquellos días en su cerebro, abandonaba el cuerpo alto y fornido de adulto y volvía a convertirse en aquel frágil muchacho mal alimentado que seguía a su padre como a un Dios. No hubiera habido instrucción, o sugerencia de aquel hombre que él no secundara aunque ello le hubiera costado la vida. Sin embargo, fue la vida el precio que tuvo que pagar por poner a salvo su barca y sus hombres, casi arribando a puerto, una ola traicionera barrió la cubierta con tanta fuerza que ni siquiera los musculosos brazos de aquel experto marino resistieron. Del mismo modo que desaparece la espuma tras chocar con una roca, se desvaneció. Infructuosos fueron los esfuerzos de sus marineros. Inútiles las lágrimas de su viuda y su hijo. Cuando la mar hace prisioneros nunca los devuelve. Juan creció cerca del mar. Se convirtió en un hombre robusto, el vivo retrato de su padre, solían decirle. Juan no fue marino, pero de su progenitor aprendió que la mar está en todas partes y no se le puede dar la espalda. De él aprendió que la mar no es sólo ese infinito de agua salada que embruja a los seres humanos, es la vida en sí misma y por eso Juan vive, aún hoy, poniendo siempre proa a la mar.

Fotografía: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto de la semana 14-07-2013: "Camino al otro lado"

Su misión había concluido. Había interceptado al mensajero y recuperado los documentos. Estaba más cerca que nunca de regresar a su mundo, a su hogar. Con nerviosismo miró de nuevo el reloj de su muñeca, recorrió el lugar con al mirada... No cabía duda, era el lugar indicado y la hora correcta. Pero entonces, ¿por qué no se abría la puerta? ¿Habría fallado algo al otro lado?. No había contemplado la posibilidad de quedarse atrapado en este universo y sin embargo e aquel instante comprendió que tan sólo con que el doctor Germen sufriera un accidente,  una enfermedad imprevista, amnesia... Él no volvería jamás al lugar que le vio nacer. Donde su familia y sus amigos le esperaban convencidos de que se encontraba en uno de tantos viajes de negocios relacionados con la gran empresa Suiza en la que trabajaba. Era más seguro para ellos no saber que su adorado Frank era en realidad un agente especial  del servicio de inteligencia. Especializado en viajes interdimensionales. Se desplazaba no sólo en el tiempo si no a dimensiones diferentes, mundos paralelos donde acechaban peligros indescriptibles. Esta vez le habían asignado recuperar unos documentos que un doble agente había filtrado a un grupo de científicos de la otra dimensión hacía unas semanas. En ellos, se desglosaban las fórmulas que permitían redistribuir la materia de forma que pudiera viajar libremente en el espacio y el tiempo. Dicho de otro modo, el secreto de los viajes temporales. Frank había completado su parte recuperando la fórmula, había acudido al lugar del intercambio y sin embargo algo no iba bien. Frente a él se había dibujado con claridad el camino a seguir, pero esta vez no había puerta. Al final del sendero debería de haberse creado un portal que le permitiera regresar. Recorrió angustiado la calle, primero hacia arriba y luego en sentido contrario. Observó un acceso al edificio que quedaba a su derecha, estaba semi tapiado. Tocó los ladrillos, intentando accionar algún mecanismo que desplegara la entrada pero nada sucedió. Escuchó pasos, cada vez más cercanos, sonaban a botas de soldados, venían a por él. Desesperado recorrió el camino blanco de nuevo con la esperanza de que alguno de sus actos activara la entrada. 
-¡Alto! ¡Ni un paso más o abriremos fuego!
Una veintena de hombres armados y uniformados le tenían rodeados. Sabía que no le matarían, necesitaban investigarle. Le harían prisionero y le someterían a todo tipo de experimentos hasta dar con la clave. Levantó las manos mostrando que no llevaba ningún arma. Había decidido tranquilizar a los soldados y cuando estuvieran convencidos de que iba a entregarse echar a correr hacia ellos para forzarles a disparar y evitar el desastre. Contó mentalmente hasta tres y comenzó a caminar.
-¡Alto! ¡No dudaremos en disparar!
Escuchó el inconfundible sonido de los gatillos al ser accionados y en ese preciso instante el portal se abrió ante sí y al tiempo que escuchaba el sonido de los disparos cruzó al otro lado. Una bala le alcanzó en la pierna y así dolorido y sangrando abrió los ojos y vio el rostro agitado del doctor Germen. A lo lejos le escuchó decir 

- Esta vez ha faltado poco, pero za estás a salvo

Y después la oscuridad le arrastró hacia el mundo de la inconsciencia. 



Fotografía: Edurne Iza
Relato: Onintza Otamendi Iza
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La Foto de la Semana 07-07-2013: " 1897 Año de luz, ciencia y literatura"

El período que va desde 1897 a 1913, con la difusión de la corriente alterna, fue decisivo para el despegue de la industria eléctrica. Durante esos años la  demanda se incrementó de manera exponencial, provocando que fuera imprescindible reorganizar la generación para satisfacer necesidades a gran escala. Así en 1897 se inauguraba el flamante edificio en Barcelona de la Central Catalana de Electricidad, que fue constituida con el capital aportado a partes iguales por las compañías gasistas barcelonesas: la Catalana de Gas y la Compañía Lebon. El desarrollo y diseño técnico de la central termoeléctrica de la Catalana fue desarrollado en Nuremberg por la firma Schuckert.

1897 fue un año fértil para la literatura. Bajo el efecto de la nueva iluminación nacieron obras maestras que han llegado hasta nuestros días con la misma frescura con que nacieron y que sin duda  han recibido ya el galardón de la intemporalidad. Siguen sirviendo de inspiración a creadores cinematográficos que no se cansan de versionar a "Drácula", "El hombre invisible" o "Cyrano de Bergerac".


