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La Foto del día: 31-10-2011 "Terracitas"

Edurne Iza, Terracitas
El clima veraniego, invita a sentarse en las terrazas de bares y restaurantes, a disfrutar, a la caída del sol de una tranquila cena y una larga sobremesa. Esta tradición, que en sus orígenes se reservaba en exclusiva para los meses estivales, se ha ido extendiendo no sólo geográficamente si no también a lo largo del año. De modo, que muchos establecimientos, dotan sus terrazas con estufas de gas, que permiten a los comensales tener una agradable temperatura, a pesar del invierno. Incluso hay quienes las acristalan o cubren con mamparas de material plástico transparente, que permiten observar el exterior, manteniéndose a cubierto.
Inicialmente, eran más propias de zonas mediterráneas con climas templados, pero poco a poco se han ido popularizando en países más al centro y norte de Europa. En general, las terrazas son indicativo de negocio y buen ambiente, pero existen zonas, en algunas capitales europeas, en las que han proliferado tanto, que se han convertido en una verdadera pesadilla para los vecinos de la zona. 
Además de por el éxito de concepto, estas cafeterías al aire libre, se han multiplicado de forma exponencial, desde la entrada en vigor de la ley antitabaco, que obliga a los fumadores a respetar los espacios cerrados y limita el consumo de tabaco a los espacios abiertos. Si además disponemos de una mesa, una estufa en invierno, buena compañía y diversos factores externos, como transeúntes, coches etc. que sirven de entretenimiento, la afluencia masiva a estas terrazas está garantizada.
Buen negocio para los hosteleros, que ven compensada la pérdida de clientes fumadores en el interior de sus locales, pero auténtico martirio para los habitantes de las zonas afectadas, que sufren el alboroto de conversaciones, carcajadas, música y en el peor de los casos, discusiones y trifulcas, hasta bien entrada la madrugada. A la mañana siguiente, suele ser habitual encontrar restos de la fiesta nocturna, lo cual también desagrada enormemente a los vecinos. 
Una vez más la polémica está servida, hay barrios enteros en pie de guerra, mientras los propietarios de los locales reivindican su derecho a ganarse al vida. Es un problema de difícil solución. ¿Limitar aún más, el horario de apertura? ¿trasladar  los locales a zonas no urbanizadas? ¿multar a los clientes ruidosos?...


Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto del día: 30-10-2011 "La Farola"

Edurne Iza, La FarolaLas primeras reseñas históricas sobre alumbrado público, se remontan a la Mesopotamia de los años 7.000-8.000 a.c. Desde que el ser humano aprendió como controlar el fuego, uno de sus principales usos, fue la iluminación. Al principio fueron simples antorchas, que acompañaban a las personas en su caminar o les permitían dar luz a sus entornos de trabajo o vida cotidiana. A medida que las estructuras sociales evolucionaron, se crearon poblados, en los que además de viviendas, comenzaron a aparecer espacios públicos de uso comunitario y la iluminación permanente de esas zonas, se convirtió en una necesidad. Los sistemas basados en sencillas teas, pronto fueron insuficientes, por su fragilidad y poca duración. Fueron sustituidos por mechas sumergidas en recipientes de terracota, que contenían aceites y permitían mantener la luz encendida, durante más tiempo. Descubrimientos arqueológicos en Egipto y Persia, indican, que ya hacia el 2.700 a.c. las lámparas se elaboraban con cobre y bronce. Francia se colocó a la cabeza de este servicio público, con sus ordenanzas sobre alumbrado municipal, allá por el siglo XVI. Inicialmente, la responsabilidad recaía sobre los ciudadanos, que estaban obligados a colocar a la entrada de sus viviendas, una luz. Un siglo después, se creó un cuerpo de vigilancia nocturna, encargado de encender, apagar y mantener la iluminación de las calles, añadiendo además, faroles en cada esquina y en las plazas y lugares comunes. Fue en el siglo XIX, cuando se introdujo la utilización de reflectores, para mejorar la calidad e intensidad de la luz y además se introdujo el gas, como combustible para los postes, en pueblos y ciudades. Los faroleros, siguieron siendo necesarios durante los primeros años de vida de los dispositivos a gas, pero más adelante comenzaron a utilizarse sistemas de encendido automático, que prendían la llama, cuando se permitía el paso del gas. La revolución eléctrica, alcanzó el mundo de la iluminación a finales del siglo XIX. Se trataba de las lámparas de arco eléctrico, que utilizaban electrodos de carbón y empleaban corriente alterna que permitía que dichos electrodos, ardieran de forma regular. Fueron instaladas por primera vez, en la década de 1.880, para iluminar los Grand Magasins de Louvre en París y se les denominó velas de Yablochkov, como homenaje a su creador. La elevada emisión de calor, la corta vida de los electrodos y la necesidad de un constante servicio de mantenimiento, hizo que los electrodos de carbón, fueran sustituidos con relativa rapidez, por lámparas incandescentes, baratas, brillantes y fiables. Sucesivamente, se utilizaron en el alumbrado público, lámparas fluorescentes, de vapor de mercurio, de vapor de sodio... En la actualidad, los sistemas de iluminación por LED se imponen por eficiencia lumínica y térmica, aunque aún no existe consenso en cuanto a su empleo a nivel europeo.
Lo que sí podemos atesorar, es que el alumbrado de calles y ciudades tal y como lo conocemos hoy en día, nunca hubiera sido posible, sin las aportaciones de personas como Laudati Carraffe, Le Reynie, Sartines, Frederick Albert Winsor, Philippe Lebon, Pavel Yablochkov, Friederich von Hefner-Alteneck y tantos otros, que de forma anónima, contribuyeron a dar luz a nuestras vidas.


Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto del día: 29-10-2011 "Mi casa... Teléfono"

Edurne Iza, Mi casa... Teléfono
Millones de personas en todo el mundo, se emocionaron sentadas en las butacas de un cine o en el sofá de sus hogares, al ver a aquel pequeño alienígena cautivar la inocencia de un grupo de chavales y conseguir regresar a casa, sano y salvo, cuando ya en los rostros de la mayoría de espectadores, asomaba una lagrimilla, pensando que lo perdíamos. Atrás quedó su fiel amigo Elliot, sin el que nunca hubiera conseguido su tan ansiado sueño de reunirse con los suyos. Los corazones de los seguidores de tan emotiva historia se quedaron reconfortados al saber, que ET, lograría por fin, reunirse con los suyos. El extraterrestre, pasa más de media película mirando al cielo con ojos melancólicos y señalando con su dedo esquelético, sin parar de decir "Mi casa... Teléfono".
Pues queridos amigos... Espero que estéis preparados para lo que debo deciros. ¡ET nunca volvió a su planeta!. Nos engañó a todos con la pose sentimental de que añoraba a los suyos. La instantánea que nos acompaña hoy, demuestra que ha sido visto a bordo de un barco pesquero, en aguas de la Costa Brava. Los investigadores más prestigiosos afirman, que lleva una vida tranquila. Pasa la temporada de invierno, discretamente amarrado en el atraque más alejado del puerto y aprovecha la época estival, para recorrer el Mediterráneo, fondeando en diversas calas del litoral.
Fuentes cercanas a este blog, han confirmado, que en las próximas semanas, concederá una entrevista en exclusiva, al televisivo Sálvame. Protagonizará alguna de las portadas más sonadas y mejor remuneradas, de la historia de la prensa rosa y será el encargado de anunciar la llegada del Año Nuevo, dando las campanadas en directo, desde la Plaza del Sol, de Madrid. Asimismo, parece confirmada la reserva para tres personas, en un prestigioso restaurante, para el día uno de Enero de 2012. Se especula, con que a la cena más esperada del siglo, asistirán, además del alienígena, Drew Barrymore y Henry Thomas. Existe en estos momentos, una auténtica batalla mediática, por ser el primer medio en publicar las fotografías de la cena y el detalle del menú. Hasta entonces, deberemos conformarnos con repetir con voz entrecortada, una de las frases más cinematográficas de la historia. Mi casa... Teléfono.



Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto del día: 28-10-2011 "¿Borracho yo?

Edurne Iza, ¿Borracho yo?Después de tantos días en alta mar, los marineros se dejaban arrastrar por los deseos de tomar contacto con la civilización. Como atraídos por un  desconocido magnetismo, normalmente terminaban consolando sus corazones solitarios, en algún tugurio cercano al puerto, donde cantaban, jugaban a cartas y bebían, hasta que sus cuerpos desfallecían o el mesonero decidía cerrar el local. Aquel día, no podía ser la excepción. Habían pasado más de cuarenta jornadas a bordo de su viejo cascarón y sus gaznates necesitaban lubricarse, con una buena dosis de ron moreno. Nerviosos como colegiales en su primer día de clase, emplearon buena parte de la tarde, en planchar  ropas y abrillantar zapatos. Sabían que un uniforme bien lustroso, era un imán infalible, para llamar la atención de las jovenzuelas, dispuestas a pasar una noche de juerga con ellos. Sin embargo, lejos estaban de imaginar que aquella noche, regresarían al barco con una compañía bien distinta. La primera parte de la velada, transcurrió sin sorpresas. Un plato de estofado de ternera, pan casero, embutidos... Todo regado, con buen vino de la región.  Cuando todos hubieron saciado su apetito, comenzaron los corros, los chascarrillos, bravuconadas y apuestas. El afán desmesurado por demostrar su hombría, parecía llevarles, por un irremisible camino sin retorno. Las botellas de alcohol, comenzaron a circular y el regordete tabernero, se frotaba las manos calculando las ganancias de la noche. Bravatas aparte, todo transcurrió dentro de la más monótona rutina. Conatos de trifulca, por ser acusado de hacer trampas jugando al póker, pequeñas contusiones, al golpearse contra una mesa o un banco, por haber bebido demasiado, gargantas roncas de cantar, fumar y beber... Nada sorprendente.
Un par de jóvenes marineros, tuvieron varias manos afortunadas a las cartas y cuando vaciaron la tercera botella de aguardiente, decidieron abandonar el local y recolectar las ganancias de la fructífera noche. Apoyados el uno en el otro, tambaleantes y con la ropa destartalada, comenzaron a recorrer los callejones adoquinados, que serpenteantes conducían hasta los muelles. De pronto el brillo de una afilada navaja, deslumbró a uno de los marinos, que dijo arrastrando la lengua:

-¿Quién anda ahí?
- ¡Entregadme vuestra bolsa y no os sucederá nada!
- ¡Ni lo sueñes, estúpido ladronzuelo!

En ese momento, el asaltante, se abalanzó hacia los dos hombres, sabedor de que sus lentos reflejos, los convertían en una presa fácil. Derribó a uno de ellos y tenía casi inmovilizado al otro, cuando de entre las sombras, surgió una figura animal, que saltó sobre el ladrón propinándole un enorme mordisco en el cuello. Era un perro, de color canela, con los ojos pardos e inteligentes. El bandido, huyó maltrecho, taponando con fuerza la herida con su mano derecha y dejando una fina estela de sangre en su carrera. El can, lamió las mejillas de los dos marineros, que agradecidos, lo abrazaron y acariciaron con efusividad.

- ¡Nos has salvado la bolsa y la vida, pequeño!
- ¡Te llamaremos Rufo! ¿te vienes con nosotros?

Con gesto de comprender a la perfección lo que sus nuevos amigos le decían, los acompañó con paso lento hasta el barco. Cuando llegaron, estaba amaneciendo, subieron la escala y se toparon con el capitán.

-¡Vaya! ¿tenemos un nuevo tripulante?
- Se llama Rufo, capitán, y esta noche, hemos vuelto a nacer gracias a sus dientes afilados y su sentido de la protección. Creemos, que sería un buen guardián para el buque
- ¡Que así sea! ¡Bienvenido Rufo!

A la caída del sol, zarparon con nuevas órdenes y un "tripulante" más. Rufo.



 
Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto del día: 27-10-2011 "Yo os regalo la libertad de las aves"

Edurne Iza, Yo os regalo la libertad de las aves
La historia se repite cada cierto tiempo. No importa el país, ni la época. Siempre hay alguna pareja que sufre, por cometer el pecado de enamorarse perteneciendo a clases sociales diferentes, a mundos opuestos. Nuestros protagonistas de hoy, pagaron un precio muy elevado por su amor. Ella era una humilde campesina que pasaba las horas bordando vestidos para la señora de la casa donde servía. Él, el hijo de la dueña, un apuesto joven heredero de una fortuna incalculable, cuyo corazón, latía ajeno a los intereses económicos, a las exigencias de la alta sociedad.
Como siempre en estos casos, el amor surgió de forma casual, porque cuando dos almas están destinadas a encontrarse, siempre hay un motivo, una excusa para que prenda la mecha. Corría un lluvioso mes de Marzo, Aitana se afanaba en terminar el vestuario veraniego de la señora. Faltaban pocos días para el inicio oficial de la primavera y era la fecha límite que había recibido para entregar su labor. Trabajaba en una buhardilla de la casa, junto a una pequeña ventana que ofrecía un buen chorro de luz al delicado trabajo. La puerta de su taller se abrió y un joven apuesto y elegante hizo su aparición. Era Zacarías, el hijo de la señora. Aitana, sabía quién era porque, desde su encierro en la parte alta de la casa, le había visto en más de una ocasión, pasear por los jardines de la finca.
- Disculpe ¿ha visto a mi madre?
- Lo lamento, no he visto a la señora en toda la mañana
- Vaya, continuaré buscándole. Si apareciera por aquí, por favor, indíquele que le busco
- Si señor, así lo haré
-¡Caramba! qué labor más delicada está realizando, no me extraña que mi madre ponga en sus manos  las prendas más finas para bordar -dijo mientras se acercaba a la joven y extendía la mano para tomar el tejido-
- Es usted muy amable señor- dijo Aitana, cuando sin darse cuenta, una de las agujas se clavó en el dedo del hombre-
- ¡Uy!
- ¡Lo lamento señor, lo lamento mucho! ¡soy una torpe!
- De eso nada, he sido yo, apretando demasiado una labor inacabada -respondió con soltura mientras introducía su dedo en la boca para eliminar la gota de sangre que había brotado-
Aitana temblaba sólo pensando en las terribles consecuencias que el accidente podría tener para su empleo, si aquel joven lo comentaba con su madre, pero se tranquilizó cuando él se acercó, tomó sus manos y mirándole directamente a los ojos, le aseguró que no tenía nada por lo que preocuparse. Ese instante, ese encuentro de ojos, el suave contacto de la piel, sirvió para que un segundo perdurara en sus corazones para siempre. Ruborizada, Aitana bajo la vista y continuó trabajando. Él, que no atinaba aún a comprender qué le había sucedido para que su corazón bombeara a toda velocidad, abandonó la estancia con gran turbación y no pudo borrar a la joven de su mente durante el resto del día. En los sucesivos, Zacarías, se las apañó, para encontrar buenas excusas para subir a visitar a la joven. Pasadas unas semanas, charlaban con tanta familiaridad como si se conocieran desde siempre y pertenecieran al mismo mundo. Era viernes y Aitana se apresuraba por terminar el último de los vestidos, cuando la puerta se abrió y su rostro se iluminó por una amplia sonrisa. Zacarías, se aproximó tendiéndole una radiante rosa de color rojo vivo, ella la recogió con dulzura y entonces se fundieron en un beso dulce y largo que terminó con un grito espeluznante a sus espaldas.
- ¡Zacarías! ¡Qué estás haciendo! ¿No te das cuenta que es una simple doncella?
- Madre, yo la quiero y deseo casarme con ella
- ¡Fuera de aquí desvergonzada!
- ¡Madre! ¡ya basta!

