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La Foto de la semana 06-04-2014: "Historia en venta"

Heredó la casa de su padre y éste del suyo. Construyó un hogar y una familia. El amor y la armonía reinaron durante muchos años. Llegaron los niños. Crecieron sanos y fuertes y fueron felices en una casa humilde pero repleta de cariño. Los adolescentes se hicieron hombres y abandonaron la casa familiar. Crearon sus propias vidas. Los adultos se convirtieron en ancianos y las enfermedades llamaron a su puerta, acosaron su existencia en una batalla sin cuartel que terminó como todas las guerras, en muerte, desolación y silencio.
Hoy es sólo un amasijo de piedras semi derruidas, hierros oxidados y salvaje vegetación abriéndose paso para recuperar un espacio que tiempo atrás le perteneciera. 
¡Hagan sus pujas! aquí y ahora, se cotiza barata una historia que en realidad no tiene precio. La de una familia, las vidas de varias generaciones. Un ADN que desaparecerá para dejar paso a un centro comercial, una cadena hotelera o quizá un elegante edificio de apartamentos.
Así, con un cartel blanco y un número de teléfono es como se pone una historia en venta.



Fotografía: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza

Puedes descargarte esta fotografía libremente. La única restricción es su venta y/o el uso lucrativo de la misma. No olvides que toda obra pertenece a su autor, haz un buen uso de ella.

La Foto de la semana 16-03-2014: "Anonimato perdido"

Hacía tan sólo unos días que había regresado de Hollywood. Como cada año la alfombra roja se había llenado de celebridades, de vestidos impresionantes y de cientos de fotógrafos y periodistas dispuestos a obtener la mejor toma de la ceremonia. A pesar de que todas las encuestas le apuntaban como claro ganador de la estatuilla al mejor actor, una vez más su nombre no terminó la tan repetida frase de "And the Oscar goes to..." La prensa siempre especula en este tipo de situaciones. Hubo quienes aseguraron que se había refugiado en su mansión europea y que estaba sumido en una profunda depresión, manteniendo su mente en blanco a base de barbitúricos y alcohol. Otros imprimían historias absurdas acerca de ataques de ira hacia la Academia y el ganador justificadas con la superficial excusa del carácter caprichoso de los artistas.
La realidad era mucho más sencilla que todo eso. Conocedor del mecanismo del certamen, tras el fallo del jurado quedó decepcionado pero no sorprendido. Su película era demasiado explícita, nada diplomática y políticamente muy incorrecta. Él se sabía perdedor mucho antes del inicio de la noche mágica del cine. Por lo tanto, cuando los focos se apagaron y enrollaron la alfombra, se retiró a un pueblecito de la costa a practicar su segunda pasión después del cine, el piragüismo. Tenía una casita escondida en las montañas y pasaba horas paleando por las tranquilas aguas que bañaban los alrededores. A menudo se llevaba un libro y se quedaba flotando durante horas en su canoa en el medio de la nada, disfrutando de la naturaleza y del relax del anonimato.
Aquella mañana soleada no se percató de la presencia de un paparazzi. Desde lo alto de un puente tomó varias instantáneas del actor en su piragua. A los pocos días, mientras se dirigía al pueblo para desyunar, le sorprendieron las portadas de varias revistas asegurando su estado mental inestable aparentemente confirmado por numerosos testigos que le habían visto ingerir alcohol y drogas y deambular por las calles de la localidad desorientado y sin rumbo fijo.
El camarero del bar le sirvió, como siempre, un café con leche con la leche muy caliente y un croissant recién hecho y con sorna y la familiaridad de atenderle cada día durante años le dijo, tenga le sirvo su coctel antidepresivo. Acuérdese de romper unos cuantos vasos e insultar al resto de clientes antes de marcharse.
Ambos sonrieron con sorna y el artista continuó disfrutando de su desayuno a la francesa y es que cuando "firmó el contrato" para convertirse en famoso sabía que de algún modo perdía su vida privada, su reputación y por supuesto, su anonimato.


Fotografía: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto de la semana 09-03-2014: "Cap Roig. Destino: Yo"


