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La Foto de la semana 13-10-2013: "El árbol y yo"


El cielo amenazaba con derramar más lluvia sobre la ya caída los días anteriores. Paseaba despacio, con el paso lento del que arrastra una carga pesada. Los expertos dicen que tan sólo utilizamos un diez por ciento de nuestro cerebro y por el contrario, el mío, parecía rebosar información, como un disco duro a punto de explotar.   
Una alarma sonaba en mi interior, demasiadas batallas libradas en el mismo campo, balas perdidas, brazos cortados, piernas amputadas, luces rojas, sirenas… ¡Peligro!. Sin embargo, todos a mi alrededor sonreían con dulzura y me prodigaban esas odiosas miradas benevolentes, dando por hecho que los fuertes siempre ganan. Que yo era fuerte y por tanto nada suponía un problema para mí, para acto seguido pasar a hablarme de sus vidas miserables y cargadas de vicisitudes que por su debilidad como seres humanos no conseguían gestionar. “Si yo fuera tan fuerte como tu…” terminaban diciendo. Si supieran cuánto había llegado a aborrecer esa frase. Un tremendo improperio estaba a punto de salir por mi boca cuando reparé en un árbol  justo delante de mí. En realidad eran dos árboles. El real y su reflejo en una balsa de agua.

Tan cotidiana visión me hizo reflexionar. El primero, alto, erguido, robusto, preparado para soportar cualquier inclemencia, retando impasible a cielo y mar. El segundo, tan frágil como cualquier proyección de uno mismo, dispuesto a romperse por unas gotas de lluvia o un paso despistado en mitad del charco. No sé cuánto tiempo permanecí absorto en mis propios pensamientos. Mirando el árbol, el charco y el mar. Luego el charco, el mar y el árbol. En realidad, me estaba viendo a mí mismo… Y mi reflejo.

El cielo se abrió por la mitad bajo el filo de un rayo y en pocos segundos comenzó a descargar millones de furiosas gotas de agua. El charco se convirtió en un amasijo de diminutas explosiones acuosas y entonces comprendí que estábamos solos. El árbol y yo. 




Fotografía: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza

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