Así es señoras y señores. Nos encontramos en una época en la que pensar, parece ser un derecho exclusivo del gran capital. De esos mismos empresarios y políticos, que han hecho recorrer al mundo la senda de la globalización. Los que han conseguido, que determinadas empresas, se conviertan en gigantescos monstruos, capaces de acaparar los mercados internacionales. Quienes han hecho posible, que nuestras ciudades estén salpicadas de centros comerciales, clones unos de otros. En los que entras y resulta muy complicado distinguir, si se está en Barcelona, Madrid, Bilbao, Valencia, Liverpool, Manchester o Dublin porque se mire hacia donde se mire, se encuentran las mismas marcas, la misma estética comercial y de producto. Durante algún tiempo, la globalización nos ha cortejado. Muchos han coqueteado con ella, se han dejado engatusar por sus indiscutibles atractivos. Sin embargo, tras la explosión de la burbuja inmobiliaria, la crítica situación de la economía internacional y el empobrecimiento masivo y vertiginoso de gran parte de la población mundial, el virus de la indignación, se propaga de un modo imparable. Resulta, cuando menos curioso, que aquellos que han favorecido la globalización como única forma de entender los negocios, se lleven ahora las manos a la cabeza, al comprobar, que también la indignación puede ser globalizada. La otra cara de la moneda, está representada por aquellos que bebieron los vientos de la bonanza y ahora sufren sus nefastas consecuencias.
En el fondo, la época que nos está tocando vivir, no se diferencia tanto de la feudal. Entonces, los nobles, podían ejercer el derecho de pernada, ahora hemos evolucionado y se nos permite disfrutar de una relativa comodidad, el tan manido estado del bienestar, pero a cambio, no se nos exige sacrificar el honor y la noche de bodas, si no buena parte de nuestra actividad cerebral. No debemos sacar nuestras propias conclusiones, ni detectar los fallos del sistema. Tan "sólo" comportarnos con obediencia y diligencia. La reivindicación, la protesta o la simple sospecha de que algo no va bien, cuando los bancos obtienen más y más ayudas económicas tras haber cerrado sus ejercicios, con beneficios de cifras indecentes, mientras el ciudadano de a pie pierde sus viviendas, sus puestos de trabajo y no llega a fin de mes, es más que suficiente, para ser considerado individuo molesto.
La foto que os mostramos hoy, fue tomada durante la manifestación celebrada en Barcelona, el pasado domingo día 16 de Octubre y que se repitió, durante ese mismo día, en cientos de ciudades de todo el mundo.
"Pienso... Luego estorbo", es la trágica versión, de la famosa frase de Descartes, que podría resumir la época en que vivimos. Entonces... ¡Estorbemos!.
Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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Pedazo de artículo Oni! llevaba varios días un tanto "out" pero vuelvo a estar por aquí para alabar vuestro trabajo. Great!!
ResponderEliminarUn beso a las dos
Vicky
Hola Vicky, que bueno tenerte de regreso. La verdad es que son necesarias las voces de protesta, el derecho a réplica, la solidaridad. Nos ha tocado vivir una época difícil pero... Que les pregunten a nuestros abuelos y nos responderían ¿Y qué época no lo ha sido?
ResponderEliminarUn besote