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La Foto de la semana 08-03-2015: "Vida. En femenino"

Speyer, Alemania

Vida era una mujer adulta. Ni joven ni mayor. Ni guapa ni fea. Ni gorda ni flaca. Le gustaba coleccionar sellos y siempre que podía se acercaba paseando por las calles empredradas del casco antiguo de la ciudad hasta la oficina de Correos. Estaba situada en una céntrica plaza que albergaba un precioso kiosko cubierto con estructura metálica y muy cerca estaba la torre del reloj que tanto le gustaba observar. Aprovechaba esos paseos para contemplar la preciosa ciudad en la que vivía, imaginarse los tiempos pasados y cómo aquellas mismas piedras, muros y edificios habrían sido testigos de tantos acontecimientos históricos. El tiempo era espléndido, así que se sentó en la terraza de un pequeño café que le permitía observar el conjunto de la plaza en todo su esplendor. Embriagada por la suave temperatura primaveral y el aroma del café recién tostado posó sus ojos una tras otra en las personas que transitaban por la zona. La camarera que servía las mesas caminaba incansable con su libreta llena de pedidos. Al fondo una muchacha pasaba en bicicleta con su cesto lleno de pan, leche y frutas frescas. Su rostro reflejaba que llevaba prisa y Vida se percató de que cargaba a la espalda una mochila de escuela repleta de libros. Una guía turística era seguida por un grupo de jubilados de una esquina a otra de la plaza mientras escuchaban obnubilados sus explicaciones en varios idiomas. Una mujer vestida con traje y portando un maletín recibió una llamada telefónica. Vida alcanzó a escuchar parte de la conversación, al parecer era la guardería que le avisaba de que su hijo estaba enfermo y debía pasar a recogerlo de inmediato. Su rostro reflejaba contrariedad, preocupación y estrés. Continuó haciendo llamadas, esta vez a la oficina. Vida sólo pudo oir "lo siento, llegaré tarde". Al otro extremo de la plaza descubrió a una anciana que empujaba una silla de ruedas, sin duda su marido. Parecía cansada, pero continuaba guiando la silla hacia un rinconcito soleado. Se sentó en un banco y colocó al anciano junto a ella. Le arregló la camisa, acarició su rostro surcado de arrugas y besó su mano con devoción infinita. En la parada del autobús esperaba una mujer de unos treinta años. Estaba embarazada. Con una mano acariciaba su enorme barriga y con la otra mecía con movimiento constante un cochecito que portaba dos preciosos bebés iguales como dos gotas de agua. Vida suspiró, apuró el último sorbo de café y pensó. Definitivamente, vida se escribe en femenino.




Fotografía: Edurne Iza (Datos de disparo: f/8.0 ; 1/500 ; 200 ISO)
Texto: Onintza Otamendi Iza

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