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La Foto de la semana 05-01-2014: "Madera de sueños"

Era invierno. El día después de una gran tormenta de viento, lluvia, truenos y relámpagos. El sol había decidido asomar tímidamente en un cielo que se debatía por aparecer azul pero no conseguía más que un tono gris plomizo. Decidí pasear. No tenía nada mejor que hacer. La tempestad había dejado muestras de su paso por toda la playa. Ante mí, un enorme tocón, que sin duda, en algún momento, en algún lugar, había dado vida a un gran árbol. No pude evitar la tentación de subirme sobre el trozo de madera reseca y balancearme haciendo presión con ambos pies, cuando me pareció escuchar una vocecilla ahogada:

- ¡Piedad!, ¡Piedad!

Miré a mi alrededor atónita. Intentando comprender de dónde procedía el sonido. Al no encontrar su procedencia, decidí continuar con mi entretenimiento y volví a juguetear con el tronco. De nuevo escuché los gritos, esta vez aún más angustiosos.

- ¡Por favor, por caridad, acaba con mi sufrimiento!

Un tanto asustada, me bajé de la madera y comencé a inspeccionar con detenimiento el objeto. Di la vuelta completa y cuando estaba husmeando por la zona de las raíces vi que una de ellas no estaba seca del todo, de hecho ¡Se movía! Me froté los ojos intentando convencerme de que no me había vuelto loca y entonces descubrí que la pequeña raíz tenía cara. Dos vivarachos ojillos y una boca redonda que se movía diciendo "ayuda, ayuda".
Incrédula decidí responder, con la esperanza de comprobar que todo había sido un efecto óptico, unas gotas de imaginación y el ulular del viento que me habían jugado una mala pasada. 

- ¿Hola?
- ¿Vas a quedarte ahí parada o piensas echarme una mano?
- Pero eres un tronco seco ¡los árboles no hablan!
- ¡Ay! humana de poca fe. Soy un árbol, sí. Pero no uno cualquiera. Procedo del bosque encantado. Más allá de donde alcanza tu vista. Mi desgracia comenzó el día que un hombre llegó al bosque. Su codicia por vender la madera de mis hermanos, le llevó a talar a la mayoría de nosotros. La Madre Naturaleza se enfadó tanto al enterarse que desató una tormenta nunca vista con anterioridad, pero antes, me encargó una misión muy especial. Me nombró responsable de crear un nuevo bosque encantado. Yo debería escoger el lugar y el momento. Así que con su fuerza prodigiosa generó un tornado, me arrancó de cuajo y me lanzó al mar. Floté durante días, semanas tal vez. Las ballenas y los delfines me ayudaron a alcanzar esta orilla. Aquí he permanecido varios días, a la espera de una señal que me indicara cómo continuar con mi misión. Ahora creo que se cómo.

Completamente imbuida en la surrealista conversación, contesté:

- ¿Ah sí? Y ¿cómo piensas hacerlo?
- ¡Tú me ayudarás!
- ¿Yo? ¡Ni lo sueñes! Además, ¿Cómo diablos podría yo ayudarte? ¡Qué tontería!
- Muchos han pasado por aquí. La mayoría me han ignorado. Unos pocos han reparado en mi presencia, pero tras echar un ligero vistazo ni siquiera han escuchado mis gritos. Sin embargo, tú, me has visto, me has oído y llevas diez minutos hablando conmigo ¿No te parece suficiente prueba de que tú eres la elegida?
- Bien. Suponiendo que así sea ¿Qué debería hacer?
- ¡Ayudarme a encontrar un lugar para replantar el bosque encantado!

Sin poder creerme lo que estaba haciendo, miré a mí alrededor. Arena infinita a izquierda y derecha. A la espalda colinas llenas de urbanizaciones y casas lujosas con jardines emperifollados y criadas con delantales de puntillas. Al frente… El mar.

- ¡Ya lo tengo! Situaremos el bosque en el medio del mar.
- ¿Y esa es la mejor idea que se te ha ocurrido? ¡Pues vaya ayudante que me he ido a buscar!  -Con gesto dramático la raíz miró al cielo y exclamó- ¡Madre Naturaleza, ilumíname!