Fue también 1897 el año en que Félix Hoffman consiguió sintetizar el ácido acetilsalicílico, dando a luz a la Aspirina y en el que Guillermo Marconi  inventó la telegrafía sin hilos. Sería el 20 de Julio de ese mismo año cuando naciera Amelia Earhart, que se convertiría años después en la primera mujer aviadora en cruzar el Atlántico.


Podemos pues afirmar, sin temor a equivocarnos, que 1897 fue un año de luz, ciencia y literatura.




Fotografía: Edurne Iza
Relato: Onintza Otamendi Iza
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La Foto de la semana 30-06-2013: "Shopping"


Hoy  hemos ido de compras. Hemos recorrido la mayor parte de las tiendas del centro. Hemos subido y bajado escaleras. Se ha probado cientos de pantalones, de chaquetas, bañadores, zapatos... En cada uno de los establecimientos me hacía un gesto con el dedo para que permaneciera en la puerta sin acceder al interior. Pensaba que me resistiría... Qué iluso, si estaba deseando poder tumbar mis huesos doloridos y descansar. No me hubiera movido de allí por nada del mundo.
No termino de comprender el concepto humano de shopping. Parece ser que les relaja, que experimentan una extraña sensación de felicidad y sin embargo, yo lo encuentro aburrido y extenuante. Además durante ese periplo por los centros comerciales, pierden todos esos papelitos de colores que tantos esfuerzos les cuesta conseguir... Dinero creo que le llaman. Quizá no atino a descifrar el jeroglífico del shopping porque yo no utilizo zapatos, ni trajes o corbatas... O porque mi mayor felicidad consiste en disfrutar de un buen hueso y un rato de juegos con mi familia de dos patas. Para mi, lujo es sentirme querido. La comida es una necesidad y lealtad, la mejor definición de amistad.






Fotografía: Edurne Iza
Relato: Onintza Otamendi Iza
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La Foto de la semana 23-06-2013: "Fruta contra el calor"

En época estival, el cuerpo agradece comidas ligeras y refrescantes. Es ideal ingerir frutas y verduras de temporada que tienen un elevado contenido en agua, vitaminas y otros nutrientes básicos para nuestra salud. Es un modo de saciar el apetito y aportar la cantidad de fibra necesaria para que nuestra función digestiva se complete de forma adecuada, al tiempo que conseguimos mantener nuestra piel hidratada. En verano el organismo no necesita un aporte calórico elevado, ya que no debe luchar contra el frío ambiental y mantener el calor corporal, por ello, una dieta hipocalórica basada en abundantes frutas y verduras resulta ideal para sobrellevar los meses más calurosos del año.
Detallamos a continuación algunos de los aportes básicos que conseguiremos mediante la ingesta de este tipo de alimentos: ácidos grasos, vitaminas A, E y C, vitaminas del grupo B, selenio, cinc...
Existen en la red numerosos sitios que ofrecen recetas fáciles y saludables, os proponemos algunas que nos han parecido muy interesantes, saludables, y no por ello menos suculentas. 

http://www.recetasconfrutas.com/
http://www.mis-recetas.org/peticiones/pregunta/233-recetas-de-frutas
http://www.mis-recetas.org/peticiones/pregunta/233-recetas-de-frutas
http://www.pequerecetas.com/recetas-frutas/


Fotografía: Edurne Iza
Relato: Onintza Otamendi Iza
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La Foto de la Semana 16-06-2013: "Tras la pista de un crimen"


No entendía nada. Estaba frente a la entrada principal de lo que no me cabía la menor duda, era una exposición de escultura. Miraba y remiraba el pedazo de papel en el que Gutiérrez había manuscrito la dirección. Luego dirigía la vista hacia el anuncio de la exposición e intentaba vincular de algún modo la relación que la famosa autora nacida en Barcelona pudiera tener con los hechos que estábamos investigando. Tras unos minutos de confusión, en los que los visitantes que accedían a la muestra me miraban de reojo intentando comprender que hacía allí en medio ensimismada ante una nota, comprendí que la pista que el comunicante anónimo había ofrecido con tanta generosidad a mi compañero, era el edificio en sí. Los arcos, las plantas, los juegos de luces y sombras... Presentía que estábamos cerca. Avancé con sigilo y accedí al interior por la puerta principal. Al fondo se escuchaba el eco de los pasos y las voces de los visitantes de la galería. Hasta mis oídos llegaban las expresiones de halago y admiración por la obra de la artista, mientras yo me esforzaba por aislar esos sonidos y escuchar, como decía uno de mis maestros, el alma del edificio. Sin saber exactamente el motivo, tenía la certeza de que aquellas paredes de piedra y los escalones de madera que había comenzado a descender, escondían las piezas que le faltaban a nuestro puzle para ser completado. La luz era mucho más tenue en el sótano, así que me detuve para que mis ojos se acostumbraran a la nueva situación. Tenía el corazón desbocado y todos los músculos en tensión. Deslicé la mano por la parte trasera de mi pantalón y liberé la Heckler & Koch que llevaba camuflada en la cintura.  La sujeté con ambas manos, extendí los brazos con el dedo en el gatillo y avancé con pasos cortos e intentando asegurarme de que no dejaba ningún rincón sin inspeccionar. Los techos abovedados y la decoración recargada con tapices, armaduras y lámparas de mil lágrimas de cristal que proyectaban sus reflejos contra paredes y techos no me ayudaban demasiado, pero intenté conservar la calma. Una sombra se deslizó con rapidez al fondo de la sala. Los cristalitos de la lámpara chocaron unos contra otros emitiendo un sonido escalofriante que anunciaba que había llegado el momento de la acción. La sombra se detuvo, pero podía escuchar ahora su respiración agitada por el miedo.