Aitana huyó despavorida por las terribles consecuencias que todo aquello podría tener para ambos, pero siendo consciente de que la más perjudicada, sería sin duda, ella misma, la humilde bordadora, acusada de seducir al rico heredero. Poco después Zacarías apareció en casa de Aitana, donde esta era consolada por su hermano mayor y la reacción de la familia no fue más suave.
- ¡Largo de aquí señorito embaucador! ¡no se te ocurra volver a acercarte a mi hermana!
Desesperados, consiguieron quedar en un claro del bosque pasados unos días, con la firme intención de despedirse para siempre. Sin embargo, el fuego se había encendido y ardía con tanta fuerza que nada podía hacerse ya para apagarlo. Decidieron fugarse. En dos noches, se encontrarían en ese mismo lugar.
La madre de Zacarías, había decidido tomar todas las medidas necesarias para evitar cualquier "locura" de su hijo, así que no le fue difícil encargar a uno de los empleados que se convirtiera en la sombra del chico y enterarse de los planes de la pareja. Con frialdad y rapidez, contactó con una hechicera que vivía en los alrededores y le encargó un conjuro para desenamorar al chico y matar a la estúpida aldeana.
La bruja, era una mujer triste, de piel raída por los años y la soledad y asintió obediente ante la petición de tan elegante dama. Sin embargo, su alma había padecido el sufrimiento de un amor imposible y no estaba dispuesta a permitir que aquella mujer gélida se saliera con la suya. Preparó la pócima y se ocultó en el bosque a la hora convenida. La pareja hizo su aparición y tras ella, la madre y su fiel esbirro, dispuestos a confirmar que sus órdenes se ejecutaban con precisión. En lugar de eso, las mágicas manos de la anciana, vertieron el mejunje por encima de sus cabezas, ante los atónitos ojos de los enamorados, mientras pronunciaba con voz rotunda y solemne las palabras mágicas "yo os regalo la libertad de las aves ¡qué así sea!"
La transformación se produjo de forma vertiginosa. Los cuerpos de la señora y el criado se encogieron, se curvaron, se tornaron de un color gris plateado, se cubrieron de plumas y su boca se alargó, transformándose en un potente pico de color anaranjado.
-¡¿Gaviotas?!
- Sí muchachos, no estaba dispuesta a permitir que una vieja amargada arruinara un amor tan puro. Estos dos, ya no molestarán más. Nunca recordarán que algún día fueron humanos. Anidarán entre las rocas de los acantilados, vivirán felices mirando al mar. Tendrán como aves, la libertad que sus prejuicios les negaron. Así que vosotros, hacedme un favor y... ¡Disfrutad!


Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto del día: 26-10-2011 "El pensador flotante"

Edurne Iza, El pensador flotante
Cuando era pequeño, mi madre siempre me decía que "andaba en las nubes", que no se podía estar siempre abstraído "pensando en las musarañas". Y es que ya desde niño, me fascinaba la observación, el análisis de mi entorno y de la realidad que mis ojos percibían.
Nunca me atrevería a discutir sobre términos como realidad o verdad, de otro modo que no fuera con cierta relatividad. Al fin y al cabo, quién soy yo, quiénes somos cualquiera de nosotros, para decidir que una idea o pensamiento, sean ciertas para otra persona, con diferente cultura, ideología o escala de valores. Este tipo de razonamientos, eran los que me atribuían la etiqueta de soñador. Para la inmensa mayoría yo era un ser lejano, con ideas extravagantes y sobretodo... Muy aburrido. Cierto día, decidí pasear por el puerto, era primavera y la temperatura era muy agradable. El sol flotaba en el horizonte, otorgando al cielo bellos matices anaranjados y rosados. Caminaba con la cabeza elevada, disfrutando del bello panorama y las manos entrelazadas a la espalda, cuando si darme cuenta, choqué con una mujer:

- ¡Disculpe, qué torpeza la mía! ¿se encuentra bien? -dije mientras reparaba en la belleza de sus ojos-
- No se preocupe, estoy bien, no ha sido nada.
- Déjeme al menos invitarla a un café
- Bueno, la verdad es que no se...
- Mire, ahí mismo hay una cafetería
- De acuerdo ¿por qué no?