Cada verano, en un paraje tan singular como atractivo, situado a mitad de camino entre las localidades gerundenses de Palafrugell y Mont-Ras, los jardines de Cap Roig albergan un festival de música que atrae a miles de visitantes. Muchos acuden a la llamada de artistas consagrados, otros enamorados del paisaje idílico de la zona y todos, una vez allí, sucumben a los encantos de tan paradisíaco enclave.
Cuando me encargaron formar parte de la organización del evento me sentí un tanto confundida. En mi larga experiencia profesional nunca había participado en un acontecimiento de este estilo. A primera vista me resultaba demasiado silvestre. Muy lejos del glamour urbanita de cemento y cristal del que tan orgullosa me sentía de formar parte indispensable. Así que de mala gana cogí mis maletas y me instalé en un hotelito que en su página web definían como "con encanto y vistas al mar". La primera noche no pude dormir. Desde la amplia cama de mi habitación no escuchaba el murmullo del tráfico, las voces de los viandantes nocturnos en fase etílica de exaltación de la amistad ni los camiones de recogida de basura limpiando las vergüenzas de los cientos de miles de elegantes ciudadanos. Así, con las primeras luces del alba, me vestí con unos tejanos viejos y una camiseta raída, me escondí tras mis gafas de sol de Prada y decidí acercarme a la cala que rodeaba el hotel. Me senté en una piedra echando de menos el CO2 de los escapes de los coches, los gritos de los conductores histéricos por avanzar diez metros y el aroma de café recién molido. Pensé que mi imaginación me jugaba una mala pasada cuando fue precisamente ese aroma tan agradable y matutino, el del café tostado, el que invadió mi pituitaria. En un acto reflejo me giré y allí estaba él. Un anciano con la piel tan curtida como las rocas en las que estaba sentada, con el color del cielo de una tormenta de invierno en sus ojos y portando dos tazas despostilladas con humeante café. Me acercó una de ellas y me dijo
- Buenos días, le he visto desde la ventana del hotel y por su aspecto, he pensado que  necesitaba un buen café. Mi nombre es Ismael.
- Buenos días Ismael, la verdad es que me ha leído usted el pensamiento, muchas gracias-dije mientras tomaba la taza entre mis manos- mi nombre es...
- Sí, la conozco, es la diva de la organización de eventos... otra pobre víctima- masculló el viejo con sorna y una sonrisa de medio lado que otorgaba a sus ojos de tormenta un aspecto aún más salvaje y enigmático-
- ¿Disculpe? -dije con enojo-
- No se ofenda, he visto ya muchos y muchas como usted. Llegan obnubilados con sus ropas de marca, sus perfumes caros y sus agendas frenéticas. No pueden dormir, añoran la urbe. Señorita, desde el primer momento que ha descendido usted a la cala, ha sido atrapada. Aún no se ha dado cuenta, pero el océano está susurrando canciones de amor en sus oídos. Las rocas se encargan de crear el eco que repita sus palabras por si no las entiende la primera vez. Las aves marinas vigilan para que usted esté a salvo, el cielo cambia de azul a malva y las plantas del jardín botánico se encargan de perfumar el ambiente. 
- ¡Tonterías! -dije enojada y con gesto casi grosero- Gracias por el café.
Me marché airada pensando que había ido a toparme con el viejo loco del pueblo. ¿Porqué me tienen que pasar estas cosas a mi? -pregunté para mis adentros-.
Al oscurecer me acosté con el miedo de que el insomnio de la noche anterior se repitiera. Sin embargo, a los pocos minutos comencé a escuchar el murmullo del mar acariciando las piedras de la cala. Un profundo perfume inundó mi habitación y no pude resistir la tentación de saltar de la cama y abrir la ventana de par en par. Me choqué con una luna inmensa que casi podía atrapar entre mis manos, reflejada en la inmensidad infinita y ondulada del océano. Cientos de estrellas traviesas jugaban a brillar y desaparecer en el techo de aquel mundo de cuento al que sin querer y como había pronosticado el anciano me había trasladado sin remedio. De pronto la infinita soledad de aquel paraje perdido se transformó en libertad para cuerpo y alma. Los sonidos salvajes de la naturaleza, en dulces arrullos de amor. Me sentí como si hubiera descubierto un mundo a todo color tras una cortina en blanco y negro. Como la primera mujer en pilotar un avión, en pisar la luna. Viajé a Neverland, al mundo de Oz, Brigadoon, Atlantis, Camelot, Wonderland, Narnia... sólo por abrir una ventana. De pronto, mi mundo de Dior, Chanel y Prada, de tráfico y ejecutivos agresivos parecía tan ordinario, tan vulgar... Una copia barata de la verdadera fantasía.
Pasaron las semanas y con ellas mi colaboración en la organización del festival. Fue el mejor evento de mi vida. En realidad fue el evento que cambió mi vida. Liberó mi alma de prejuicios y desde entonces conduzco el coche de mi futuro sin semáforos ni atascos... Rumbo a mí. Destino: Yo.




Fotografía: Edurne Iza 
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto de la semana 16-02-2014: "Girasoles ¿sabías qué?"


¿Sabías qué los girasoles sólo miran al sol cuando son jóvenes?. Una vez que crecen y maduran, se quedan en una posición fija, mirando hacia el Este, por donde sale el sol. ¿Y durante la noche? Pues por la noche se inclinan y realizando movimientos al azar. Cuando amanece y sale el sol de nuevo, la flor se volverá a orientar hacia él, empezando el ciclo.

¿Y cómo se mueven? Los girasoles disponen de unas células motoras justo debajo de la flor que se alargan y encogen para orientar la flor hacia el sol. De esta manera se consigue que la flor reciba más luz del sol cuando es joven.
La disposición de sus semillas no es al azar, sino que sigue un patrón matemático, relacionado con el ángulo de Fibonacci, que deriva del número áureo. 



Fuente: http://museodelaciencia.blogspot.de/2012/11/por-que-los-girasoles-miran-al-sol.html
Fotografía: Edurne Iza
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La Foto de la semana 09-02-2014: "Practica el rosing"



Indiscutible es a estas alturas la belleza de la que se ha erigido en emblema del amor por excelencia, la rosa. Todo empezó allá por las antiguas Grecia y Roma cuando las diosas del amor Venus y Afrodita eran representadas junto a rosas de color rojo. Se asociaba la delicadeza, ternura y suavidad de los pétalos de esta hermosa flor con la peligrosidad y violencia de las espinas ya que cuando hablamos de sentimientos, la frontera entre la felicidad y la amargura, entre el placer y el dolor es tan frágil como la flor que los simboliza.

Parece ser que Afrodita era capaz de enamorar a un hombre con tan sólo mirarle a los ojos. Hoy en día este don no nos convertiría en diosas si no en portadoras de la  más espantosa maldición. Afrodita vivía en un palacio rodeada de sus sirvientas y damas y los momentos de su vida en los que estaba en contacto con otros humanos solían ser grandiosas fiestas a las que acudían los más bellos caballeros. En esas circunstancias, enamorarse por solo una mirada, puede ser incluso conveniente. Pero traslademos los poderes de Afrodita a nuestra vida actual. Siete de la mañana, metro abarrotado de currantes que llegan tarde al trabajo... Pues ya tenemos a Afrodita mirando al suelo o con gafas de sol a lo Paris Hilton, porque como a la fauna masculina que frecuenta el metro a estas horas le dé por caer rendida a sus pies en plan masivo, ni las estrategias de evacuación de los americanos después del 11S salvaban a la pobre Afrodita del apuro. Supongo que de ahí vino el recurso de las espinas...

En fin, sin irnos por las ramas, la rosa sigue siendo una de las flores más bellas y cotizadas por enamorados de todas las culturas y edades. Mi consejo de hoy... Practica el rosing!


Fotografía: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto de la semana 02-02-2014: "La galería de los sentidos"

El día había sido emocionalmente intenso. Necesitaba relajarme y desconectar mi cerebro de tanta frustración. Encaminé mis pasos hacia mi galería favorita. Había una exposición de fotografía en blanco y negro que no podía dejar pasar. Mis expectativas se vieron superadas con creces en el instante en que, sin darme cuenta, me quedé boquiabierta frente a una imagen, escudriñando las líneas, las sombras, los matices... Mi corazón palpitaba a mayor velocidad y diría que incluso mi respiración cambió de ritmo. Era una flor sublime. 
Una voz pausada y agradable que llegó a mis oídos desde la parte trasera de la sala  rompió mi concentración.
- Hermosa ¿verdad?
- Es magnífica -repuse sin siquiera darme la vuelta-
- Sí. Eso he imaginado al sentirla.