-¡Salga con las manos en alto! -como única respuesta, un largo y angustioso silencio- Sabemos que ha sido usted quien ha envenenado a los niños. Acérquese con las manos donde pueda verlas y explíqueme por qué. Si ha sido un accidente estoy segura de que encontraremos una solución. Vamos, no empeore las cosas. Sólo quiero ayudarle.

El discurso estereotipado de telefilm policíaco había vuelto a fallar, no me sorprendía. La respiración sonaba cada vez más fuerte y de pronto la armadura que tenía a mi derecha se deshizo en medio de un estruendo que retumbó en todo el edificio, vi como la puerta trasera se abría dejando entrar un cuchillo de luz y alguien salía atropelladamente por ella. Me lancé a su persecución y en pocos segundos me encontraba lo suficientemente cerca como para abalanzarme sobre el sospechoso. Lo inmovilicé en el suelo y cuando giré su cuerpo para verle la cara, sólo atiné a balbucear:

- ¿Señora Rocamuro?
- ¡Esos pequeños bastardos merecían morir! -espetó antes de caer en un estado de semiinconsciencia fruto, a todas luces, de la tensión del momento-.

Efectivamente, llevábamos meses tras la pista de alguien que había envenenado a una clase completa de un colegio de primaria. Veinticinco niños de entre siete y ocho años habían resultado intoxicados sin que los investigadores pudieran determinar el origen de la letal sustancia. Veinticuatro de ellos perecieron durante los tres primeros días y sólo uno consiguió recuperarse tras permanecer casi quince días en el hospital. Cuando estaba a punto de arrojar la toalla, mi compañero Gutiérrez recibió una llamada anónima indicando la dirección donde supuestamente encontraríamos al asesino. Allí atrapé, como ya sabéis, a la señora Rocamuro. La profesora de artes plásticas del colegio. La habíamos interrogado en numerosas ocasiones y nunca hubo ni la más mínima señal que nos hiciera pensar en ella como sospechosa. En su confesión, relató como los niños unos días antes de los hechos, habían desobedecido sus instrucciones y se habían burlado de la leve cojera de su pierna izquierda. Más tarde descubrimos sus antecedentes psiquiátricos y una interminable lista de incidentes similares bajo otras tantas identidades, de los que había conseguido milagrosamente salir indemne.

Aquella noche, frente a un delicioso plato de spaghetti y un buen vaso de vino tinto, me sentí aliviada porque el caso de los niños envenenados estaba resuelto y sin embargo aún quedaba algo por comprender... ¿Quién había realizado la llamada anónima?.


Fotografía: Edurne Iza
Relato: Onintza Otamendi Iza
Puedes descargarte esta fotografía libremente. La única restricción es su venta y/o el uso lucrativo de la misma. No olvides que toda obra pertenece a su autor, haz un buen uso de ella. Este texto es ficción y cualquier mención o relación con lugares y personajes reales, no es más que un instrumento de ambientación de la trama.

La Foto de la semana 09-06-2013: "Paracaidismo"

Desde que el ser humano existe ha ambicionado imitar las habilidades de otros animales. Siempre asociamos el vuelo a la libertad. Al movimiento sin límites, a desafiar un medio, el aire, que no es el que controlamos por naturaleza. Diversos estudios coinciden en que el paracaidismo y la caída libre fueron, sin duda, los primeros intentos de vuelo de nuestra especie. 
Es difícil encontrar los orígenes del paracaidismo pero todo apunta a que fueron los chinos los primeros en inventar una especie de paraguas con el que lanzarse desde unas torres especialmente diseñadas para su uso. Más adelante, en el siglo XV, Leonardo da Vinci, realizó numerosos estudios sobre el vuelo de las aves y diseñó un paracaídas de forma piramidal con la intención de salvar la vida de personas que se encontraran en un piso elevado durante un incendio. Este artilugio le valió el nombre de padre del paracaídas. Hacia el 1616, Fausto de Veranzio, perfeccionó el diseño dándole forma rectangular, con cuatro líneas que sujetaban al pasajero mediante un arnés, este diseño era muy similar al que se utiliza hoy en día en el paracaidismo deportivo. Le siguieron Sebastian le Normand, Jean Pierre Blanchard y otros muchos estudiosos del tema. El primer salto de exhibición registrado tuvo lugar en París el 27 de Octubre de 1797. El saltador fue André Jacques  Garnerin. Al año siguiente, su esposa Geneviève Labrosse, se convirtió en la primera mujer que saltó en paracaídas. Desde entonces muchos han sido los aficionados en todo el mundo a practicar este deporte, que tuvo su primer reconocimiento como tal durante el campeonato que se celebró en 1951 en la antigua Yugoslavia y que dio arranque a la era dorada de esta disciplina durante los años 50 y 60 del pasado siglo.
Este deporte se ha ido perfeccionando hasta nuestros días. Mejorando los equipos, las condiciones de seguridad y desafiando insistentemente a la fuerza de la gravedad incrementando la altura de los saltos.




Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto de la semana 02-06-2013: "S2S"


Edurne Iza, S2S
 
Tan sólo un 20% del total de la flota marítima está formada por embarcaciones con una eslora superior a 10 metros. Esto significa que el 80% restante son embarcaciones pequeñas que no están obligadas por ley a utilizar el chaleco salvavidas de trabajo. A menudo este tipo de embarcaciones cuentan con una tripulación de uno a tres marineros y en el desafortunado caso de que uno de ellos caiga por la borda sin chaleco se dificultará la visibilidad del mismo en el agua, retrasándose el rescate lo que en demasiadas ocasiones termina en tragedia. Sin embargo, las nuevas tecnologías nos han traído Safe to See (S2S), una solución de seguridad inteligente que actúa de manera automática ante situaciones de “hombre al agua”: última tecnología en telecomunicaciones integrada en formatos simples y ergonómicos que no entorpecen el trabajo diario. Sus principales beneficios son: la detección automática de la caída del tripulante, sin necesidad de que éste active ningún sistema; cada sistema personal contiene un sistema de flotación que contribuye a que el accidentado permanezca en la superficie hasta el momento del rescate; en el momento de la caída, el equipo a bordo del sistema Safe to Sea notifica automáticamente la posición en tiempo real del marinero, tanto al barco al que pertenece, como a otros barcos cercanos y a los servicios de rescate; es un equipo ligero y ergonómico que no molesta en su uso diario. Existen diferentes modalidades de este equipo, en formato cinturón, embebido en la ropa impermeable de trabajo o incluso en los propios chalecos de seguridad. Adicionalmente cada embarcación debe adquirir el equipo central de abordo que es el que recibe la señal del accidentado y la transmite a los centros de rescate.

Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto de la semana 26-05-2013: "Aerofobia"

Edurne Iza, Aerofobia
Tengo un amigo que me contó que un amigo suyo tiene miedo a volar. Aerofobia, como le llaman los expertos. El caso es que hace unos meses, tuve la oportunidad de conocer al amigo de mi amigo y resultó que era justo lo contrario de lo que yo había imaginado. Pensaba que, frente a mí en aquella cafetería, aparecería un ser de aspecto frágil y con comportamiento de sabiondo de serie televisiva, al más puro estilo Sheldon Cooper. Sin embargo, imperdonable para alguien como yo, había sido víctima de todos los estereotipos existentes al respecto y me quedé gratamente sorprendida al estrechar la mano de Ismael, un joven atractivo y seguro de si mismo que no dudó en extenderme su tarjeta de visita, donde la combinación de las palabras senior, executive y manager no dejaban lugar a la especulación, y estrujar los huesecillos de mi mano con solemnidad y mirada penetrante. Dada mi profesión, mi amigo y amigo de Ismael, me había solicitado como un favor personal, que echara una mano al pobre e inseguro ejecutivo en su trance con los aviones.
Ahora que lo pienso, debéis disculparme ¿Dónde están mis modales?. El motivo por el que mi amigo me pidió ayuda, es porque soy psicóloga y pensó que sería capaz de charlar con Ismael, escudriñar en su pasado a base de preguntas "indiscretas" y descubrir el origen de su fobia a los aviones, lo que nos dejaría a mitad de camino de resolver el problema.
Lo que mi amigo no calculó es que en muchas ocasiones, los seres humanos nos sentimos inseguros e intentamos ocultarnos tras esa mirada fría de superioridad y gesto de perdonavidas con la que los padres regañan a los niños o los niños tratan a sus juguetes. No es algo que reconozcamos de forma natural, yo de hecho, al confesarlo, me convierto en una excepción. Solemos dejarnos influenciar por los libros de texto, las estadísticas y las teorías de comportamiento humano y tendemos tan pronto obtenemos una brizna de información sobre alguien, a catalogarlo, etiquetarlo, diagnosticarlo y hasta decidir el mejor modo de tratarlo, sin tan siquiera haberle dado los buenos días. Por lo que mi amigo me había explicado, yo había imaginado a Ismael como alguien que había pasado gran parte de su vida entre libros y teorías científicas, lo que le habría convertido en un ser con serios problemas para las relaciones humanas y con una clara tendencia a desarrollar todo tipo de fobias y manías. Así que cuando aquel extraordinario ejemplar del género masculino con su tarjeta de "Senior Executive" sus modales refinados y su mirada carente de miedos se sentó ante mí sólo encontré el recurso de la risa tonta y la pregunta incómoda y obvia.

¿Nuestro amigo en común me ha dicho que tienes miedo a volar? ¿Has tenido alguna mala experiencia en alguna travesía aerea?-Ismael respondió con una sonora carcajada y al ver mi gesto desencajado se aclaró la voz y repuso-
- La verdad es que perdí el miedo a volar hace mucho tiempo, a base de razonar, de analizar estadísticas de accidentes aereos y si te soy absolutamente sincero... A base de volar, que pienso que es la mejor terapia, enfrentar tus miedos hasta que desaparecen.

Ismael acababa de arrastrar por el suelo mi segundo, tercer y cuarto paso. Intentaba buscar algo adecuado que decir, cuando él continuó,

- Simplemente, nuestro amigo común me había hablado muchas veces de ti y tras darle un par de vueltas, se me ocurrió que un buen modo de obtener una cita contigo, sin necesidad de ponernos bajo la presión de llamarle cita, era despertar tu curiosidad y permitirte crear un estereotipo en tu cabeza para luego despedazarlo en unos minutos ¿Porque eso es lo que te ha sucedido verdad?.
- ¿Serviría de algo decir no?

Fue una tarde maravillosa, vestida con conversaciones inteligentes y desnuda de estereotipos. Esa tarde decidí que nunca jamás obtendría información previa de mis pacientes, al menos hasta pasada la primera visita.




Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto de la semana 19-05-2013: "¿2D?"

Edurne Iza, ¿2D?