Nos sentamos en una mesita en la terraza y comenzamos de forma inesperada una larga charla. La mujer, Griselda, parecía disfrutar de la conversación y sin darnos a penas cuenta, pasaron las horas y las palabras. La sintonía era tal, que ninguno de los dos teníamos la fuerza necesaria para dar por finalizada la conversación. Finalmente y con sutileza, lancé un "¡Caramba qué tarde es!" y nos despedimos, asegurando que volveríamos a vernos por la zona y a disfrutar, por qué no, de una conversación tan animada como la de aquella tarde.
Pocos días después, regresé a la zona y allí estaba ella, de nuevo dispuesta a intercambiar comentarios, anécdotas, vivencias, reflexiones... Repetimos nuestros encuentros, que cada vez eran más frecuentes, hasta que un día quise dar un paso adelante en nuestra relación. Le planteé ir a cenar y quizá después, tomar una copa en mi casa. Era evidente que la atracción física era mutua, que disfrutábamos pasando tiempo juntos. En nuestras conversaciones, ella nunca mencionó esposo ni hijos y yo, hacía varios meses que no tenía pareja... ¿Por qué no intentarlo?. Ante mi propuesta, Griselda se mostró nerviosa, respondió con evasivas. "Es difícil" "no sé si será posible" "quizá otro día". Nos despedimos y me dirigí a casa con un regusto amargo. Con la extraña sensación de que me estaba perdiendo algo. Regresé al día siguiente y al otro. Volví a nuestro punto de encuentro cada tarde durante semanas y Griselda nunca apareció. Justo un año después de nuestro primer encuentro, la tristeza de no comprender qué había sucedido, inundaba mi corazón. Había repasado mentalmente, cientos de veces nuestras conversaciones, intentando detectar qué fue lo que le hizo desaparecer. Me senté en un banco, observando la caída del sol. De pronto, me fijé en una figura que flotaba sobre las tranquilas aguas del puerto. Era la figura de un hombre, de color blanco. con la cabeza hacia arriba y las manos cruzadas en la espalda. ¡Era una representación de mi mismo, el día en que nos conocimos!. No pude evitar el impulso y me lancé al agua, intentando acercarme a la escultura. Con la esperanza de descubrir algo que me acercara a Griselda. Cuando estuve junto al hombre, en la zona que servía de base a la estructura, pude ver la firma de la autora. Griselda, claro está. La obra se llamaba "El pensador flotante". Algo más arriba había un sobre con un rótulo negro que indicaba "Ábrelo". Tomé el sobre entre los dientes y nadé hasta el muelle. ante los atónitos ojos de los caminantes, me senté empapado en un banco y con evidente nerviosismo, abrí el sobre, extraje la larga carta contenida en él y comencé a leer con avidez. Descubrí que Griselda, había sido una afamada escultora venida a menos. Sus obras, aclamadas en otro tiempo, habían sido consideradas subversivas por hacer una mordaz crítica a determinados políticos y personajes influyentes. Pronto se encargaron de eliminar del panorama público a la escultora, que fue perdiendo todos sus clientes, no recibía encargos, su obra era despreciada y fue consumiendo con impotencia sus ahorros hasta verse condenada a vivir en la indigencia. Dormía aquí y allá, comía en comedores sociales y lo poco que ganaba, procedía de unas cuantas clases de escultura que impartía en una organización benéfica dos días por semana, pero era del todo insuficiente para alquilar una vivienda y vivir dignamente. En esas circunstancias y aunque reconocía que yo era el hombre con el que le hubiera gustado compartir el resto de su vida... no tuvo el valor de confesar su situación y le resultó más sencillo desaparecer. "Ha pasado un año desde el día en que nos conocimos y necesito que sepas la verdad. He pensado mucho en ello y creo que no es justo permitir que la incertidumbre te corroa. Por eso hoy, he decidido escribirte. Si nuestros paseos me sirvieron para conocerte, y estoy convencida de que así fue, hoy recorrerás melancólico, el muelle en el que nos vimos por primera vez y ésta figura es mi regalo y mi modo de pedirte perdón..."
No pude contener el llanto y me prometí que la encontraría. Tenía varias pistas y decidí comenzar por los comedores de beneficencia. Tardé tres días y cuando casi comenzaba a perder la esperanza... La encontré. Cabizbaja frente a un plato de sopa, pensativa, triste y sola.

- Griselda... -musité-

Ella alzó la mirada y pude detectar una mezcla de vergüenza y alegría en sus ojos. La tomé entre mis brazos y la besé con pasión infinita. Salimos del local y caminamos sin rumbo durante horas. Los pies nos llevaron a nuestro muelle donde contemplamos la bella escultura, mientras alternábamos besos y palabras con la misma intensidad.

- Buscaremos la solución, Griselda.
- No hay solución, nadie se atreverá a contradecir a las altas esferas...
- Si la hay -dije con determinación y saqué del bolsillo unos billetes de avión, que puse en sus manos-
- ¡Nueva Zelanda!
- Si, el país de la nube blanca
- Romper con todo, una nueva vida
- Juntos, para siempre. Te amo, mi escultora de realidades
- Te amo, mi pensador flotante


Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto del día: 25-10-2011 "Informadores deportivos"

Edurne Iza, Informadores deportivos
Ser informador deportivo, conlleva una serie de peculiaridades, que no siempre son fáciles de traducir en un trabajo profesional y de alta calidad. El público desea, y más hoy en día, recibir la información en directo, con los comentarios técnicamente adecuados y capaces de transmitir la emoción propia de la competición.
Las primeras agencias dedicadas con exclusividad a cubrir acontecimientos deportivos, surgieron en las décadas de los 50 y 60 del pasado siglo XX. Nació entonces toda una gama de profesionales dedicados  a esta vertiente del periodismo y comenzaron a hacerse populares fotorreporteros como Tony Duffy, que fue el fundador de la agencia londinense AllSport. Duffy, será recordado además, por las increíbles instantáneas tomadas durante los juegos Olímpicos de México en 1968, cuando captó el vuelo de Bob Beamon hacia su récord mundial de salto de longitud, que quedó imbatible durante casi 23 años en 8.90 metros. Esta toma, le procuró a Duffy una inmensa fortuna y le atribuyó el mérito de ser el creador de las llamadas "imágenes gancho".
Sin embargo, las primeras incursiones aún sin la especialización del AllSport, de la prensa en asuntos deportivos, se remontan ya al 1908, cuando un flamante Arthur ConanDoyle, en misión especial para el Daily Mail, tuvo el honor de desplazarse al White City Stadium, para cubrir las finales de la prueba de maratón en los primeros juegos olímpicos de la edad moderna. El italiano Dorando Pietri, sufrió un colapso ante la línea de meta, lo que le impidió ganar la medalla. Sin embargo, tal fue la campaña pública, liderada por Doyle, que consiguió que la reina Alejandra, entregara una copa especial de plata al desconsolado Pietri. Esta fue tan sólo una pequeña muestra, de la influencia que los expertos en espectáculos deportivos estaban por adquirir.
Ya en nuestros días, sabemos que hay programas radiofónicos, diarios deportivos e incluso semanarios televisivos, con audiencias masivas. Millones de personas, adictas a los comentarios y crónicas de unos profesionales que baten récords.


Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto del día: 24-10-2011 "Ni un pelo de tonto"

Edurne Iza, Ni un pelo de tonto

Estaba disfrutando de un espectáculo de acrobacias aéreas. El día era perfecto. Soleado, cálido y sin una sola nube molestando en el cielo. Dos avionetas de color anaranjado, se cruzaban en el aire, dejando tras de sí, estelas de humo que dibujaban su recorrido, subían y bajaban en picado, simulaban un choque en pleno vuelo y realizaban piruetas imposibles. El público estaba relajado, observando la magnífica exhibición. Su posición era perfecta, no sólo para no perderse el más mínimo detalle, si no para poder desempeñar su misión sin ser descubierto. Hacía un par de años que trabajaba para el servicio de espionaje químico-biológico. No es extraño que no hayáis oído hablar de él, puesto que su existencia forma parte de uno de los secretos mejor guardados de la mayoría de las naciones. Su labor, consistía en pasar desapercibido para poder obtener una determinada información, entregar un mensaje o incluso, en ocasiones, "persuadir" a alguien para ocultar un descubrimiento, que sus superiores consideraban perjudicial para el equilibrio de la humanidad. Para que me entendáis, estos descubrimientos, a menudo, estaban relacionados con fórmulas químicas, vacunas milagrosas o cualquier avance científico, que pudiera arruinar el negocio de más de un avaricioso empresario.
Hacía tiempo que quería dejarlo. No intentaré haceros creer que le remordía la conciencia. La verdad es que llevaba los suficientes años en el "negocio", como para saber cuándo algo no iba bien. Tenía indicios suficientes para saber, que la seguridad de la organización estaba comprometida y muy pronto dejaría de existir, tal y como él la conocía. Eso podía implicar una decisión drástica de sus superiores, que no estaba dispuesto a esperar obedientemente. Era el momento de desaparecer. De aprovechar los jugosos beneficios que había obtenido, durante sus más de veinte años de servicio y retirarse a disfrutar, en algún paraíso estratégicamente olvidado. En esta ocasión, se le había encargado localizar entre los asistentes al espectáculo, a un alto mandatario de una nación de las denominadas emergentes. Se encontraba de visita en Europa, ya que estaba punto de dar a conocer al mundo, el increíble descubrimiento de un equipo de investigadores de su país. Se trataba de una fórmula química capaz de elaborar de modo artificial diamantes más perfectos, cristalinos y robustos, que los que otorga la propia naturaleza. Era evidente, que había muchas personas, de impecable reputación, a las que no les interesaba que sus tan bien guardados y tan mal conseguidos stocks de brillantes, pasaran de valer millones, a ser considerados como simples baratijas. Habían sido capaces de manchar sus manos, con la sangre de muchos inocentes, para conseguir mantener en los mercados de valores el elevado coste de las piedras y ahora no estaban dispuestos a que un grupo de mentecatos idealistas, arruinara su negocio. Como parte de la agenda de actividades durante su visita, se encontraba la asistencia a la exhibición aérea, así que debía identificarlo entre la muchedumbre, conseguir que le acompañara y convencerlo de que no hiciera pública la fórmula. Sus instrucciones eran claras: "no importa los métodos que deba utilizar". Se acercó al objetivo, y comenzó a hablar con él. No parecía que acabaran de conocerse