La respuesta del desconocido me desconcertó y me giré para intentar comprender. Entonces vi que sus ojos estaban cubiertos por una película blanca, como una cortina. Moví mis manos frente a él y comprobé que efectivamente era ciego. Atónita le pregunté:

- ¿Cómo ha sabido que yo...?
- ¡Ah! eso... Desde que tuve el accidente frecuento exposiciones. Con los años he aprendido a ver las obras de arte a través de las emociones de los visitantes. Usted consiguió transmitirme los sentimientos que esta fotografía le estaba inspirando. Ya no puedo ver el arte utilizando mis ojos y sin embargo puedo sentirlo a través de personas como usted. Gracias.

Regresé a casa paseando. Reflexionando sobre lo humano y lo divino. Cerré tras de mí la puerta del apartamento, me dirigí al dormitorio y saqué del armario un pañuelo de seda que enlacé alrededor de mi cabeza asegurándome que cubría mis ojos por completo. De pronto escuché sonidos hasta ahora imperceptibles, olfateé rastros y toqué texturas en las que nunca había reparado. Me senté en el sofá durante quien sabe cuánto tiempo y sonreí... Gracias a ti por abrirme los ojos, pensé.




Fotografía: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto de la semana 26-01-21014: "Bolinus brandaris"



Se trata de una concha de unos 8 cm de longitud. El canal sifonal es largo y recto, tanto que puede suponer la mitad de la longitud total de la concha. Es bastante robusto y con grandes espinas dispuestas en hileras alrededor de la concha. Presenta unas 6 vueltas, siendo la última mucho más ancha que las demás. El animal presenta un opérculo córneo en el pie. Habita en fondos arenoso-fangosos o detríticos, cerca de las rompientes del Mediterráneo y Atlántico oriental. Se reproduce al final de la primavera poniendo los huevos en nidos blanquecinos esponjosos. Es un molusco depredador y carnívoro, se alimenta de otros moluscos, bivalvos o gasterópodos. De sus glándulas branquiales los antiguos fenicios extraían el tinte púrpura que sirvió para teñir las vestiduras de las clases superiores (emperadores, reyes y sacerdotes), siendo muy apreciado en la antigüedad y valiendo más que el oro. Concretamente, se necesitaba un kilogramo de glándulas para proporcionar 60 gramos de tinte, y se necesitaban 200 gramos para teñir un kilogramo de lana. Y para obtener un kilogramo de glándulas, se necesitaban,en vivo, unos 50.000 ejemplares de cañaílla. Una vez procesado, por un gramo del tinte se pagaban entre 10 y 20 gramos de oro. 
La Torá prescribe que todas las vestiduras que tengan cuatro puntas, deben tener unos flecos en cada una de las puntas con uno de los hilos teñido de un matiz celeste del tinte.
De esta industria fenicia, que también se llevaba a cabo en las colonias occidentales de las Gadeiras o Islas Gaditanas (Gadir, Cimbis, Puerto Menesteo etc.). 


Fuente Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Bolinus_brandaris
Fotografía: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto de la semana 19-01-2014: "Tonelete y el barril número cincuenta"


Erase una  vez un anciano que fabricaba barriles de madera. Se trataba del artesano más viejo de la aldea y la fama de sus barriles llegaba hasta más allá del río Helado. Sus vecinos le llamaban cariñosamente Tonelete. Un día de primavera un emisario del Rey se personó en su taller y realizó un encargo en nombre del soberano. 
- Para cuando caigan las primeras nieves, deberás hacer entrega en el castillo, de cincuenta barriles del mejor y aromático roble para alojar los nuevos vinos del monarca -dicho lo cual deslizó unas monedas sobre la mano curtida del viejo concluyendo- sirva esto como adelanto del pago. Recibirás el resto a la entrega del pedido.
- Disculpad mi osadía buen hombre pero las primeras nieves llegarán en tan sólo unas pocas semanas y con este dinero no alcanzaré ni a adquirir los materiales básicos, ya no hablemos de semejante cantidad de madera de tamaña calidad.
- ¡Cómo osas discutir el deseo del Rey! -bramó al tiempo que propinaba un tremendo puñetazo en la mandíbula del anciano que le hizo caer de rodillas al suelo-

Acto seguido, montó en su caballo y desapareció dejando al hombre herido y apesadumbrado.
No era la primera vez que los caprichos del soberano habían llevado sufrimiento a la aldea y todos sabían que no había más opción que satisfacer al caprichoso Rey. Así que, sin pensarlo más Tonelete se hizo con un hacha, tomó su carro y al viejo burro Tomás y se dirigió al bosque a talar tantos robles como fueran necesarios para su labor. Pasó varias semanas durmiendo a la intemperie hasta conseguir la madera. Cuando Tomás y él regresaron al taller, no perdió un segundo en ponerse a cubicar la madera, cortar, cepillar, pulir... trabajó sin descanso día y noche hasta que sus manos sangraron y sus ojos perdieron las pestañas. 

Trabajaba ya en el barril número cincuenta cuando cayeron los primeros copos de nieve. Tonelete se apresuró aún más. Sabía que los hombres del Rey llamarían a su puerta en cualquier instante. Habían pasado apenas unas horas cuando el resoplar de los caballos le hicieron parar para asomarse a la ventana. Allí estaba el mismísimo monarca acompañado por su escolta personal. Tonelete abrió la puerta satisfecho pues acababa de terminar el último barril. Cuando el soberano le preguntó si su encargo estaba listo, el anciano contestó:

- Mi señor, acabo de terminar el barril número cincuenta. Sólo me falta la tapa, pero para la caída del sol, puedo tenerla preparada.
- ¿Insinúas, que yo, el Rey, debo esperar hasta la caída del sol porque tú, miserable pordiosero no has sido capaz de cumplir con tu tarea?
- Mi buen Rey, no he querido decir eso. Es más, yo mismo puedo llevarle la tapa a palacio en cuanto esté terminada.
- Bien, creo que no soy el único que se ha percatado de la ineptitud de este viejo -vociferó amenazante mirando a sus soldados. Luego suavizó el tono y con gélida indiferencia sentenció- Matadle.

Tonelete intentó escabullirse pero doce espadas del más fino acero atravesaron su cuerpo desde todos los ángulos posibles, antes de que pudiera tan siquiera cruzar el umbral. 

El malvado soberano hizo llevar a su castillo los cuarenta y nueve barriles terminados y abandonó en el bosque el barril número cincuenta. 

Los más ancianos cuentan que ese invierno fue de los más fríos que se recuerdan y que cierta mañana que el Rey salió a cabalgar por los bosques de la región, sufrió un misterioso accidente y apareció degollado con medio cuerpo dentro del barril número cincuenta. Para cuando su cadáver fue encontrado, había perdido toda la sangre que se había vertido en el sólido y bien acabado tonel. El cuerpo fue recogido y enterrado, pero nadie se atrevió a tocar el barril ni la envilecida sangre del monarca. 