Paseando por la ciudad de Barcelona, llegué a La Fuente de Montjuic. Era de noche y estaba iluminada. Los chorros de agua cambiaban de dirección dibujando formas imposibles al compás de la música de fondo. Me alejé unos cuantos metros para tomar una fotografía de tan maravillosa escena, con la esperanza de que mi cámara pudiera no sólo captar la imagen, si no también las sensaciones que yo experimentaba en aquel momento. La perfecta armonía entre sonido y movimiento, la frescura de millones de minúsculas gotas de agua salpicando mi rostro, las expresiones de la gente que asombrada disfrutaba como yo de aquel instante. Cuando levanté el dedo del disparador, la magia se había producido. De algún modo, la simetría de la imagen y las espirales de luz en que se había convertido la fuente fueron capaces de captar la emoción de aquel momento. Quizá fuera casualidad, pero hasta el bebé del centro de la foto, que acompañaba a su padre en un cochecito, dejó de llorar cuando el espectáculo comenzó. En ocasiones una imagen nos muestra mucho más que dos simples dimensiones.



Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto de la semana 12-05-2013: "Neptuno Aguado"

Edurne Iza, Neptuno Aguado
 
Dicen que pescar relaja. Observar la caña a la espera de que algún desdichado pique el anzuelo. Mirar al horizonte. El vaivén de las olas. El ruido del mar...
Aquella mañana necesitaba relajarme. Era un domingo del mes de Mayo, nublado y templado. Un día corriente de no ser porque se aproximaba otro fin de mes sin dinero para pagar las facturas. Pronto los acreedores no se conformarían con enviarme cartas amenazadoras y llamar insistentemente por teléfono. En pocos días me cortarían la luz, el agua... Así que decidí coger la gloriosa caña de pescar que mi padre me había dejado en herencia y acercarme a la playa porque como os he comentado, necesitaba relajarme... Y para ser sincero... Algo de comida también. Así que cuando picó el primero lo lancé al cesto de mimbre que tenía preparado para mis capturas y mientras se retorcía agonizante lo miré con lástima y le dije -lo siento amigo, pero llevo tres días sin probar bocado-.
Animado, decidí probar suerte una segunda vez, prometiéndome a mí mismo que si un segundo picaba me iría a casa a prepar una comilona como hacía semanas mi paladar no había probado.
Pasó un buen rato hasta que noté que el sedal se tensaba. Algo grande parecía haber picado esta vez. Emocionado comencé a recoger el hilo y pronto me vi a mi mismo volcando medio cuerpo sobre la caña para acercar hacia mí lo que parecía una gran captura. Por un momento pensé que iba a arrastrarme mar adentro así que hice un último esfuerzo y vi salir de ente las aguas el cuerpo de una mujer. Sobrevoló mi cabeza y cayó en la arena justo a mi lado. Atónito la observé con curiosidad al comprobar que de la cintura para abajo tenía cuerpo de pez y sólo de la mitad hacia arriba era una mujer.
 
-¡Una sirena! exclamé
 
Tan sólo recibí un gemido como respuesta. Entonces comencé a comportarme como cuando los extranjeros me preguntaban algo en medio de la calle y pensaba que por gritar y hablar despacio terminarían comprendiendo mi idioma.
 
-¡Ho-la! ¿En-ti-en-des lo que te di-go?
-Por supuesto que te entiendo. Que viva en el mar no me convierte en una criatura estúpida. Y para tu información me duele mucho. -Dijo señalando una herida enorme que atravesaba su brazo de lado a lado y en la que yo, con la emoción del momento, ni siquiera había reparado-. ¡Aun llevo el anzuelo clavado¡ -protestó-.
-¡Dios mío! ¡Lo lamento muchísimo! Deja que te ayude. ¡Caramba hoy parece ser mi día de suerte! ¡He "pescado" una sirena!
-Pues como ves no es mi día de suerte. He sido atrapada por un imbécil que me ha destrozado el brazo. 
 
Enmudecí avergonzado y al acercarme comprendí que el anzuelo había desgarrado buena parte de su brazo  izquierdo y había quedado enganchado entre la carne. Con toda la delicadeza que pude, liberé a la pobre sirena que emitía unos alaridos que me partían al alma. Cuando se hubo calmado un poco, intenté rebajar la tensión presentándome.
 
-Bueno, parece que esto ya está. Me llamo Tuno, encantado de conocerte, dije estirando mi mano en señal de saludo.
-¿Tuno? ¿Qué clase de nombre es ese? Permite que no esté encantada de conocerte, dadas las circunstancias. Dijo ella con desdén, dejando mi mano colgada en el aire.
-Bueno, Tuno es el diminutivo de Neptuno. Mi nombre es Neptuno Aguado y mi padre adoraba el mar. De hecho esta caña con la que te he... bueno,  digamos recogido, fue la herencia que me dejó al morir.
-Estupendo, Neptuno, Dios del mar, captura a una sirena -gimoteó la joven-
-Deja que te cure ese brazo, estás sangrando mucho.
 
Lavé la herida lo mejor que pude y utilicé una camiseta blanca que había colocado en la mochila, para improvisar un vendaje. La sirena me dejó hacer y me observaba con curiosidad. Cuando terminé me dio las gracias con media sonrisa de derrota y furia en sus ojos. Las aguas que barrían la orilla mojaban su cola mientras ella la balanceaba lentamente en un gesto semi automático, pero no tenían la suficiente fuerza para arrastrarla hacia dentro. Me senté a su lado y sin saber por qué comencé a contarle lo penoso de mi situación. Cómo había perdido mi trabajo unos meses atrás. Mi periplo infructuoso en busca de un nuevo empleo. Lo rápido que el dinero había desaparecido de mi cuenta, que llevaba varios días casi sin comer... Al acabar mi historia, la ira había abandonado su mirada y noté unos dedos frágiles y delicados recogiendo una de las lágrimas revoltosas que había decidido deslizarse por mi mejilla.
 
