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La Foto de la semana 30-09-2012: "Rumbo a la libertad"

Edurne Iza, Rumbo a la libertad
Esta imagen hizo que mi vida cambiara para siempre. En primer plano mi presente. Atiborrado de prohibiciones, de barreras y cortapisas. Al fondo el futuro. La libertad.
Así me sentía en mi monótona vida. Atrapada en la vorágine de la gran ciudad. Donde las promesas de progreso, la sociedad de consumo y la amplia oferta de ocio, no son más que una trampa con queso para ratones. Una vez de que el desdichado roedor, es decir yo, ha caído, se pasa el resto de su vida, enjaulado dando vueltas en una noria y ansiando conseguir la prometida "vida mejor". Estaba cansada de que a cada intento de evolucionar, un empleado con rostro de humanoide, sin gestos ni emociones, me plantara un formulario en las narices y mencionara el artículo tal de la ley cual, como justificación a la negativa de mi solicitud. Estaba presa en una jaula de oro, retenida entre los barrotes de la burocracia y atravesada por las espadas de la soledad. Abandonada ante las infinitas normativas y limitaciones.
Me sentía sobrepasada por la situación y como el ser humano que soy, tomé lo que a priori hubiera sido una actitud estúpida y autodestructiva. Busqué una taberna olvidada cerca del puerto y decidí emborracharme. En condiciones normales, sólo me hubiera traído problemas, pero en esta ocasión, me salvó la vida... Y ni siquiera me hizo falta pasar de una cerveza.
Entré en la tasca más arrinconada del puerto. Pedí una caña y me senté con cara de pocos amigos mirando a una ventana. Al fondo un hermoso velero atracado, se dejaba mecer por el dulce vaivén de las aguas que chocaban contra el espigón. Se me acercó un viejo marino. Con la piel ajada, una barba canosa cubría buena parte de su rostro y vestía de forma atemporal.
- ¿Te gusta la Gallarda?
- ¿Perdón? ¿Es a mí?
- Sí, me he fijado que no le quitas el ojo de encima a mi viejo cascarón ¡Encantado! Me llaman Galerna y soy el capitán de esa preciosidad -dijo mientras me tendía la mano con gesto amistoso-. Estoy buscando tripulación... ¿Estás interesada?. Zarpamos en unos días rumbo al Pacífico.
- El Pacífico... Pero yo no soy marina, soy doctora en una clínica privada.
¿Doctora? ¡Perfecto! El último médico que tuvimos a bordo se enamoró de una lugareña en Tortuga y se quedó a vivir allí.
¿Tortuga? Vaya, suena evocador...
- Oye Doc, no tengo tiempo de evocaciones. Vamos a estar en alta mar más de seis meses, necesito que los hombres estén sanos y soporten la travesía. No puedo permitirme bajas. No pago mucho, pero la comida es abundante y tu camarote es el más grande y mejor equipado después del mío. Haremos escala en puertos exóticos y quizá puedas investigar plantas o insectos... A los de tu profesión os entusiasman los insectos ¿no?
- ¿Insectos? Bueno no me interesan demasiado, pero si las puestas de sol y la bellas imágenes que podré capturar con mi cámara. Además me ha gustado lo de Doc.
- Estupendo ¡tenemos un trato entonces! Acércate a la pasarela de popa y el primer oficial te ayudará con el papeleo. ¡Maldita burocracia!. Por cierto, despídete de la televisión por satélite, Internet y la Teletienda. La Gallarda tiene casi doscientos años y nunca he tenido el dinero ni las ganas de adaptarla a los tiempos modernos. El gambucero, Cacique, no preguntes porqué le llamamos así, te dará dinero para el acopio de medicinas. Y acuérdate de los remedios para el alma. Los viejos lobos de mar necesitamos un poco de ron de vez en cuando ¡Ja, ja, ja!.
Aún no podía explicarme como había sucedido, cómo me había dejado enredar en semejante aventura, pero lo cierto era que a cada paso que daba en dirección a la Gallarda notaba mi cuerpo más ligero. Tras de mi fui dejando todas las cadenas que oprimían mi vida. Cuando llegué al pie de la escala, me sentía joven, renovada, llena de ilusión y fuerza para tomar aquel navío rumbo a la libertad.





Foto: Edurne Iza

Texto: Onintza Otamendi Iz

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