 La sangre se resecó adhiriéndose a las paredes interiores del tonel y en el fondo del mismo quedó dibujada la palabra "Justicia". Cuentan que aún hoy, al otro lado del río Helado, el barril permanece intacto en claro homenaje a su creador, el gran Tonelete.

Y colorín colorado...



Fotografía: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto de la semana 12-01-2014: "El túnel de los secretos"


El señor Piedrafría tenía una sólida reputación. Haciendo honor a su apellido proyectaba una imagen de tipo duro con actitud gélida y distante. Sin embargo, Pietro Piedrafría, ocultaba un secreto. De existir metódico, Pietro pasaba ocho horas al día rellenando formularios y sellando documentos en una oficina bancaria. Sus compañeros desde hacía más de quince años, apenas lo conocían. A la luz de la sociedad, era un hombre invisible, inaudible e insensible. Nadie sabía que 365 días al año, Piedrafría al finalizar su jornada laboral, abandonaba el despacho sin que nadie lo echara en falta. Caminaba con paso regular hacia el mar e invertía el resto de la tarde hasta que la luz del sol desaparecía por completo del firmamento, en recorrer los antiguos túneles de vigilancia que rodeaban la ciudad, erigiéndose en testigos ancestrales del acoso que ésta sufriera en la antigüedad por buques pirata y osados conquistadores que, por fortuna, siempre fracasaron en su intento, y que hoy constituían uno de los mayores atractivos para los amantes de los paseos histórico-naturo-culturales. Algunos tramos pasaban bajo tierra, otros regalaban vistas escarpadas al carácter indómito del mar. Los túneles podían transportar a los paseantes a un tiempo pasado. A un tiempo imaginario. A un tiempo mejor.
Pietro siempre realizaba el mismo recorrido. Llegaba hasta una suave curva iluminada por dos ventanas horadadas en la piedra y protegidas por sendos barrotes horizontales. Justo en el punto medio entre ambas ventanas, se guardaba el mayor y más profundo secreto de nuestro protagonista. El motivo de su, en apariencia, indolora tristeza, de su vida sin palpitar estaba grabado en una piedra casi cuadrada, en la cara interna de la pared exterior del túnel. Enverdecido por el paso de los años y el salitre del mar, dibujado a cuchillo con más amor que destreza, podía distinguirse un corazón, que redondo y voluptuoso, acogía dos iniciales. P y L. Pietro y Luna. Luna, el gran amor de Piedrafría que dejó de existir presa de las fiebres en una fría y oscura noche de invierno. Noche sin luna. Vida sin Luna. En realidad, Pietro murió en el mismo instante en que su amada respiró por última vez. Su futuro quedó atrapado en aquel corazón grabado en el túnel de los secretos. Su presente, en el escritorio de la oficina bancaria donde a nadie le importaba si se sentaba o no.
Como cada noche, cuando la luna se miró presumida en el espejo del océano, disfrutó por unos minutos de la cita con su amada para iniciar después, encorvado por el peso de los recuerdos, el camino de regreso a su eterna rutina. A su condena intemporal.



Fotografía: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto de la semana 05-01-2014: "Madera de sueños"

Era invierno. El día después de una gran tormenta de viento, lluvia, truenos y relámpagos. El sol había decidido asomar tímidamente en un cielo que se debatía por aparecer azul pero no conseguía más que un tono gris plomizo. Decidí pasear. No tenía nada mejor que hacer. La tempestad había dejado muestras de su paso por toda la playa. Ante mí, un enorme tocón, que sin duda, en algún momento, en algún lugar, había dado vida a un gran árbol. No pude evitar la tentación de subirme sobre el trozo de madera reseca y balancearme haciendo presión con ambos pies, cuando me pareció escuchar una vocecilla ahogada:

- ¡Piedad!, ¡Piedad!

Miré a mi alrededor atónita. Intentando comprender de dónde procedía el sonido. Al no encontrar su procedencia, decidí continuar con mi entretenimiento y volví a juguetear con el tronco. De nuevo escuché los gritos, esta vez aún más angustiosos.

- ¡Por favor, por caridad, acaba con mi sufrimiento!

Un tanto asustada, me bajé de la madera y comencé a inspeccionar con detenimiento el objeto. Di la vuelta completa y cuando estaba husmeando por la zona de las raíces vi que una de ellas no estaba seca del todo, de hecho ¡Se movía! Me froté los ojos intentando convencerme de que no me había vuelto loca y entonces descubrí que la pequeña raíz tenía cara. Dos vivarachos ojillos y una boca redonda que se movía diciendo "ayuda, ayuda".
Incrédula decidí responder, con la esperanza de comprobar que todo había sido un efecto óptico, unas gotas de imaginación y el ulular del viento que me habían jugado una mala pasada. 

- ¿Hola?
- ¿Vas a quedarte ahí parada o piensas echarme una mano?
- Pero eres un tronco seco ¡los árboles no hablan!
- ¡Ay! humana de poca fe. Soy un árbol, sí. Pero no uno cualquiera. Procedo del bosque encantado. Más allá de donde alcanza tu vista. Mi desgracia comenzó el día que un hombre llegó al bosque. Su codicia por vender la madera de mis hermanos, le llevó a talar a la mayoría de nosotros. La Madre Naturaleza se enfadó tanto al enterarse que desató una tormenta nunca vista con anterioridad, pero antes, me encargó una misión muy especial. Me nombró responsable de crear un nuevo bosque encantado. Yo debería escoger el lugar y el momento. Así que con su fuerza prodigiosa generó un tornado, me arrancó de cuajo y me lanzó al mar. Floté durante días, semanas tal vez. Las ballenas y los delfines me ayudaron a alcanzar esta orilla. Aquí he permanecido varios días, a la espera de una señal que me indicara cómo continuar con mi misión. Ahora creo que se cómo.

Completamente imbuida en la surrealista conversación, contesté:

- ¿Ah sí? Y ¿cómo piensas hacerlo?
- ¡Tú me ayudarás!
- ¿Yo? ¡Ni lo sueñes! Además, ¿Cómo diablos podría yo ayudarte? ¡Qué tontería!
- Muchos han pasado por aquí. La mayoría me han ignorado. Unos pocos han reparado en mi presencia, pero tras echar un ligero vistazo ni siquiera han escuchado mis gritos. Sin embargo, tú, me has visto, me has oído y llevas diez minutos hablando conmigo ¿No te parece suficiente prueba de que tú eres la elegida?
- Bien. Suponiendo que así sea ¿Qué debería hacer?
- ¡Ayudarme a encontrar un lugar para replantar el bosque encantado!

