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La Foto de la semana 04-05-2014: "Ser madre. La historia de un sacrificio invisible"



Las nieves hacía semanas que habían desaparecido. Los árboles habían renacido y las diferentes tonalidades de verde invadían bosques y praderas. En el castillo todo estaba a punto para la gran celebración. Primavera era una princesa hermosa y dulce que preparaba su boda con el príncipe Horizonte. Ambos jóvenes se querían desde niños y todo el que les conocía sabía que su destino era estar juntos. El padre de Primavera había fallecido hacía algunos años y la mayor ilusión de la muchacha era que su madre, Prado, estuviera a su lado en el gran día. La ceremonia comenzaría en unas horas y el castillo rebosaba alegría y optimismo. Horizonte debía llegar en unos minutos y sería recibido por la madre de la novia para acompañarlo hasta la sala de celebraciones. Prado comenzó a inquietarse cuando el joven príncipe se retrasaba de la hora acordada. Estaba inquieta, como si presintiera que una nube gris estaba a punto de ensombrecer la felicidad de sus vidas. El reloj movía sus agujas más rápido de lo que Prado hubiera deseado cuando irrumpió en su alcoba una mujer vestida de negro, con un sombrero de ala ancha que le cubría medio rostro y una mirada opaca e impenetrable como la guarida de una fiera. 
La misteriosa visitante resultó ser Vacío, la bruja de las tinieblas. Era la bruja más temida del reino, conocida por destruir los instantes felices en la existencia de las gentes que ajenas a su maldad sólo se preocupaban de vivir. Pronto, Prado comprendió que el retraso de Horizonte no podía estar si no relacionado con alguna argucia de la bruja y sacando fuerza a pesar del terror que invadía su alma le preguntó:
- ¿Qué le has hecho? ¿Dónde está Horizonte?
Con una carcajada escalofriante la bruja se frotó las manos dejando ver unas uñas largas, retorcidas y ennegrecidas por la suciedad, para explicar con despiadada parsimonia que el príncipe había tenido un desafortunado accidente cuando se aproximaba a caballo al castillo.
Prado desesperada se abalanzó sobre la bruja al tiempo que gritaba ¡Desgraciada! ¿Qué le has hecho?.
Vacío disfrutaba observando la angustia de Prado que viendo arruinado el que suponía debía ser el día más feliz de la vida de su hija se desmoronó en un llanto profundo y silencioso. Entonces la bruja susurró con malignidad 
- Aún no está todo perdido
- ¿Qué insinúas? ¿Hay algún modo de salvar a Horizonte?
- En realidad... Si
- Dímelo, haré lo que sea
- ¿Lo que sea?. En ese caso, puedo salvar al estúpido jovenzuelo y hacer que llegue a tiempo a la boda con su amada, siempre y cuando tú te conviertas en mi sirvienta. Vivirás en mi cueva, cocinarás y limpiarás para mí eternamente. Pero como en realidad no soy tan cruel como puede parecer, te concederé una gracia. Desde una pared de roca mágica podrás observar la felicidad de tu hija. Podrás verla sin ser vista. Tendrás el privilegio de ver cómo te odia para luego borrarte de su vida sin más.
- Pero si no aparezco en la ceremonia Primavera se morirá de dolor... No puedo hacerle eso.
- Tranquila, está todo pensado. Escribirás una carta de despedida en la que le convencerás de que hay motivos ocultos que te obligan a abandonar el castillo. Sufrirá... sí, pero te olvidará pronto y será feliz. ¿No es eso lo que quieres?. Tic-tac, tic-tac... los minutos pasan...
- Está bien. Acepto.
Prado se sacrificó para que Horizonte viviera y llegara a tiempo a la boda. Escribió la carta y sin que la bruja pudiera percatarse pidió a su ama que vistiera uno de sus trajes para que confundida entre la multitud de invitados, Primavera creyera ver a su madre disfrutando con ella de un día tan feliz. De ese modo, no suspendería la boda y encontraría la carta una vez que la bruja le hubiera arrastrado a su mundo de oscuridad y penuria.

Tal y como Vacío vaticinó, Primavera fue feliz y Prado con los ojos secos de tanto llorar, pudo observar, prisionera detrás de la pared mágica, cada día de la vida de su pequeña. Fue un sacrificio invisible, como la mayoría de los que hacen las madres por sus hijos. Sin embargo, Vacío se equivocó en algo que se convirtió en la razón de vivir para Prado. Desde su encierro, pudo comprobar cómo su hija lejos de olvidarle, guardaba en un arcón de madera fotos y juguetes de infancia, cómo recordaba a su madre con amor infinito y como a su primera hija le llamó Prado en honor a quien le diera la vida y la defendiera con la suya propia.

Dedicado a todas las madres, que hacen sacrificios invisibles y se vuelven invisibles por amor a sus hijos.



Fotografía: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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