En ese momento un rayo tan luminoso como vertical, partió el horizonte y atravesó el mar allá donde el agua se unía con las nubes. Y la raíz, continuando con su teatral comportamiento, se onduló en una reverencia casi imposible al tiempo que decía con suavidad:

- Gracias. Así se hará. –luego con tono condescendiente, continuó- Está bien humana. Parece que tu idea no es tan mala después de todo. ¡Sube, tenemos una misión que cumplir!

Por increíble que parezca, arrastré el tronco hasta la orilla y cuando conseguí que flotara, me subí sobre él. Aprovechamos la resaca para introducirnos mar adentro. Utilicé manos y pies  para avanzar animada por los gritos incesantes de mí, ya por entonces, nueva amiga. Perdí la noción del tiempo. Sólo sé que la playa se veía ahora como una fina línea en el horizonte. Estaba en mitad del océano subida en un trozo de árbol seco, guiada por una raíz parlante. Sin embargo, no tenía miedo. Sentía una sensación de plenitud para la que sólo encontré un  nombre. Libertad.

- Hemos llegado. Aquí es donde el bosque encantado debe renacer ¿Y ahora? –dije con la lejana esperanza de recibir una respuesta-
- Ahora esperemos una señal.

Pasaron horas. El sol buceó en el océano. Las estrellas comenzaron su bailoteo intermitente alrededor de la luna y yo me quedé dormida, mecida por el vaivén de las aguas y observando la inmensidad.

- ¡Despierta! ¡Despierta!

Sobresaltada pegué un salto y cuando ya esperaba sumergirme en las aguas saladas que me rodeaban, aterricé en un prado de hierba verde y mullida que amortiguó mi caída. Junto a mí un árbol infinito de tronco robusto y cientos de ramas frondosas que acariciaban las nubes. Prados vestidos de flores de mil colores, incontables especies arbóreas, animalillos de todos los colores y tamaños. Era como despertar en el paraíso. Se respiraba alegría, vida, salud. Miré con detenimiento y la pequeña raíz asomaba tímidamente junto al gran árbol. Sin decir nada, me regaló la sonrisa más sincera que jamás haya visto y se hundió para siempre en la tierra.

Me hubiera quedado allí sin más pero en el fondo de mi ser sabía que mi aventura llegaba a su fin. Una libélula revoloteó frente a mis ojos y me pareció que me invitaba a recostarme entre las raíces retorcidas del gran árbol. Obedecí.

- ¡Señora! ¡Señora! ¿Se encuentra bien?
- Sí, pero ¿dónde estoy?
- ¡Me ha dado usted un susto de muerte! Estaba paseando a mi perro y la he encontrado aquí tirada en la arena con la cabeza en este tronco seco. Creo que debió tropezar y se ha dado un mal golpe. A saber cuánto tiempo lleva inconsciente. Deberíamos llamar a una ambulancia.
- Muchas gracias, me encuentro perfectamente. Estaba cansada y decidí recostarme un rato. He tenido un sueño precioso. Extraño, pero maravilloso. He soñado que… Era libre.



Fotografía: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
Puedes descargarte esta fotografía libremente. La única restricción es su venta y/o el uso lucrativo de la misma. No olvides que toda obra pertenece a su autor, haz un buen uso de ella.

La Foto de la semana 22-09-2013: "De hombres, pelotas y sueños"



Amaneció un día soleado, decidí coger el coche y conducir sin rumbo. Necesitaba escapar. De la rutina, de la soledad, de las ochocientas calorías del helado de chocolate después de haber visto una comedia romántica con Jennifer Anniston, que lejos de levantarme el ánimo, únicamente había conseguido restregar a lo largo y ancho de mi orgullo la indiscutible realidad. Estaba sola y para más humillación, hasta un ridículo personaje de cine sin ningún tipo de credibilidad, con más maquillaje y tacones que cerebro, topaba por accidente con el hombre de sus sueños.

Me encontraba sumida en una de esas fases de cinismo destructivo en las que me gusta recrearme cuando tengo la autoestima por los suelos. Flagelándome a mi misma con que acababa de cumplir ... y tantos, con el incipiente Michelin que se intuía por debajo de la blusa y con una flagrante incapacidad de establecer una relación duradera con el sexo opuesto. 