Sin poder creerme lo que estaba haciendo, miré a mí alrededor. Arena infinita a izquierda y derecha. A la espalda colinas llenas de urbanizaciones y casas lujosas con jardines emperifollados y criadas con delantales de puntillas. Al frente… El mar.

- ¡Ya lo tengo! Situaremos el bosque en el medio del mar.
- ¿Y esa es la mejor idea que se te ha ocurrido? ¡Pues vaya ayudante que me he ido a buscar!  -Con gesto dramático la raíz miró al cielo y exclamó- ¡Madre Naturaleza, ilumíname!

En ese momento un rayo tan luminoso como vertical, partió el horizonte y atravesó el mar allá donde el agua se unía con las nubes. Y la raíz, continuando con su teatral comportamiento, se onduló en una reverencia casi imposible al tiempo que decía con suavidad:

- Gracias. Así se hará. –luego con tono condescendiente, continuó- Está bien humana. Parece que tu idea no es tan mala después de todo. ¡Sube, tenemos una misión que cumplir!

Por increíble que parezca, arrastré el tronco hasta la orilla y cuando conseguí que flotara, me subí sobre él. Aprovechamos la resaca para introducirnos mar adentro. Utilicé manos y pies  para avanzar animada por los gritos incesantes de mí, ya por entonces, nueva amiga. Perdí la noción del tiempo. Sólo sé que la playa se veía ahora como una fina línea en el horizonte. Estaba en mitad del océano subida en un trozo de árbol seco, guiada por una raíz parlante. Sin embargo, no tenía miedo. Sentía una sensación de plenitud para la que sólo encontré un  nombre. Libertad.

- Hemos llegado. Aquí es donde el bosque encantado debe renacer ¿Y ahora? –dije con la lejana esperanza de recibir una respuesta-
- Ahora esperemos una señal.

Pasaron horas. El sol buceó en el océano. Las estrellas comenzaron su bailoteo intermitente alrededor de la luna y yo me quedé dormida, mecida por el vaivén de las aguas y observando la inmensidad.

- ¡Despierta! ¡Despierta!

Sobresaltada pegué un salto y cuando ya esperaba sumergirme en las aguas saladas que me rodeaban, aterricé en un prado de hierba verde y mullida que amortiguó mi caída. Junto a mí un árbol infinito de tronco robusto y cientos de ramas frondosas que acariciaban las nubes. Prados vestidos de flores de mil colores, incontables especies arbóreas, animalillos de todos los colores y tamaños. Era como despertar en el paraíso. Se respiraba alegría, vida, salud. Miré con detenimiento y la pequeña raíz asomaba tímidamente junto al gran árbol. Sin decir nada, me regaló la sonrisa más sincera que jamás haya visto y se hundió para siempre en la tierra.

Me hubiera quedado allí sin más pero en el fondo de mi ser sabía que mi aventura llegaba a su fin. Una libélula revoloteó frente a mis ojos y me pareció que me invitaba a recostarme entre las raíces retorcidas del gran árbol. Obedecí.

- ¡Señora! ¡Señora! ¿Se encuentra bien?
- Sí, pero ¿dónde estoy?
- ¡Me ha dado usted un susto de muerte! Estaba paseando a mi perro y la he encontrado aquí tirada en la arena con la cabeza en este tronco seco. Creo que debió tropezar y se ha dado un mal golpe. A saber cuánto tiempo lleva inconsciente. Deberíamos llamar a una ambulancia.
- Muchas gracias, me encuentro perfectamente. Estaba cansada y decidí recostarme un rato. He tenido un sueño precioso. Extraño, pero maravilloso. He soñado que… Era libre.



Fotografía: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La foto de la Semana 29-12-2013: "Solitaria multitud"


En estos días festivos es habitual ver recorrer las calles de nuestras ciudades a cientos de personas, cargadas de paquetes de regalo, de obsequios navideños. Pero también, desde el confort y el calor del hogar y la familia, no puedo evitar escudriñar en los rostros de algunas de esas personas que me cruzo a diario y descubrir una profunda y dolorosa soledad. 
Es cierto, en las ciudades vivimos en comunidad, casi masificados en algunos momentos. Sin embargo, la soledad es uno de los ciudadanos más habituales. En realidad creo que existen varios estados diferentes. El ermitaño, que escoge la soledad como quien decide el color de sus zapatos, en cuyo caso, no creo que debamos definirla como tal si no como una situación de tranquilidad y paz interior. Luego está quien daría todo por estar acompañado, pero no encuentra a nadie con quien compartir su vida. Ironías del destino, cuanto más se esfuerzan estos individuos por hallar a la persona especial, más infructuosa resulta la búsqueda. 
No podemos olvidar a los que ignoran que están solos. Viven en familia, tienen actividades y amistades, son extrovertidos, siempre están rodeados de personas y sin embargo, sólo llegan a descubrir lo solos que están cuando necesitan un hombro en el que llorar, un consejo o una palmadita en la espalda. 
Por último tenemos a quienes estando físicamente no acompañados, jamás se sienten solos. Entran, salen, tienen  hobbies, amigos... pero viven solos y felices.

Se acerca el final del año y  tenemos la costumbre de reflexionar y hacer balance. Pienso que nuestra civilización nos ensena a luchar, mejorar, progresar, estudiar, ganar enamorarnos, crecer... pero no nos ensena a perder, a estar solos o morir. No nos ensena que a veces un paso atrás sirve para dar un salto adelante. No nos explica que en ocasiones, estar a solas con nuestros propios pensamientos nos da la clarividencia de tomar la decisión adecuada. Nadie repite lo suficiente que la muerte es lo único seguro que tenemos al nacer y que por tanto cada minuto de vida es un regalo. Que equivocarse es parte del proceso vital. Que sólo somos quienes somos por lo bueno y malo que hemos vivido. Que no vale arrepentirse, sólo mirar adelante. Que no sirve auto compadecerse, sólo continuar luchando. Que el último soplo de vida y el pensamiento final que recorra nuestro cerebro será uno de los instantes más íntimos de todo ser humano y en ese instante, que también llegará para mi algún día en algún lugar, sólo deseo desaparecer pensando que no me dejé nada en el tintero. 

