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La Foto de la semana 14-06-2015: "Ala"






Cuando su madre estaba embarazada soñaba con cruzar el atlántico en avión. Cuando su niña nació, la llamó Ala. Cada Navidad o cumpleaños le regalaba aviones de juguete. Cuando no quería comer, las cucharas se convertían en aeroplanos de mercancías cargados de alimentos rumbo al estómago de Ala. En su casa, Papá Noel no llegaba en trineo ni se escurría por la chimenea, llegaba volando y aterrizaba en el jardín. Cuando creció, Ala quería volar. ¿O quizá tan sólo era un deseo aprendido? Lo cierto es que cuando tuvo edad suficiente, aprendió a pilotar. Se convirtió en la primera mujer de su país en manejar un aeroplano, en realizar vuelo acrobático. Su rostro se publicaba en los periódicos locales y nacionales cada semana. Cuando parecía que Ala había alcanzado la cima, aún sorprendía a sus seguidores con algo aún más arriesgado. Otra vuelta de tuerca, reinventando lo imposible. Un domingo Ala desafío a la gravedad con más descaro que nunca. Pero ese día le tocó perder. Se precipitó al vacío desde dos mil pies de altitud. Fueron varios segundos de caída libre. Sí, tan libre como Ala jamás se había sentido. En esos instantes vertiginosos hacia la muerte comprendió que en realidad ella nunca había querido volar. Y ahora, por fin, volaba hacia su libertad. Ala cerró los ojos, sonrió y antes de estrellarse contra la tierra... fue feliz.


Texto: Onintza Otamendi Iza
Fotografía: Edurne Iza: Exhibición aérea    (Datos de disparo: f/5.6; 1/1000; ISO 100)

Puedes descargarte esta foto libremente. La única restricción es su venta y/o el uso lucrativo de la  misma. No olvides que   toda obra pertenece a su autor, haz un buen uso de ella.

La Foto de la semana 02-12-2012: "¡Qué vienen!"

Edurne Iza,¡Qué vienen!

Las acrobacias de los aviones habían dejado el cielo pintado con curiosas líneas blancas. Recreando las piruetas que tan sólo unos minutos antes aquellos colosos de acero habían realizado en un claro desafío a la gravedad. Miguel, como siempre, seguía con su cámara todos los movimientos para dejar constancia gráfica e informar al mayor número posible de personas. Absorto como estaba en su tarea, se quedó perpelejo cuando divisó a lo lejos una luz muy brillante. Parecía moverse de un lado al otro del horizonte y Miguel la observó con curiosidad durante unos segundos. De pronto escuchó gritos, carreras y en tan sólo unos instantes la confusión reinó a su alrededor.
No entendía lo que estaba sucediendo, pero algo le decía que debía seguir grabando. Así que asió con determinación la empuñadura de su cámara y enfocó al punto de luz. La multitud pasaba a su lado aterrorizada, el público que asistía a la exhibición acrobática era muy numeroso e impresionaba ver aquella masa de gente corriendo descontrolada. Una mujer tropezó con la cámara y cayó al suelo aparatosamente. Miguel se agachó para ayudarle al tiempo que aprovechaba para obtener algo de información

- ¿Qué sucede? ¿Por qué corre toda esta gente? ¿De qué huyen?
- ¡De qué no, de quién! ¡Huya! ¡Qué vienen!
- ¿Pero quienes vienen?
- ¡Hágame caso y huya!- es lo único que la mujer atinó a gritar antes de continuar con su carrera

Miguel estaba desconcertado y el pánico comenzaba a apoderarse de él. Entonces, a lo lejos distinguió una especie de enormes monstruos metálicos que daban grandes saltos y arrasaban todo cuanto quedaba a su paso. Ajustó el Zoom de su cámara y vio que los robots bajaban por cientos de tres naves de color marrón que cubrían por completo la línea del horizonte y emitían la extraña luz que había visto al principio. No daba crédito a lo que estaba viendo. Algo parecido sólo era posible en una de esas taquilleras películas hollywoodienses, pero no aquí, en la pequeña ciudad de provincias que le vio nacer.
Cuanto más se acercaban los gigantes de metal, mejor podía distinguir la crueldad de sus movimientos. Agarraban a la gente por la cabeza arrancándosela de cuajo, aplastaban con sus pies los coches con sus ocupantes dentro, por los ojos, lanzaban una especie de llamaradas que calcinaban todo lo que hubiera podido quedar con vida. Miguel apartó la vista del visor y se percató de que podía ver la matanza sin necesidad de utilizar el aumento del objetivo, eso significaba que avanzaban muy deprisa y en ese momento comprendió que ya no tenía tiempo. Miró su cámara, la devastación que había a su alrededor y decidió continuar de pie, grabando aquel cataclismo. Uno de los gigantes metálicos se dirigió hacia él y levantó su enorme pie para aplastarlo. Entonces vino a la mente de Miguel, la imagen de aquellos pobres músicos del Titanic que optaron por continuar tocando mientras las aguas devoraban el coloso y todo cuanto en él había. Sólo deseó que la cinta se salvara para que las generaciones venideras, supieran alguna vez lo que había pasado en aquella tranquila mañana de Domingo. El pie del robot bajó a toda velocidad justo sobre Miguel, luego... Oscuridad.



Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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