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La Foto de la semana 07-12-2014: "La luna y la güadaña"

Luna soñaba con un amor verdadero. Pasaba noches y días imaginando encontrar a quien le aceptara tal y como era. Con sus luces y sus sombras. Con su belleza radiante y con su cara oculta. Al fin y al cabo, ¿quién no la tiene en esta vida? pensaba ella para sus adentros. La única diferencia es que unos lo muestran y otros no. Hay quien valientemente enseña lo mejor y lo peor de sí mismo y quien atraviesa este mundo como si de un escenario de teatro se tratara y el lema "el espectáculo debe continuar" domina sus vidas. Luna era consecuente con su forma de ser. Quizá mejor, quizá peor, no estaba interesada en juzgarlo, tan sólo se comportaba conforme su ética le guiaba.

Un día Luna conoció a un hombre siniestro. Vestía de negro y portaba una enorme y afilada guadaña en su mano derecha. El hombre aterrorizaba a Luna, al tiempo que la llenaba de intriga y curiosidad. El desconocido le prometió lo que a ella le parecía imposible. Le ofreció presentarle a esa persona especial que llevaba toda su vida esperando. Leyendo entre las líneas de novelas caballerescas y escudriñando en las caras de cada nuevo vecino, de los viandantes que se cruzaban con ella en los semáforos de la ciudad. ¿A cambio de qué? preguntó inquisitiva, No soy tonta, ¿sabe?. 

 que eres una muchacha muy inteligente y por eso te hago la propuesta a ti y no a cualquiera de los otros cientos de chicas con las que me cruzo por la calle cada día. Lo único que te pediré a cambio es que aceptes que el Sol gire en torno a tí e ilumine tus días. A cambio tu iluminarás sus noches.

La chica estaba algo confundida, no entendía exactamente los términos del trato pero antes de que pudiera profundizar en las condiciones el hombre le mostró la imagen de una pareja feliz. Ellos no llegan a casa y están solos. Se tienen el uno al otro. Comparten alegrías y tristezas, son una familia, construyen juntos su futuro. ¿No es eso lo que anhelas joven Luna?.

Antes de que el hombre terminara sus palabras Luna se dejó llevar por el profundo sentimiento de abandono y contestó tajante. Sí, acepto. 

El hombre esbozó una malévola sonrisa y puso frente a Luna una vida perfecta. De pronto tenía una preciosa casa, cenaba junto al hombre de sus sueños y compartía una existencia tanto o más feliz que la que tantas veces había imaginado. Disfrutó de las horas más maravillosas de su vida. Sin embargo, apenas los primeros rayos del sol brillaron en el firmamento el timbre de la puerta sonó con insistencia. Aún somnolienta abrió y se encontró en el umbral al oscuro individuo. No tuvo tiempo de reaccionar cuando él blandió su enorme y afilada guadaña en el aire y dibujando movimientos rítmicos y violentos se acercó tanto a Luna que ésta comenzó a temblar. La negra figura emitió un grito ensordecedor y la guadaña cayó implacable sobre la joven. No hubo sangre ni su cuerpo quedó cercenado. Tan sólo comenzó a girar a gran velocidad y se elevó hasta el cielo ocupando la exacta posición de la Luna. Ese fue su triste destino, pasar los días iluminada por el Sol dando brillo a sus noches. 

Cuentan los más ancianos que en su cara oculta, Luna llora lamentando su error. Ya no tiene sueños. Solo tiene días y noches y una infinita soledad desde la cual observa a hombres y mujeres ser felices y desgraciados, perseguir sus ilusiones, triunfar y fracasar. Ser lo que ella nunca podrá volver a ser...Humanos.



Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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