Dedicado a los que sufren y disfrutan. A los que aman y odian. Aciertan y se equivocan.
Dedicado a ti y a mí. 
A todos los que están dispuestos a exprimir 2014 en modo 365/7/24/60.


¡Feliz Año Nuevo!


Fotografía: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto de la semana 08-12-2013: "Sigue tensando"


-¡Sigue tensando! ¡Sigue tensando!
Y obediente el muchacho forzó las cuerdas que rechinaban entre las pastecas hasta que su padre realizó un gesto con la mano indicando que ya era suficiente. 
Con un enorme bocadillo cada uno, se sentaron a descansar sintiendo el salitre en sus rostros. Era invierno y hacía frío, pero estando junto a su padre, disfrutando de un domingo en alta mar y con el suculento almuerzo entre sus manos, la temperatura más gélida se tornaba tibia y agradable.
Cuando hubieron terminado de comer, el hombre decidió compartir con su retoño un poco de filosofía de la vida.
- Las cuerdas son como las personas. Si las dejas sueltas, libres, sin ninguna atadura, no sirven para nada. Se quedan enroscadas en un rincón acumulando polvo. Si las estiras en exceso, son capaces de aguantar esa tensión durante unos minutos, pero luego sus hebras ceden y saltan en mil pedazos, dejando la situación mucho peor que al principio. Sin embargo, si les aplicas la fuerza exacta para que se tensen en la medida adecuada, y luego les dejas descansar, entonces te darán lo mejor de sí mismas. Trabajarán durante años y cumplirán su cometido sin rechistar. Igual que las personas.
- Pero padre, las personas no pasan por una pasteca ni se estiran... No entiendo.
- Según cómo lo mires hijo. Los obreros que van a la fábrica a las cinco de la mañana ¿crees que lo hacen por gusto? No, por un salario. Los oficinistas que soportan el despotismo de su jefe ¿lo hacen por gusto?. No, por dar una vida mejor a sus familias. ¿Los pescadores que retan a la mar cada día? ¿Los agricultores que luchan contra las malas cosechas?.
- Ya lo entiendo padre. ¿Y que sucedería si todas las cuerdas del universo se revelaran al unísono?
- Que el equilibrio de la naturaleza se rompería y el mundo tal y como lo conocemos desaparecería.
- ¿Y cómo sería ese nuevo mundo?
- Uno sin seres humanos hijo mío.

El padre abrazó a su hijo y en silencio continuaron disfrutando del mar, las cuerdas y la vida misma.



Fotografía: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza

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La Foto de la semana 01-12-2013: "Mirada al futuro"



Dicen que en invierno, cuando la nieve cubre los campos y el hielo las cortezas de los árboles, si asomas la mirada por uno de los huecos que los troncos forman en su recorrido hacia las nubes, puedes ver tu futuro.
En ocasiones la incerteza nos acecha. No somos capaces de discernir cuál será la decisión correcta. Si es que alguna lo es. Y como seres humanos que somos, necesitamos pensar que en algún lugar, a nuestro alcance, existe un modo de ayudarnos a decidir.
Yo insisto y asomo el hocico por esos mágicos huecos de los árboles en busca de inspiración, pero lo cierto es que, como en tantos otros momentos de la vida, las decisiones las tomamos en solitario. Acertamos o no, nos hacen desgraciados o felices, cambian nuestra vida o la mantienen inamovible... Sólo cada uno de nosotros tiene su respuesta. 
Por eso cuando utilizo la magia de los árboles en busca de ayuda, en realidad cierro los ojos y busco en mi interior, porque ahí, en lo más profundo, se encuentra la solución.




Fotografía: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza

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La Foto de la semana 24-11-2013: "De nombre Sábado, de apellido Noviembre"

De nombre Sábado, de apellido Noviembre. Así registraron a la pequeña, de apenas unos días de nacida, que fue encontrada en los bosques de Gélida. Dada la originalidad de su salvador, de más está decir en qué día y mes fue hallada. La niña fue adoptada por un anciano matrimonio que vivía en lo más profundo del bosque y fue criada con sencillez y austeridad, pero con todo el amor y la ternura que aquellos viejos solitarios habían ahorrado durante toda su vida, con la esperanza de poder entregar en herencia al hijo que la Madre Naturaleza les negó y que, sin embargo, el azar puso entre sus brazos. A la edad de once años, en una noche fría como la muerte, Sábado quedó huérfana por segunda vez en el preciso instante en que sobresaltada por una pesadilla, acudió al dormitorio de sus padres adoptivos en busca de consuelo y al no recibir respuesta se percató de que abrazados y en paz, habían emprendido el camino hacia el mundo inalcanzable. Aquel, en que todos queremos creer pero del que nadie ha regresado.
La niña, curtida por la dura vida del bosque, continuó su rutina con la máxima normalidad que pudo. El invierno se aproximaba y la pequeña se esforzaba por acumular leña para sobrevivir a las temperaturas extremas que le esperaban.
Con más destreza que fuerza, propinaba habilidosos tajos a los troncos y elaboraba simétricos montones de maderos. De pronto, de entre los leños, apareció un diminuto personaje, vestido de verde, con la nariz roja y respingona y una sonrisa de oreja a oreja. Apenas medía veinte centímetros pero tenía una voz potente que sobresaltó a la muchacha.

- ¡Eh tú, Sábado!
- ¿Es a mi?
- Hay alguien más que se llame Sábado por aquí?
- Supongo que no, pero... ¿Cómo sabes mi nombre? ¿Quién eres?
- Soy un gnomo y he venido a cambiar tu vida

Ante tan lapidarias palabras Sábado se quedó atónita y decidió invitar a su nuevo amigo a cenar. Compartió con él un plato de gachas y un buen trozo de pan de maíz y al calor de la chimenea escuchó con atención lo que tenía que contarle. Le habló de flores, de un país cálido y rico en alimentos, de hadas y duendes, de pócimas y conjuros, de corceles alados. La niña creyó. Necesitaba desesperadamente un toque de magia que hiciera cambiar su oscura vida. Al amanecer el gnomo le sorprendió con un suculento desayuno. Además había preparado un hatillo con las pertenencias de la pequeña. 

- ¡Vamos! a desayunar que debemos emprender camino cuanto antes.
- Pero... 
- No hay peros que valgan, hip-hop, hip-hop

Sin saber muy bien por qué pero sin encontrar ningún buen motivo para negarse, Sábado siguió al hombrecillo que caminaba con decisión hacia lo más remoto del bosque. Más allá de donde la niña había jamás osado a adentrarse. Pasaron horas, de camino tortuoso, con los pies cubiertos de nieve y las manos insensibles por el frío. Cuando el cielo comenzó a oscurecer el gnomo se detuvo, se sentó en mitad del camino y dijo:

- ¡Aquí! ¡Hemos llegado!
- ¡Pero si aquí no hay nada! -protestó la pequeña-
- ¿Llamas nada a esto?