- Ha tardado usted mucho, llegué a pensar que no aparecería
- Sólo esperaba el momento adecuado, no deje de sonreír por favor. Señale los aviones, finja que comentamos algo del vuelo. Luego cambie su gesto, fingiré que le encañono con una pistola por debajo de la gabardina. Piense que estoy apuntando a sus costillas,
- Claro...
- Ahora avance en la dirección que le marco con mi paso y recuerde, rostro de angustia

Avanzaron entre los despistados asistentes al acto y pronto se hubieron alejado lo suficiente. Se aproximaron a los muelles donde hidroaviones y helicópteros de salvamento, esperaban su turno para participar. Se instalaron en la cabina de uno de los aviones contraincendios. Verificaron la sujeción de sus arneses y acto seguido, el piloto tomó vuelo. Realizaron diferentes ejercicios ante los ojos fascinados del público que no cesó de aplaudir ni un momento. Una vez hubieron acabado, la aeronave giró y desapareció en el horizonte. No se reunió con el resto de aparatos, y aprovechó los primeros minutos de desconcierto para alejarse hasta cruzar la frontera norte. Allí, el político fue abandonado, fingiendo haber sido agredido, nuestro protagonista recibió la última y sustanciosa recompensa y subió a un avión hospital, donde un reconocido cirujano plástico le esperaba para cambiar su rostro y sus huellas dactilares. En pocas horas, comenzaría su nueva vida. Al despedirse cruzaron unas breves palabras:

- Permítame que le pregunte ¿por qué ahora? ¿qué le ha llevado a retirarse?
- Señor mío, no es que me haya vuelto honrado de pronto -afirmó con una sonrisa cínica- es que un jugador inteligente, debe saber cuándo retirarse y yo, como mi brillante calva anuncia, no tengo un pelo de tonto.


Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto del día: 23-10-2011 "Stand up Paddle, SUP"

Edurne Iza, Stand up Paddle, SUP
Cuando aquel verano decidí pasar mis vacaciones en Fuerteventura, jamás hubiera imaginado, lo mucho que mi vida estaba a punto de cambiar. Siempre había sido delgado, pero debo reconocer que más bien sedentario. De hecho, a pesar de que muchos amantes de los deportes náuticos escogen la isla, como un paraíso para disfrutar de sus hobbies, en mi caso buscaba tan sólo relax, sol y naturaleza en estado puro. En resumen, desconectar del estrés que invadía mi vida de ejecutivo urbanita. Llegué al hotel y quedé maravillado por la amabilidad del personal, la luminosidad y espacio de las habitaciones. La primera tarde la dediqué a inspeccionar los servicios y las instalaciones. Tenía casi tres semanas por delante y decidí aprovecharlas al máximo. Esa noche decidí cenar en el hotel y degustar la deliciosa cocina guanche que ofrecía uno de los restaurantes. Al retirarme a descansar, pensando en continuar devorando páginas del libro que me acompañaba en el viaje, me detuve en recepción para recoger la llave de la habitación. Entonces, la empleada, con gran diligencia me ofreció el catálogo de actividades y excursiones que el propio hotel ofrecía a sus huéspedes. Tomé el folleto y decidí hojearlo antes de dormir. Me sorprendió una actividad, para mi desconocida, "stand up paddle", estaba ilustrado por una imagen que mostraba a una especie de surfista, que de pie sobre su tabla, avanzaba con la ayuda de un remo. Despertó mi curiosidad así que a la mañana siguiente, tras un abundante y variado desayuno, me encaminé al centro deportivo y decidí informarme. Me atendió un joven con el pelo algo largo, rubio y digno de aparecer en un vídeo clip  de los Beach Boys, su aspecto fornido y típico de quien ha nacido con la tabla bajo el brazo, estaba a punto de disuadirme en el intento, cuando apareció ella. Me pareció muy hermosa, pero llamó mi atención, que vestida con traje y zapatos de tacón, podía perfectamente haber pasado por cualquiera de mis compañeras de trabajo. Quiero decir, que no parecía una deportista si no una persona normal. Eso, junto al magnetismo de su belleza me hicieron escuchar un poco más. Ella, me dedicó una amplia sonrisa y preguntó si podía ayudarme. A partir de ese momento, comencé a ignorar al guaperas y dirigí toda mi atención a la joven, que resultó ser Gabriela, la monitora de stand up paddle, o sea de SUP. Le expliqué que no era un gran deportista, en realidad, no ejercitaba mis músculos con asiduidad pero que me había resultado curioso este deporte y me apetecía aprender algo nuevo. Ella se entusiasmó, me indicó que esa misma tarde comenzaba a dar clases a otros tres principiantes y me invitó a unirme al grupo con tanta naturalidad, que no pude decir que no. Así que allí estaba yo, con mi bañador de marca azul marino y sin saber por dónde comenzar. Pasados unos minutos, me animé al ver que gracias a las técnicas que nos mostraba Gabriela, conseguía mantener el equilibrio sobre la tabla. Al final de la primera clase, había aprendido ya algunos movimientos y trucos básicos y me sentí realmente feliz. Varios días después, cuando el curso básico finalizó, Gabriela me anunció que no podría seguir impartiéndome clases, puesto que no se había conseguido grupo para el siguiente nivel. No quería dejar de practicar aquella maravilla que transportaba mi mente lejos de los despachos llenos de guerras económicas en los que viviría sumergido el resto del año. Tampoco deseaba perder a Gabriela, había notado alguna mirada intensa de la joven y estaba convencido de que podía tener la oportunidad de invitarla a cenar alguna noche, así que le propuse contratarla como profesora particular, durante el resto de mis vacaciones. Ella accedió y desde aquel momento pasábamos juntos la mayor parte del día. Pronto mis sospechas se confirmaron y salimos a cenar, luego a comer, de paseo, a bailar... Y antes de darnos cuenta, yo había dormido más noches en su casa que en la preciosa habitación del resort. Quedaban pocos días para mi regreso a la realidad de la gran ciudad y sin poder evitarlo, entré en un proceso de análisis de mi propia existencia. Comencé a realizarme preguntas que nunca antes se me habían pasado por la mente, como ¿eres feliz? ¿en realidad, te gusta tu trabajo? ¿es tu objetivo en la vida continuar haciendo cada día lo mismo? ¿manteniendo las mismas estúpidas discusiones con tus jefes? ¿defendiendo los mismos intereses ante los clientes? ¿librando batallas sin sentido con compañeros y subordinados? Cuando resultó que todas las respuestas con las que yo mismo me contestaba fueron un rotundo NO, pensé que me estaba equivocando. Que ese no era en realidad, el camino que yo había deseado recorrer en mi vida. Entonces pensé en las últimas semanas, en la sensación de libertad, de placer en contacto con la naturaleza. Pensé en Gabriela y tomé una decisión.
Han pasado tres años desde aquel verano, Gabriela y yo, regentamos un pequeño negocio de deportes marinos. No nos da para vivir rodeados de lujo, pero sí lo necesario para disfrutar de la comodidad de una bonita casa y del tiempo libre que nos queda para leer, respirar, cocinar, o sencillamente mirar al horizonte.


Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto del día: 22-10-2011 "Kayak"

Edurne Iza, Kayak
El kayak es un tipo de embarcación, que se calcula tiene más de 3.000 años de antigüedad. Los estudiosos afirman, que fueron los habitantes de los pueblos mayas del norte de Yucatán, tabasqueños del norte de México y tribus de Siberia, los primeros en utilizarlas. Existe una controversia con el significado de la palabra kayak, ya que hay quien asegura que quiere decir hombre barca, mientras otros insisten en traducirla como, pedazo de madera flotante. Las civilizaciones que durante siglos han utilizado esta embarcación como medio de transporte, han construido toda una serie de leyendas entorno a ella.
Los esquimales, no permitían a sus hijos su utilización, hasta no haber alcanzado las medidas corporales adultas. Entonces, durante una ceremonia ritual, fabricaban el kayak especialmente y se lo entregaban, con el convencimiento de que lo protegería. Tenían el convencimiento, de que cuando un esquimal no regresaba de cazar o de algún viaje, era por haber utilizado un kayak que no era de su propiedad. Elaboraron también una completa indumentaria, apropiada para soportar las bajas temperaturas, durante su deslizar por las aguas y que conseguía una relativa estanqueidad, para evitar la hipotermia. La mayoría de las prendas estaban confeccionadas con tripas y plumas de pájaro y cubrían buena parte del cuerpo del palista, dejando, de hecho, al descubierto, únicamente su cara. Desarrollaron una completa serie de movimientos de pala, en función de las corrientes y el tipo de aguas que se navegaran, así como una técnica, denominada roll, para adrizarse de forma casi instantánea, en caso de vuelco.
En la actualidad, las embarcaciones se construyen a base de resinas y fibras sintéticas, de vidrio, kevlar o kevlar-carbono, que las hacen más ligeras y seguras. Existe una gran variedad de competiciones deportivas que utilizan el kayak, tanto en río como en mar. Algunas de las más conocidas son: el kayak de río, kayak de mar, kayak de aguas tranquilas, kayak polo, kayak canadiense, kayak de aguas bravas, kayak de slalom... Para desplazarse, utilizan una pala de doble cuchara, que en la mayoría de disciplinas se gira en el aire, de modo que la hoja entre perpendicular al agua y una vez dentro rote para desplazar una mayor cantidad de agua y colaborar al más rápido desplazamiento de la canoa. Apoyando la pala plana sobre la superficie, se consigue mantener el equilibrio de la embarcación y poder de ese modo hacer frente a olas, ráfagas de viento u ondulaciones inesperadas.
En numerosas competiciones acuáticas deportivas, los kayakistas colaboran con los equipos de rescate y salvamento, ya que pueden alcanzar a los nadadores en apuros de forma rápida y desplazarlos hasta la orilla, para su posterior atención por los equipos médicos.


Foto: Edurne Iza
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La Foto del día: 21-10-2011 "Wild Parachute"

Edurne Iza, Wild Parachute
Siempre me había gustado el riesgo, pero la verdad es que no me había encontrado en la necesidad de llegar al límite para salvar mi vida. La situación más peligrosa en la que había llegado a encontrarme, había sido una bajada sin palos por una montaña nevada y llena de obstáculos, piedras y  árboles. El resultado de tan accidentado descenso, un par de costillas y un tobillo rotos. Sin embargo, todas las habilidades adquiridas durante los años en los que practiqué snowboard, kitesurf, escalada y paracaidismo estaban a punto de convertirse en mi único modo de sobrevivir.
Trabajaba en el aeropuerto, en los mostradores de embarque de una compañía de bajo coste. Mi vida laboral transcurría sin emociones y el contrapunto a tanta monotonía lo ponía lanzándome colina abajo, cabalgando sobre las olas o desafiando a la fuerza de la gravedad. Aquel día comencé temprano, preparando el vuelo de las seis de la mañana. Todo iba perfecto cuando de pronto un hombre joven, que llevaba una pistola, me apuntó con mano temblorosa  y me dijo con voz pausada:
- Haz exactamente lo que te diga y todo irá bien
Tardé unos segundos en comprender lo que estaba sucediendo. Lo observé con los ojos muy abiertos. Vi, que llevaba un bebé en brazos y por extraño que parezca, nadie de entre los cientos de personas que había en el aeropuerto, pareció percatarse de que el hombre, me obligaba a acompañarlo mientras me encañonaba por la espalda. Realicé movimientos lentos, intentando demostrar tranquilidad. Mi captor, pronto detectó que no pasaba por mi mente intentar escapar y esto pareció relajarle un poco. El bebé emitiendo sonidos guturales y regalando sonrisas a su paso, era la tapadera perfecta, nadie se fijaba en otra cosa que no fuera el risueño pequeñuelo. Atravesamos varias salas, pasamos junto a cintas de equipaje, bloques de asientos... y finalmente nos adentramos en la zona de empleados, cruzamos varios pasillos solitarios y salimos a una pequeña pista, destinada a aviones privados y pequeñas avionetas. Subimos a uno de los aparatos, el hombre me obligó entonces a coger a la criatura y se puso al mando de la nave. Contactó con la torre de control, despegamos y comenzamos a elevarnos con rapidez. Pasados unos minutos, me atreví a preguntarle tímidamente qué era lo que pretendía con toda aquella locura.
En un momento de debilidad, me explicó que era profesor de vuelo. La que pilotaba era una avioneta, con la que solía realizar prácticas con sus alumnos La alquilaba a un viejo maestro jubilado, que no llegaba a fin de mes y las ganancias de las clases daban para mantener a ambos,. Hacía seis meses había nacido el bebé, Patrick. Lamentablemente su llegada a este mundo, arrancó la vida de su madre, que falleció durante el parto. Él se hizo cargo de su hijo y continúo trabajando sumido en la tristeza y la añoranza de su amada. Hacía dos semanas, le habían diagnosticado una enfermedad terminal. Le quedaban apenas unos meses de vida. Su máxima angustia consistía en pensar que su pequeño Patrick, crecería huérfano en alguna institución. Que nunca tendría un padre ni una madre que le hablaran de sus raíces, ni de lo mucho que habían deseado su nacimiento, ni le contaran un cuento antes de dormir. No pudo soportarlo, así que decidió emprender un último vuelo, en el que pasaría por encima de las montañas más altas de la zona y saltaría al vació con su hijo en brazos. Evitaría su propia agonía y la infancia incierta del pequeño. Su desquiciado plan, pasaba por secuestrar a alguien a quien pudiera proporcionar los conocimientos básicos y pudiera devolver la avioneta sana y salva a su anciano dueño. Así podría buscar otro profesor a quien alquilar el aparato, ya que de otro modo, se vería obligado a vivir en la indigencia. Intenté persuadirle. Le aseguré que si hacía descender el aparato y desistía de su locura, no le denunciaría y así pensaba hacerlo, pero entonces el hombre, se volvió violento. Me apuntó nuevamente con la pistola y al no mostrarle ningún miedo, se enfureció y se abalanzó sobre mí. Forcejeamos y de algún modo, la puerta lateral del aeroplano se abrió. Ambos quedamos con medio cuerpo colgando hacia el vacío. El avión volaba sin control. Hice esfuerzos por volver a introducirme en la cabina y de pronto vi como aquel infeliz me miraba y caía a toda velocidad. Nunca supe, si resbaló o simplemente abandonó su cuerpo a su suerte. Lo cierto, es que el avión perdía altura y daba tumbos en el aire. Eché un vistazo rápido y encontré el paracaídas, dentro de una gran bolsa de tela, que llevaba en letras rojas, la inscripción,  "Wild Parachute". Muy apropiado, pensé. Encontré también un traje térmico, me lo coloqué con rapidez, cargué al bebé en una pequeña mochila de color naranja y lo colgué de mis hombros asegurándome que todo su cuerpecito quedaba protegido. Lo pensé tan sólo un par de segundos, escogí una zona menos montañosa en la que se divisaba un espeso manto de nieve blanca y salté. El enorme paracaídas blanco se abrió y descendimos con suavidad cayendo sobre la blandura de la nieve. Patrick lloraba angustiado. Lo tomé entre mis brazos e hice cuanto pude por consolarlo. Caminamos durante varias horas hasta llegar a un pueblecito donde nos acogieron con gran amabilidad. Ése día cambió mi vida. Dejé de arriesgar la piel por simple placer y me convertí en padre soltero. De algún modo, me sentía responsable de Patrick. La mirada de su padre cayendo al vacío me atormentaba. Traduje aquellos ojos sin esperanza en un grito de socorro. En una súplica para  que me hiciera cargo del pequeño. Y lo hice y lo crié con amor y ternura y aunque maquillé un poco la realidad, siempre le hablé de sus raíces y cada noche me tuvo en la cabecera de su cama para contarle un cuento.


Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto del día: 20-10-2011 "Pienso... Luego estorbo"

Edurne Iza, Pienso... Luego estorboAsí es señoras y señores. Nos encontramos en una época en la que pensar, parece ser un derecho exclusivo del gran capital. De esos mismos empresarios y políticos, que han hecho recorrer al mundo la senda de la globalización. Los que han conseguido, que determinadas empresas, se conviertan en gigantescos monstruos, capaces de acaparar los mercados internacionales. Quienes han hecho posible, que nuestras ciudades estén salpicadas de centros comerciales, clones unos de otros. En los que entras y resulta muy complicado  distinguir, si se está en Barcelona, Madrid, Bilbao, Valencia, Liverpool, Manchester o Dublin porque se mire hacia donde se mire, se  encuentran las mismas marcas, la misma estética comercial y de producto. Durante algún tiempo, la globalización nos ha cortejado. Muchos han coqueteado con ella, se han dejado engatusar por sus indiscutibles atractivos. Sin embargo, tras la explosión de la burbuja inmobiliaria, la crítica situación de la economía internacional y el empobrecimiento masivo y vertiginoso de gran parte de la población mundial, el virus de la indignación, se propaga de un modo imparable. Resulta, cuando menos curioso, que aquellos que han favorecido la globalización como única forma de entender los negocios, se lleven ahora las manos a la cabeza, al comprobar, que también la indignación puede ser globalizada. La otra cara de la moneda, está representada por aquellos que bebieron los vientos de la bonanza y ahora sufren sus nefastas consecuencias.
En el fondo, la época que nos está tocando vivir, no se diferencia tanto de la feudal. Entonces, los nobles, podían ejercer el derecho de pernada,  ahora hemos evolucionado y se nos permite disfrutar de una relativa comodidad, el tan manido estado del bienestar, pero a cambio, no se nos exige sacrificar el honor y la noche de bodas, si no buena parte de nuestra actividad cerebral. No debemos sacar nuestras propias conclusiones, ni detectar los fallos del sistema. Tan "sólo" comportarnos con obediencia y diligencia. La reivindicación, la protesta o la simple sospecha de que algo no va bien, cuando los bancos obtienen más y más ayudas económicas tras haber cerrado sus ejercicios, con beneficios de cifras indecentes, mientras el ciudadano de a pie pierde sus viviendas, sus puestos de trabajo y no llega a fin de mes, es más que suficiente, para ser considerado individuo molesto.
La foto que os mostramos hoy, fue tomada durante la manifestación celebrada en Barcelona, el pasado domingo día 16 de Octubre y que se repitió, durante ese mismo día, en cientos de ciudades de todo el mundo.
"Pienso... Luego estorbo", es la trágica versión, de la famosa frase de Descartes, que podría resumir la época en que vivimos. Entonces... ¡Estorbemos!.


Foto: Edurne Iza
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La Foto del día: 19-10-2011 "La soledad, la escoba y el superhéroe"

Edurne Iza, La soledad, la escoba y el superhéroeRecorro las calles de la ciudad en soledad. De hecho, mi fiel compañía es una escoba de alambres, retorcidos de tanto barrer. En ocasiones, nos sigue un vehículo de limpieza que rueda a pocos metros de distancia resoplando, lanzando chorrillos de agua y aspirando en círculos para mantener limpia la urbe. En nuestro peregrinar diario, pasamos junto a cientos, a miles de personas que caminan con paso firme y decidido, hacia sus lugares de trabajo, a reunirse con la familia o amigos, paseando... Todos esquivan a mi amiga la escoba. La miran como a un objeto algo sospechoso del que hay que permanecer alejado, para no tropezar, para que no rompa las medias panty, porque se cruza obstaculizando el avance... Lo cierto es que ninguno repara en mí. Sus brazos casi rozan los míos al adelantarme, porque ellos siempre van más rápido, pero rara vez dirigen su mirada a mi persona. Soy como un fantasma en la gran ciudad. Cuando me siento solo entre la multitud, dejo volar la imaginación y me traslado a un lugar fantástico, en el que mi escoba tiene poderes y me sirve de transporte. Me lleva aquí y allá y me permite mirar al mundo desde otra perspectiva, no siempre con la cabeza hacia el suelo, sino con una visión panorámica de lo que me rodea. Sueño que descubro durante mi vuelo a damiselas en apuros, a ancianitas que van a ser atracadas, a niños que perdieron su pelota y mi amiga la escoba, me da la oportunidad de ayudarlos a todos. Me convierto en un súper héroe volador, salvador de los desvalidos. He llegado a pensar, que quizá, JK Rowling, fuera barrendera en otra vida, antes que escritora y en sus horas de lento deambular por la metrópoli, ideara las fantásticas aventuras de Harry Potter. Bueno, quizá algún día si sigo imaginando... podría convertirme en "super sweeper", suena bien ¿no?. A ver... otra vuelta de tuerca... "super sweeper, el barrendero salvador". Esta noche cuando llegue a casa, se lo contaré a mi hija Lidia para que se duerma, le encantan los cuentos. En realidad... Quizá así empezó JK Rowling... contando cuentos a sus hijos David Gordon y Mackenzie Jean.