Entonces, me tomó el rostro entre las manos, posó sus labios sobre los míos y cuando terminó de regalarme el beso más dulce que jamás había recibido me susurró al oído "Neptuno, tienes la solución ante tus ojos. Tu nuevo hogar te está esperando". Sin saber cómo vi como mi cuerpo se transformaba y acompañaba a la sirena nadando y respirando con normalidad bajo las aguas de aquella playa que me había visto  crecer.
 
Dos días después, acariciado por el confort de mi nueva vida, contemplé como en la superficie, unas barcas de salvamento recogían el cuerpo ahogado de un joven e imprudente pescador arrastrado por una ola mientras esperaba que algún despistado pececillo picara el anzuelo. Me acerqué atraído por una curiosidad morbosa y atiné a escuchar como uno de los buzos había sacado un papel del bolsillo de la víctima y decía en voz alta
 
-Neptuno Aguado... Si no fuera porque el infeliz ha muerto ahogado, diría que tiene gracia.
 
Me sumergí en las profundidades, hacia mi nuevo hogar confundido pero disfrutando de una sensación de libertad como nunca antes había sentido. Neptuno Aguado era feliz.
 
 
 
Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto de la semana 05-05-2013: "Mamá pata"

Salí a dar un paseo por el mar, pensando en encontrar algún suculento manjar que llevarme al pico. A pesar de ser principios de Mayo, el agua estaba fría y algo movidita y sin embargo eso no me detuvo en mi afán por buscar alimento. Dejando mi cuerpo al baibén de las olas, mi memoria se transportó a los tiempos en que siendo yo un polluelo, mi madre recorría aquella misma zona durante horas y siempre regresaba con un desayuno digno de cisnes. Mis hermanos y yo piábamos como locos al verla llegar y ella repartía el tesoro alimenticio sin guardar apenas nada para ella. Ahora que soy un pato adulto y apenas encuentro sustento para mí mismo, comprendo los esfuerzos que ella tenía que realizar para saciar el voraz apetito de sus cuatro pollos. Hace mucho tiempo que abandoné el nido pero no puedo dejar de pensar, que mi mami fue la mejor del mundo. Lo he hablado con algunos amigos, no sólo patos, también cormoranes, cisnes e incluso algunos habitantes de tierra adentro... todos coinciden en pensar que nada hay en esta vida, comparable al amor de una madre. 

En fin, os dejo ahora, voy a descansar y luego continuaré mi búsqueda. ¡Hasta otra, cuak!
 
 
 

Video: Edurne Iza 
Texto: Onintza Otamendi Iza
Música: Hawaiian Holiday de Jack Waldenmaier (Licencia de uso personal, no comercial)

La Foto de la semana 29-04-2013: "Tótem"

Edurne Iza, Totem
En algunas civilizaciones se representa mediante una figura de madera a una familia o clan, atribuyendo a esa imagen el origen de la estirpe. Parece ser que este tipo de creencia tiene su origen en la cultura Ojibwa de América del Norte aunque posteriormente se fuese extendiendo al resto de América y a otros continentes. 
De hecho la propia palabra "tótem" procede de la lengua Ojibwa y se utilizaba para denominar a los monumentos que imitaban normalmente animales que para aquellos hombres y mujeres disponían de una fuerza o inteligencia superiores como osos, bisontes, águilas o tejones. La mayoría de las imágenes eran de gran tamaño y se elaboraban en piedra toscamente tallada y hoy en día podemos encontrar pequeñas figuras de madera de cedro o balsa, que imitan y homenajean a las originales. 
Cuando el tótem pretendía honrar a un individuo de un cierto rango como el jefe de un poblado, a menudo, mostraba más de un personaje en la parte superior de la estatuilla. En nuestros días podemos encontrar infinidad de souvenirs que rememoran estas costumbres ancestrales en los mercadillos de la mayoría de países del Pacífico y gran parte del continente americano. 



Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto de la semana 21-04-2013: "El don"

Edurne Iza, El don
Cuando era un niño mi madre explicaba orgullosa a sus amigas que su hijo tenía el don de dibujar el alma de las personas. En la adolescencia, mi don sirvió para cautivar el corazón de algunas románticas quinceañeras, pero sobretodo fue utilizado como blanco para las burlas crueles de quienes se sentían amenazados por un carboncillo. Al alcanzar la edad adulta, muchos de los que habían alimentado mis sueños de artista se llevaron las manos a la cabeza cuando comuniqué con solemnidad mi intención de convertirme en pintor, estudiar Bellas Artes y hacer de mi "don" una profesión. Me tildaron de hippy, buscavidas, bohemio, insensato... "¿Por qué no se hará abogado, ingeniero o médico como la gente normal?". Mi madre sonreía indiferente y otorgaba por única respuesta un templado, lento y lapidario "Porque tiene un don". 
Cayeron las hojas del calendario, llovieron inviernos y florecieron primaveras y llegó un otoño en que mi don no pudo sanar la enfermedad de mi madre. Tampoco pudieron los años de universidad, las prácticas ni los simposios de mis antiguos compañeros, convertidos ahora en oncólogos y radiólogos. Una noche oscura y serena, ella, inició el camino hacia la eternidad y dejó tras de sí un enorme vacío repleto, sin embargo, de amor y gratas memorias. Me dejó un lienzo en blanco en el que dibujar su recuerdo.
Persiguiendo la inspiración expuse en París y Londres. El reconocimiento llamó a mi puerta y le atendí con exquisitez pero sin servilismo. Hoy, hebras grises decoran mi cabellera y mis cuadros se cotizan ya lo suficiente para seguir alimentando mi arte y el de mis descendientes. 
Es Domingo y sentado de espaldas al mundo, he colocado mis caballetes a la vista de los viandantes. Con mano firme dibujo los trazos de esta realidad que me rodea y que no necesito mirar para ver, porque como recordarán... tengo un don.