Y con un giro de sus manos apareció ante ellos una portezuela dibujada en la nieve. Con dificultad, levantaron la trampilla de madera y se deslizaron hacia el interior del túnel. Caminaron unos minutos a oscuras y entonces... sucedió. Ante los obnubilados ojos de Sábado se abrió un mundo de color y primavera. De gentes amables y sonrientes que convivían con naturalidad. El gnomo la condujo hasta una pequeña cabaña de madera, sencilla pero mucho más confortable que lo que estaba acostumbrada. El hombrecillo abrió la puerta y haciendo una reverencia le dijo, "Bienvenida a casa". Ante la confusión de la niña, decidió que era el momento de explicarle la verdad. 
- Fue durante una tormenta, hace once años, tu madre necesitaba un ingrediente para completar la pócima, un ingrediente imposible de encontrar en estas tierras y que sólo puede obtenerse en Gélida, la nieve. Le dije que era peligroso, que el bebé estaba en camino, pero ella deseaba con tanta fuerza cambiar el curso del destino que se aventuró a cruzar el túnel en busca de la nieve que necesitaba para su receta. Nunca regresó. Crucé cientos de veces, recorrí los bosques sin descanso, pero nunca hallé rastro de ella, ni de la criatura, hasta hace dos días, cuando te encontré y supe que eras tú, porque tienes su rostro, su coraje y llevas escrito en los ojos que quieres una vida mejor.

- Pero entonces... ¿Tú quien eres?
- Yo soy tu padre y no, no siempre fui un gnomo. De hecho, la pócima en la que tu madre trabajaba era para devolverme la forma de hombre que un hechizo me arrebató. Magia destructiva ejercida por el Gran Brujo, que enamorado perdidamente de su belleza no pudo soportar nuestra felicidad y víctima de los celos aplicó sobre mi. Ella deseaba que fuéramos felices y por ello arriesgó todo y cruzó a Gélida. Ya nunca podré recuperarla pero al menos ahora te tengo a ti, mi pequeña. 
- Ahora comprendo todo -repuso Sábado abriendo un pequeño colgante que llevaba oculto bajos su ropas andrajosas-

Del camafeo extrajo un papelito amarilleado por el tiempo y de los pliegues de su abrigo un copo de nieve que aún no se había derretido. Tomó un cuenco, recogió una flor de aquí, un poco de agua de allá y agitó la mezcla con fuerza mientras releía el papel verificando la receta. Se la dio a beber al gnomo pero, sin querer, derramó unas gotas sobre el suelo. La estancia se cubrió de humo. Sábado comenzó a toser violentamente y pasados unos segundos cuando el aire se hubo aclarado... Ante sí visualizó la imagen más bella que nunca hubiera podido soñar, el gnomo se había transformado en un hombre apuesto y fuerte y a su lado, de las gotas derramadas en el suelo, surgió una hermosa mujer que lloraba y reía de felicidad.

Los tres se abrazaron en un instante eterno de infinita felicidad. Once años de penurias habían terminado con un hechizo roto y una familia feliz. Y así vivieron por siempre en el país de la eterna primavera.

Y colorín colorado...


Fotografía: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza

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La Foto de la semana 17-11-2013: "La idea de Plumín"


Hacía ya varias semanas que el otoño había llegado. Viento, lluvia. Una sensación desapacible invadía el cuerpo de todos los que caminaban por la calle. Los días se habían vuelto ya más cortos y las noches más largas invadiendo los espíritus de un sentimiento pre invernal.
El señor Plumín, ilustre propietario del diario local más vendido de los últimos cincuenta años, caminaba con paso firme en dirección a la rotativa. Como cada mañana desde hacía varios meses, una tremenda preocupación rondaba su cabeza. Las ventas estaban cayendo en picado y si no ideaba algún plan efectivo, pronto tendría que anunciar la quiebra de su negocio.
De pronto una violenta ráfaga de viento colocó a sus pies un ejemplar de su principal competidor. Justo abierto por una página que mostraba ofertas navideñas de un centro comercial cercano. El cerebro de Plumín comenzó a trabajar, a enlazar ideas, conceptos, fechas... Y de pronto ¡La solución!.
Aprovechando la proximidad de la campaña de Navidad, organizaría un sorteo entre los compradores de su diario, en el que podrían participar mediante la adquisición del cupón que se entregaría junto con cada ejemplar del diario, cada día hasta el 24 de Diciembre, fecha en la que se celebraría la rifa. El premio consistiría en colaborar en el desarrollo de una versión online, incluida la versión para dispositivos electrónicos portátiles. La publicación de Plumín se encontraba ubicada en una población famosa por contener la comunidad de universitarios más grande de la zona. Por tanto decidió reforzar su campaña con anuncios en cada facultad y breves cuñas en las emisoras de radio locales.
La idea de Plumín fue un éxito rotundo y a los pocos meses, el talento de un grupo de estudiantes elevó su diario a niveles de ventas que no alcanzaba hacía más de diez años y sirvió a los jóvenes para conseguir el premio al mejor proyecto de final de estudios y a una beca en el extranjero para perfeccionar sus conocimientos.
Fue una gran entrada de año para Plumín, quien desde entonces asocia el viento a la llegada de inspiración y buenas nuevas.



Fotografía: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza

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La Foto de la semana 10-11-2013: "Avatar"

Ambientada en el año 2154, los acontecimientos que narra se desarrollan en Pandora, una luna del planeta Polifemo habitada por una raza humanoide llamada na'vi, con la que los humanos se encuentran en conflicto debido a que uno de sus clanes está asentado alrededor de un gigantesco árbol que cubre una inmensa veta de un mineral muy cotizado y que supondría la solución a los problemas energéticos de la Tierra: el unobtainium. Jake Sully, un marine que quedó parapléjico, es seleccionado para participar en el programa Avatar, un proyecto que transporta la mente de los científicos a unos cuerpos artificiales de na'vi para que la comunicación con los nativos resulte así más sencilla. A pesar del fin científico del proyecto, el coronel Quaritch, quien dirige la defensa de la base humana en Pandora, convence a Jake para que le proporcione información sobre los nativos en caso de que fuera necesario recurrir a la fuerza para que se marchen. En un principio, Jake cumple profesionalmente su misión, pero se enamora de una de las nativas, Neytiri, y se da cuenta de que éstos jamás renunciarán a su tierra, haciendo inevitable un conflicto armado; él deberá decidir de qué lado está.