Foto: Edurne Iza
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La Foto del día: 18-10-2011 "Mayday, Mayday"

Edurne Iza, Mayday, Mayday

- ¡Mayday, Mayday! ¿por favor alguien me recibe? ¡Necesito ayuda! ¡Mayday, Mayday!
El piloto repetía su mensaje de emergencia por radio incesantemente, a la espera de que una voz salvadora, sonara desde el otro lado indicándole que iban en su auxilio. Sin embargo, sólo había silencio. ¿Sería posible que en toda la zona, nadie estuviera conectado por radio?. A Tom, se le antojaba muy extraño, así que empezó a pensar que en realidad el aparato de comunicaciones no funcionaba y nadie podía recibir su llamada de desesperación.
La aguja del altímetro giraba sin parar, indicando que el aparato descendía cada vez más deprisa. El motor había comenzado a emitir un extraño gemido. Un ronco estertor, preludio de la inminente parada de la hélice. El cielo estaba raso, de un azul intenso, pero las bajas temperaturas y los escarpados riscos de hielo que se encontraban cada vez a menos metros del avión, no auguraban un buen aterrizaje. Es más, sería un milagro si conseguía sobrevivir.
-¡Mayday, Mayday! ¡Santo cielo, respondan!
De pronto sus súplicas parecieron dar resultado.
- Hola... ¿quién eres?
Ante sus oídos estupefactos, la voz parecía de un niño o alguien realmente joven.
- Hola estoy en apuros, el motor de mi avión se ha averiado y pierdo altura muy rápidamente. No puedo facilitarte mis coordenadas, porque no funcionan la mayoría de los aparatos de navegación. ¿Puedes pedir ayuda? ¿están tu padre o tu madre en casa?
- No, estoy solo, pero yo puedo ayudarte.
- ¡¿De veras?!
- ¡Claro! Mamá dice que cuando piense que todo está perdido y tenga miedo, sólo debo cerrar los ojos, relajarme y desear con todas mis fuerzas que se solucione. Dice que debo aprender a confiar en mí mismo y que cuando uno está seguro de sus conocimientos y fortaleza personal, consigue todo lo que se propone.
- ¡Por favor pequeño! ¡me estoy estrellando en un avión! ¿en serio piensas que cerrando los ojos conseguiré no estrellarme?
- Bueno, quizá no lo consiga, pero  mientras cae en picado, tampoco puede hacer mucho más.
- ¡Esto es inaudito! está bien, ¿qué debo hacer?
- Ponga las manos sobre los mandos, relaje sus músculos, cierre los ojos y piense en cuando estaba usted en la academia de vuelo. Recuerde los ejercicios con los que practicaba para ser el piloto que hoy ha llegado a ser. Repita los movimientos, confíe en sus posibilidades.
Se oyó un suspiro profundo a través de la radio.
- Ahora, abra sus ojos, observe a su alrededor y busque un lugar donde poder tomar tierra.
- No hay nada llano por aquí, son todo riscos, hielo, piedras... ¡Un momento! allí veo algo! necesito acercarme un poco más... Parece... ¡Sí! ¡es un lago! no es muy grande pero creo que bastará.
Tom asió con convicción el control de la aeronave y consiguió enderezar el rumbo lo suficiente como para aproximarse a las verdosas aguas que podían convertirse en su salvación. El avión temblaba como una hoja. Las vibraciones se transmitían a lo largo de sus brazos y piernas y hacían que todo su cuerpo sufriera violentas sacudidas. Calculó el ángulo de aproximación, hizo elevar el morro todo lo que pudo y por fin el fuselaje impactó contra el agua calma del lago. Los cristales se rompieron por el impacto, pero él consiguió salir nadando hasta la superficie y acercarse a la orilla. El frío era intenso, así que decidió echar a andar sin perder un minuto. Un par de horas después, avistó una cabaña de madera, donde una pareja de ancianos se disponían a degustar una deliciosa sopa. Asistieron a Tom con gran hospitalidad. Le dejaron ropas secas, le alimentaron y se encargaron de que pudiera contactar con su familia y con su base para que vinieran a recogerle.
Los días siguientes, Tom, estuvo especialmente interesado en recuperar la caja negra del avión, pues estaba empeñado en localizar al pequeño que le había servido de inspiración en  el peor momento de su vida y gracias al cual había conseguido salir ileso del accidente.
Cuando por fin la caja negra estuvo en su poder y escucharon la grabación... Tom no podía dar crédito a lo que oía. Sólo estaban sus llamadas pidiendo ayuda, pero ni rastro del niño. Rebobinó varias veces pero la cinta se cortaba en el preciso momento en que el aparato impactaba contra las aguas. No había habido ninguna respuesta a sus constantes peticiones de auxilio. Pero ¿entonces? ¿lo habría imaginado todo? ¿fue su subconsciente quien creó un personaje imaginario que le ayudara a reaccionar?.
Tom tuvo que vivir con esa incógnita pues jamás halló respuesta.


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La Foto del día: 17-10-2011 "Museo de la Pesca de Palamós"

Edurne Iza, Museo de la Pesca de Palamós
Palamós, está ligada al mar desde hace tanto tiempo, que no es necesario ponerle una fecha. De hecho, es probable que no exista un momento en el que la ciudad se vincule al mundo marino, puesto que de algún modo, nació y se ha consolidado, como enclave fundamental de la Costa Brava, precisamente por  y para el mar.
Conocido como Museo de la Pesca de Palamós, se inscribió con el número 140, en el registro de museos de la Generalitat de Catalunya, bajo el nombre de Cau de la Costa Brava-Museu de la Pesca, a principios de la década de los noventa del siglo pasado. Sin embargo, sus orígenes, se remontan al mes de Octubre del año 1920. Nació con la intención de promover el arte y la cultura y mantener vivas las tradiciones al tiempo que impulsaban el crecimiento de la villa hacia una nueva época. En su creación, contó con una colección, una exposición y una biblioteca y pronto se convirtió en referente cultural de la comarca. Personajes tan ilustres de la vida intelectual de la zona como Hug Sanner, Lluís Barceló i Bou, Francesc Vidal Palmada, Joan Baptista Camós, Francesc Marull, Josep Ayesta, Antoni Plaja, Ramon Vidal  y Artur Maria, fueron los precursores de la iniciativa que ha llegado hasta nuestros tiempos.
En la actualidad, el museo alberga numerosos proyectos, como la Cátedra de estudios marítimos y Documare, centro de documentación de la pesca y el mar; o el Espai del Peix, que intenta difundir el conocimiento y consumo de pescado en nuestra dieta. Reivindica la utilización en nuestras cocinas del pescado fresco, apelando a sus atributos nutritivos. Contribuye a acercar el trabajo y la realidad de los pescadores de nuestros días, mediante jornadas informativas y al mismo tiempo, impulsando un desarrollo pesquero sostenible y respetuoso con nuestros recursos naturales.
La fundación Promediterrània tiene una larga lista de objetivos, que podríamos resumir en gestionar e incrementar el patrimonio del Museo de la Pesca de Palamós y potenciar la difusión cultural de los conocimientos, que durante décadas se han ido acumulando, gracias a la activa y en muchos casos desinteresada, colaboración de expertos y ciudadanos de a pie. De algún modo, el éxito consiste en sensibilizar a las generaciones venideras acerca de las riquezas que albergan nuestros fondos marinos.
Podéis encontrar más información acerca del museo y sus diferentes proyectos y actividades en:



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