Pasados unos treinta minutos y algo más de cincuenta kilómetros de autopista recorrida, me aburrí de compadecerme por tan mala suerte y decidí encender la radio. La voz tintineante de la locutora anunció el último single de Virginia Labuat "Dream man" y no pude evitar desfigurar el rostro con una mueca sarcástica. Estupendo, justo lo que necesitaba­ -mascullé-.

Sin embargo, el soniquete alegre de la canción me atrapó en un instante y a pesar de mis esfuerzos por permanecer en el pozo de la desesperación, no pude evitar repetir una y otra vez su estribillo:


♫♫ Always dream, dream, dream / That today may be / When I meet the sweetest man / That's meant for me ♫♫

Repiqueteaba con los dedos en el volante y con el pie izquierdo castigaba ligeramente la superficie del embrague mientras disfrutaba de uno de esos escasos instantes de libertad espiritual en el que todas las tristezas y frustraciones parecían haberse evaporado, cuando algo impactó contra la ventanilla trasera del vehículo obligándome a desviar el rumbo. La inyección de adrenalina natural de mi sistema simpático disparó todas las defensas y conseguí controlar el coche parándolo en el arcén derecho. Cuando me hube tranquilizado un poco, me puse el chaleco reflectante y bajé con mucha precaución para inspeccionar los daños y comprender qué había sucedido con exactitud. En el asiento de atrás, entre millones de trocitos de cristal encontré una pelota de tenis de color verde. La cogí apartando los vidrios y me quedé mirándola intentando comprender cómo semejante objeto había podido llegar precisamente hasta mi coche. 

Entonces sucedió. Un hombre se acercó corriendo, angustiado, con una raqueta en la mano, pantalones cortos y camiseta. Lanzó la raqueta a un lado y me sujetó con fuerza de ambos brazos al tiempo que soltaba una retahíla atropellada:

- ¡Dios mío! ¿Estás bien? ¡No sé cómo ha podido ocurrir! Estaba jugando con mi sobrina y un golpe mal controlado en la pelota, el ángulo de impacto, no sé, no puedo explicarlo pero ¿seguro que estás bien?.

- En cuanto dejes de estrangularme los brazos estaré perfectamente -dije al tiempo que dibujaba una sonrisa conciliadora-.

El hombre se apoyó sobre el capó del coche al tiempo que respiraba profundamente. Aún atónita, no podía apartar la mirada de sus bíceps bien definidos. La piel dorada por el sol que envolvía un rostro de facciones suaves y unos enormes ojos de color miel en los que podría haberme sumergido en un Viaje al Centro de la Tierra. Ante lo incómodo de la situación e intentando disimular la curiosidad acerca del estado sentimental de semejante espécimen, dije con torpeza:

-Bueno, así que jugando al tenis con tu sobrina... ¡pues vaya puntería tienes con las pelotas!, las de tenis quiero decir...

Hubiera deseado desaparecer para siempre y sin embargo, el inesperado doble sentido, sirvió para relajar la tensión del momento. Tendiéndome la mano el desconocido dijo:

- Me llamo Patrick, y sí estaba jugando al tenis con mi sobrina, es lo que pasa cuando eres el soltero de oro de la familia, no hay manera de liberarse del rol de canguro  -y me regaló una amplia sonrisa que me supo a gloria celestial más por el mensaje que acababa de enviarme que por el gesto en sí. ¡Estaba soltero!-

- Hola, yo soy Carolina, encantada de conocerte.

Intenté pensar con rapidez, buscar esa frase mágica que obrara el milagro y entonces, sucedió

- Bueno Carolina, creo que lo mínimo que puedo hacer para compensar semejante estropicio es invitarte a cenar. ¿Te parece buena idea?

- Lo cierto es, que no se me ocurre un mejor modo de solucionarlo. Del cristal, ya se encargará el seguro.

Ambos reímos divertidos, me ofrecí a llevarle al encuentro de su sobrina y acordamos lugar y hora para la cena. De regreso a casa paré en una tienda de discos y me compré el "Dream man" en todas las versiones posibles. Al llegar a casa conecté el aparato de música, subí el volumen al máximo y escribí cien veces en mi diario "Jamás volveré a menospreciar una comedia romántica".


Fotografía: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
Música: Virginia Labuat

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