El presupuesto oficial de Avatar fue de 237 millones de dólares,1 aunque algunas estimaciones lo sitúan entre los 280 y los 310 millones, más otros 150 millones dedicados al marketing.4 5 6

La película se estrenó el 18 de diciembre de 2009 en gran parte de Europa y en Estados Unidos, así como en México, Paraguay, Venezuela y Uruguay, aunque en algunos países se proyectó en fechas distintas, tanto anteriores como posteriores, al estreno internacional. Algunos de ellos fueron Perú, Bélgica, Francia, Indonesia, Jamaica y Egipto, donde pudo ser vista desde el 16 de diciembre, mientras que en Argentina, China e Italia fue estrenada el 1, 2 y 15 de enero, respectivamente.7 8 En Cuba fue estrenada el 6 de febrero de 2010.

El día de su estreno Avatar logró una recaudación de aproximadamente 27 millones de dólares,9 aumentando esta cifra hasta los 241 millones tras su primer fin de semana en taquilla.10 Diecisiete días después de que se estrenara, se convirtió en la película que más rápido ha alcanzado la cifra de mil millones de dólares en recaudación11 y, transcurridas tres semanas, se situó como la película con mayor recaudación de todos los tiempos, superando así a Titanic (1997), también de James Cameron.12 Avatar consiguió superar esa marca en menos de seis semanas, convirtiéndose en la película más taquillera de la historia del cine hasta la fecha, logrando además ser la primera película en sobrepasar la barrera de los 2.000 millones de dólares en recaudación.13

Avatar fue nominada al Premio Oscar 2010 en la categoría de Mejor película. Y ganó el Premio Oscar 2010 en las categorías de Mejores efectos visuales, Mejor dirección de arte, y Mejor fotografía. La película se reestrenó en Estados Unidos el 27 de agosto de 2010 en salas 3D y IMAX 3D, con algunas escenas inéditas.

Fuente: Wikipedia "La enciclopedia libre"

La Foto de la semana 20-10-2013: "El corazón mágico"


Anelisa era una chica muy hermosa. La más bella de cuantas jóvenes casaderas habitaban en el reino. La muchacha vivía feliz y ajena a los planes de Edgar, su padre. Edgar había sido uno de los nobles de mejor posición y nombre de cuantos habitaban aquellas tierras, pero su afición a la bebida y a las apuestas le habían llevado al borde de la miseria. Tan sólo conservaba el título que preservaba su buen nombre y el de su pequeña. Por eso, le urgía organizar una boda conveniente lo antes posible para evitar su quiebra económica. Era consciente de que su hija estaba enamorada de un plebeyo. El hijo del herrero. 
Aprovechaban cualquier instante para estar juntos, pasear de la mano y dedicarse dulces miradas. Una tarde, se acercaron a la playa y grabaron un corazón en un árbol que miraba melancólico hacia la inmensidad del océano. Era un dibujo sencillo, tan sólo un  contorno negro. Satisfechos y cómplices sellaron el momento con un beso. 

Pasaron un par de semanas en que cada tarde los enamorados se encontraban furtivamente junto al árbol. Observaron con asombro que poco a poco, el corazón se iba tornando de un color rojo que cada tarde era un poco más intenso. Era su secreto de amor y disfrutaban de aquella mágica transformación mientras planeaban cómo y cuándo compartirían su felicidad con sus familias. Imaginaban su casa, su futuro juntos... Soñaban con una vida que aún no sabían que nunca llegaría.

Era sábado y el padre de Anelisa llevaba muchos días callado y ausente. Por fin rompió su silencio y durante el desayuno, anunció a su desconcertada hija que al día siguiente contraería matrimonio con el Conde de FiloAgudo. La joven tuvo que sentarse para no desmayarse. A sus ojos, el conde debía tener más de cien años y era conocido por su afición a los cuchillos. Vivía rodeado de ellos, colocados en las paredes, afilados y amenazantes. 

Anelisa suplicó, lloró y rogó a su padre que anulara la boda, le prometió trabajar para garantizar una buena vida para ambos... Nada le hizo cambiar de opinión. Se trataba de un acuerdo muy suculento que aseguraría su bienestar hasta el fin de sus días y no pensaba dejar escapar esa oportunidad. Terminarás por cogerle cariño, ya lo verás.

En un último intento por ablandar la voluntad de su progenitor, Anelisa confesó su amor por el herrero e intentando urdir un plan para escapar con él solicitó el último deseo de despedirse de su amado y ser ella la que le explicara la situación en persona. Edgar olfateó el peligro y encerró a su hija en su habitación junto a su ama. "Encárgate de que esté hermosa para la ceremonia de mañana." Cerró la puerta con violencia y giró dos vueltas la llave en el interior de la cerradura.

La muchacha no podía creer que no hubiera opciones. Tenía que haber una salida. Intentó convencer a su ama de que le dejara escapar y tras horas de llanto y desesperación, tan sólo consiguió que la vieja doncella aceptara entregar una nota de despedida de su puño y letra al herrero. 

A la mañana siguiente todo estaba listo para la ceremonia. Camino a la iglesia, el ama se escabulló entre la muchedumbre que aclamaba la belleza de la novia y cuchicheaba acerca del espanto que la joven sufriría junto a FiloAgudo durante la noche de bodas. El casamiento apenas duró unos minutos, no hubo celebración ni convite posterior. Edgar tenía prisa por disfrutar de su recompensa, que según el acuerdo no recibiría hasta después de la noche de bodas y FiloAgudo por quedarse a solas con su nueva esposa. 

El herrero destrozado por la desgarradora carta de despedida, corrió a refugiarse a su escondite secreto, junto al árbol testigo de su amor. Pensando tan sólo en cómo rescatar a su amada de las garras de FiloAgudo. 

Anelisa entraba en ese momento en el que iba a ser su nuevo hogar. Los cuchillos, espadas, floretes, hachas... eran la exclusiva decoración de las paredes. La muchacha se giró con agilidad tomó una de las dagas expuestas y se atravesó el corazón al tiempo que pronunciaba el nombre de su amado.

A la orilla del mar, el corazón grabado en el árbol, más rojo que nunca, dibujó dos hilos de sangre que descendían por el tronco. 

En ese instante, él supo que era demasiado tarde. 



Fotografía: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza

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