Nota: Dedicado a todos los que viven persiguiendo sus sueños y despiertan soñando que los han alcanzado.



Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto de la semana 14-04-2013: "El túnel"

Edurne Iza, El túnel
Mis pasos retumbaban contra las paredes de aquel pasillo. El suelo impecable brillaba orgulloso bajo los escasos rayos de sol que se colaban por los ventanucos del techo. Al fondo se veía una luz que hacía imaginar un mundo mejor, lejos de las tinieblas del callejón sin salida en el que me encontraba. Avanzaba con paso firme y sin embargo, lo que yo intuía como la vía de escape de aquel mundo de tinieblas, nunca llegaba. Era como si cada dos metros que yo recorría, el mundo exterior se alejara otros tantos. Cuanto más rápido avanzaba, más se alejaba la esperanza. Eché a correr con todas mis fuerzas y lo único que conseguí fue que el destello al final del túnel se redujera hasta el tamaño de un guisante. Desperté agotada, con el corazón agitado y la frente empapada en sudor. Con el estómago contraído en una indescriptible sensación de angustia. Me dirigí hasta la cocina para beber un vaso de agua. Poco a poco la realidad desplazó al miedo y mi respiración, hasta hacía unos segundos desbocada, retomó su ritmo normal. Sin embargo, con la lucidez, regresaron a mi mente, las preocupaciones que habían merodeado en mi cerebro momentos antes de caer rendida en un sueño profundo. La hipoteca, los escasos tres meses en los que aún cobraría la prestación por desempleo, los colegios de los niños, sus zapatos que ya empezaban a amordazar esos piececitos que no paraban de crecer, la nevera vacía, aquellas velas que yo intentaba convencerme de que daban un aspecto más romántico a la casa y que no servían más que para compensar el corte de luz de la compañía eléctrica después de dos recibos sin pagar... Comprendí que mi sueño no era sino una recreación del momento por el que atravesaba mi propia existencia. Así como me encontraba, inmersa en tan oscuros pensamientos, me sorprendió la mañana. El teléfono móvil era el único "lujo" que aún mantenía porque era mi esperanza de encontrar trabajo. Lo miré con ojos lánguidos y anhelantes. De pronto, el teclado se iluminó y el simpático soniquete de llamada entrante me sobresaltó. No reconocí el número que aparecía en pantalla. No era el del banco, ni de la compañía de aguas ni de ninguno de los acreedores que me acosaban cada día exigiendo una fecha de pago. Temblorosa pulsé el botón de respuesta:

- Buenos días, ¿ dígame?
- Buenos días, hemos estudiado su currículum y estamos interesados en entrevistarnos con usted. Sé que es un poco acelerado pero ¿podríamos vernos esta tarde?

La aguja marcaba las nueve de la noche cuando abría la puerta de casa. Los niños, que habían pasado la tarde con la vecina, ajenos a la realidad corrieron a saludarme. Vi sus caritas blancas y delgadas sonreírme con inocencia y me apresuré a preparar algo de cena. En mi camino de regreso había parado en el supermercado y había decidido hacer un derroche y comprar huevos, patatas fritas, salchichas y helado de chocolate. Los pequeños saltaban emocionados ante la visión del festín que nos esperaba.

Aquella noche dormí plácidamente. Volví a visualizar el túnel, con la luz al fondo. Pero esta vez mis pasos me acercaban a la salida. Subía unas escaleras y llegaba a un parque plagado de flores de colores iluminado por un radiante sol de primavera. 

A los pocos días, me incorporaba a mi nuevo trabajo. Mi primer salario lo repartí entre recibos atrasados, comida y zapatos para los niños. El día que nos conectaron de nuevo la luz eléctrica, guardé las velas en el fondo de un cajón, junto con el túnel de mis pesadillas. 




Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto de la semana 07-04-2013: "Plaga de medusas"

Edurne Iza, Plaga de medusas
En los últimos años hemos observado atónitos verano tras verano como nuestras costas se llenan de estos viscosos  animales cuya proximidad nos aterra con la misma intensidad que nos llena de curiosidad. Varios son los motivos que provocan este aumento estacional de medusas. En primer lugar la contaminación de las aguas marinas, acrecentada en las zonas costeras por la mezcla de corrientes de las desembocaduras de ríos. Éstos van cargados de nitratos y fosfatos procedentes de abonos y fertilizantes para la agricultura y residuos urbanos y de fábricas, provocando un incremento de la población de fitoplancton que en combinación con la subida estacional de las temperaturas del agua ofrecen un entorno ideal para la proliferación de diversas especies de zooplancton, alimento fundamental de las medusas, de modo que  proliferan de forma masiva en las épocas cálidas.
Al mismo tiempo en las últimas décadas, los principales depredadores de la medusa, la tortuga marina o el atún rojo, han visto disminuida su población por la contaminación de las aguas si hablamos de las tortugas o la pesca indiscriminada en el caso del atún. Esta pesca incontrolada ha disminuido en general la población de todo tipo de especies marinas, lo que a su vez contribuye a que nuestros mares contengan elevados niveles de zooplancton que dejan de ser ingeridos y sirven de caldo de cultivo a nuestras protagonistas de hoy. De igual modo el cambio climático, el calentamiento global y la construcción de espigones, muelles y zonas ganadas al mar, sirve de asentamiento para los pólipos facilitando de igual manera la proliferación de esta especie. 

