Estaba disfrutando de un espectáculo de acrobacias aéreas. El día era perfecto. Soleado, cálido y sin una sola nube molestando en el cielo. Dos avionetas de color anaranjado, se cruzaban en el aire, dejando tras de sí, estelas de humo que dibujaban su recorrido, subían y bajaban en picado, simulaban un choque en pleno vuelo y realizaban piruetas imposibles. El público estaba relajado, observando la magnífica exhibición. Su posición era perfecta, no sólo para no perderse el más mínimo detalle, si no para poder desempeñar su misión sin ser descubierto. Hacía un par de años que trabajaba para el servicio de espionaje químico-biológico. No es extraño que no hayáis oído hablar de él, puesto que su existencia forma parte de uno de los secretos mejor guardados de la mayoría de las naciones. Su labor, consistía en pasar desapercibido para poder obtener una determinada información, entregar un mensaje o incluso, en ocasiones, "persuadir" a alguien para ocultar un descubrimiento, que sus superiores consideraban perjudicial para el equilibrio de la humanidad. Para que me entendáis, estos descubrimientos, a menudo, estaban relacionados con fórmulas químicas, vacunas milagrosas o cualquier avance científico, que pudiera arruinar el negocio de más de un avaricioso empresario.
Hacía tiempo que quería dejarlo. No intentaré haceros creer que le remordía la conciencia. La verdad es que llevaba los suficientes años en el "negocio", como para saber cuándo algo no iba bien. Tenía indicios suficientes para saber, que la seguridad de la organización estaba comprometida y muy pronto dejaría de existir, tal y como él la conocía. Eso podía implicar una decisión drástica de sus superiores, que no estaba dispuesto a esperar obedientemente. Era el momento de desaparecer. De aprovechar los jugosos beneficios que había obtenido, durante sus más de veinte años de servicio y retirarse a disfrutar, en algún paraíso estratégicamente olvidado. En esta ocasión, se le había encargado localizar entre los asistentes al espectáculo, a un alto mandatario de una nación de las denominadas emergentes. Se encontraba de visita en Europa, ya que estaba punto de dar a conocer al mundo, el increíble descubrimiento de un equipo de investigadores de su país. Se trataba de una fórmula química capaz de elaborar de modo artificial diamantes más perfectos, cristalinos y robustos, que los que otorga la propia naturaleza. Era evidente, que había muchas personas, de impecable reputación, a las que no les interesaba que sus tan bien guardados y tan mal conseguidos stocks de brillantes, pasaran de valer millones, a ser considerados como simples baratijas. Habían sido capaces de manchar sus manos, con la sangre de muchos inocentes, para conseguir mantener en los mercados de valores el elevado coste de las piedras y ahora no estaban dispuestos a que un grupo de mentecatos idealistas, arruinara su negocio. Como parte de la agenda de actividades durante su visita, se encontraba la asistencia a la exhibición aérea, así que debía identificarlo entre la muchedumbre, conseguir que le acompañara y convencerlo de que no hiciera pública la fórmula. Sus instrucciones eran claras: "no importa los métodos que deba utilizar". Se acercó al objetivo, y comenzó a hablar con él. No parecía que acabaran de conocerse
- Ha tardado usted mucho, llegué a pensar que no aparecería
- Sólo esperaba el momento adecuado, no deje de sonreír por favor. Señale los aviones, finja que comentamos algo del vuelo. Luego cambie su gesto, fingiré que le encañono con una pistola por debajo de la gabardina. Piense que estoy apuntando a sus costillas,
- Claro...
- Ahora avance en la dirección que le marco con mi paso y recuerde, rostro de angustia
Avanzaron entre los despistados asistentes al acto y pronto se hubieron alejado lo suficiente. Se aproximaron a los muelles donde hidroaviones y helicópteros de salvamento, esperaban su turno para participar. Se instalaron en la cabina de uno de los aviones contraincendios. Verificaron la sujeción de sus arneses y acto seguido, el piloto tomó vuelo. Realizaron diferentes ejercicios ante los ojos fascinados del público que no cesó de aplaudir ni un momento. Una vez hubieron acabado, la aeronave giró y desapareció en el horizonte. No se reunió con el resto de aparatos, y aprovechó los primeros minutos de desconcierto para alejarse hasta cruzar la frontera norte. Allí, el político fue abandonado, fingiendo haber sido agredido, nuestro protagonista recibió la última y sustanciosa recompensa y subió a un avión hospital, donde un reconocido cirujano plástico le esperaba para cambiar su rostro y sus huellas dactilares. En pocas horas, comenzaría su nueva vida. Al despedirse cruzaron unas breves palabras:
- Permítame que le pregunte ¿por qué ahora? ¿qué le ha llevado a retirarse?
- Señor mío, no es que me haya vuelto honrado de pronto -afirmó con una sonrisa cínica- es que un jugador inteligente, debe saber cuándo retirarse y yo, como mi brillante calva anuncia, no tengo un pelo de tonto.
Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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