Este verano cuando estéis paseando por la playa y diviseis las masas viscosas flotando en la orilla, veréis algo más que una simple medusa. Tendréis ante vuestros ojos un flash forward de la destrucción de nuestro planeta. 




Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto de la semana 31-03-2013: "Venganza"

Edurne Iza, Venganza
Aquella mañana del último día de Marzo en que los relojes habían cambiado de hora debían encontrarse en el puerto. Subir a aquel barco que les llevaría lejos de todo y de todos. Comenzarían una nueva vida juntos. En la otra orilla del mar, donde los viejos rencores de una pelea familiar que había sucedido hacía varias generaciones, no podrían alcanzarles. Donde eran dos jóvenes más. Enamorados y libres para disfrutar de sus vidas sin tener que honrar un apellido, una memoria que sólo les había traído tristeza y desgracia. 
Hacía más de doscientos años sus tatara-tatarabuelos se habían batido en duelo por un asunto de tierras. Era una historia oscura y siniestra cuyos motivos y circunstancias desequilibraban a un lado o al otro la balanza, dependiendo de cual de las dos familias la contara. Sin embargo, en ambas versiones coincidían dinero, poder, orgullo, alcohol, amor no correspondido y... armas. Una combinación que no importa la época, el lugar o el narrador, siempre tiene un desenlace dramático. Y tan dramático fue, que en pleno siglo XXI aún sus descendientes pagaban el precio de la histórica pelea. Los jóvenes, cansados de sentirse los protagonistas de un Romeo y Julieta con WhatsUp y iPad, decidieron poner distancia y comenzar de cero sin la herencia de rencor y venganza con la que sus familias respectivas les habían obsequiado.
"Mañana a las 16:00 en el Moll de Ponent. Te amo." Rezaba el mensaje que Daniela leía una y otra vez mientras observaba la placa de piedra que indicaba claramente "Moll de Ponent" y revisaba con nerviosismo la hora del reloj cuyo minutero avanzaba implacable y de uno en uno había pasado por todos los minutos hasta llegar hasta el 58. 16:59.... 17:00. Daniela envió docenas de mensajes, y llamó varias veces al número de su amado, pero el teléfono estaba apagado o fuera de cobertura. ¡Cómo odiaba aquella frase!. Los minutos siguieron avanzando y las agujas marcaron las 18:00. Decidió acercarse a su casa. Quizá pudiera averiguar qué había sucedido. Estaba segura de que él no le habría abandonado así como así, por lo que algo realmente grave debía haber pasado. Recorrió media ciudad, tomó el funicular, para subir a la parte más alta. Todo un barrio construido en la ladera de la montaña. Llegó a la puerta de su casa y vio un grupo de gente arremolinada alrededor de una ambulancia. Su corazón se agitó y latía con tanta fuerza que pensaba que saldría por su boca. Vió a la madre siendo atendida por los servicios de emergencia. Al padre, detenido por la policía local y a la hermana llorando con desesperación y siendo consolada  por una vecina. Luego reparó en una camilla, que transportaba un cuerpo. Justo antes de que lo introdujeran en la ambulancia, logró acercarse a empujones y retirar la sábana que cubría el cadáver. Sus ojos de aquel verde imposible que tan dulcemente le miraran, estaban abiertos. Perdidos para siempre en el infinito. Sin expresión. 
Daniela comprendió en ese instante que de algún modo, el padre había descubierto sus planes de huida y antes que permitir a su hijo escapar con la heredera de su archienemigo, en un instante de locura, había matado a su propio hijo. Cuando el filicida estaba siendo introducido en el furgón policial sus miradas se encontraron. La del hombre destilaba locura, la de Daniela por primera vez odio. 
Por más que intentaron sustituir el odio por amor... Daniela ya sólo viviría para fraguar su venganza. El mal había vencido.



Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto de la semana 24-03-2013: "Gacelas... Somos todos"


Edurne Iza, Gacelas... Somos todosLas gacelas son herbívoros ágiles y delicados, viven normalmente en la sabana y son capaces de alcanzar velocidades de más de 90 Km/h y de mantenerse entorno a los 60Km/h durante prolongados espacios de tiempo. Aunque solemos asociar estos gráciles animales al continente africano... Estamos rodeados de gacelas. No nos engañemos. Miguelito el pequeñuelo del quinto, corre como una de ellas cuando después de descubrir su enésima travesura, su madre lo persigue endemoniada con la zapatilla en la mano. Cuando el primer día de rebajas los grandes almacenes abren sus puertas, qué son si no gacelas todos los que se pelean por llevarse a casa el mejor chollo... Bueno, quizá en este caso, las gacelas sean las pobres dependientas asediadas por los cientos de leones hambrientos de ganga. Qué me decís de las carreras de los niños cuando suena el timbre que anuncia el final del día escolar. Por no hablar de un pasillo del metro en hora punta... En realidad, ahí podríamos encontrar a más de un felino, rumiante e incluso ave carroñera... Pero eso ya lo dejamos para otro capítulo de National Geographic.
Hasta yo, aunque me avergüence reconocerlo, me convertí en gacela la noche en que de improviso aquel compañero de trabajo tímido y callado se me declaró tartamudeando tras una cena de empresa, ante lo cual no pude por menos que apresurarme a aclararle lo mucho que me alegraba que fuese mi AMIGO.
Pues sí amigos lectores, no hace falta engancharse a un reportaje de la 2. Con darnos un paseo por nuestra rutina diaria descubriremos que... Gacelas somos todos.


Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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