Disfrutaba de aquellos días, como nunca antes lo había hecho. El sol, el mar y el contacto con la naturaleza, hacían que mi cuerpo se sumiera en un profundo relax. Una sensación de paz conmigo misma y con el resto del universo. Armonía y sosiego. Para variar, aquel año habíamos alquilado un barco, para navegar por el Pacífico, durante las vacaciones de verano. Desde mi divorcio, no había tenido un minuto de descanso. Todo habían sido peleas, reproches, disputas y acusaciones. Al final, giré talones y pronuncié la lapidaria frase de "quédate con todo". Decidí dejar atrás el dolor y mirar hacia adelante. Un vasto mundo de oportunidades se extendía ante mis ojos y como no me decidía por un camino a emprender, decidí pasar un verano inolvidable.
Hablé con mis amigas, las cinco mujeres, que nos contábamos nuestras vivencias con todo lujo de detalles, desde que éramos unas niñas. Juntas, habíamos vivido enamoramientos, desengaños, matrimonios, divorcios, nacimientos... Habíamos disfrutado en la alegría y compartido el dolor de las malas noticias. Por lo tanto, no se me ocurrió mejor modo, de dar la bienvenida a mi nueva vida. El presupuesto era bastante limitado y lo mejor que pude conseguir, fue un viejo barco de madera, bastante más amplio de lo necesario, con anchas cubiertas donde tomar el sol. Grandes neveras para aprovisionarnos de comida y bebida. Un potente equipo de música y camarotes individuales, que nos permitían disfrutar de un espacio para leer, dormir o pensar en intimidad.
Mariana, tenía la titulación necesaria para poder pilotar la nave, lo cual nos encantaba, puesto que eliminaba, la necesidad de realizar aquel viaje con algún "intruso" a bordo. Llevábamos más de dos semanas recorriendo las diminutas islas de la zona y decidimos organizar una fiesta. Fondeadas cerca de una bahía, enloquecimos con la música, el baile y las copas, hasta bien entrada la madrugada, por lo que era más de mediodía cuando, Carlota nos despertó de nuestro denso sopor, con un grito espeluznante
- ¡Fuego! ¡Fuego!
Somnolientas y aturdidas, saltamos de las camas y pronto comprendimos que el fuego procedía del camarote de Gabriela. Mojamos toallas con las que envolver cara y brazos, y de una patada accedimos al interior del camarote. Como habíamos previsto, el acceso extra de oxígeno en la cabina, provocó una enorme lengua de fuego que se extendió con rapidez por el pasillo, pero no podíamos dejar a Gabriela allí dentro. Con dificultad, conseguimos arrastrarla hasta una zona segura. Estaba inconsciente por la inhalación de humo y decidimos subirla a cubierta, para que pudiera respirar aire limpio. El viejo casco de madera, crujía devorado por las llamas. El incendio se propagaba más rápido que nuestras reacciones y pronto nos vimos acurrucadas en cubierta sin saber exactamente qué hacer. Por fortuna, Mariana, tomó las riendas de la situación, nos ordenó permanecer en el exterior y ella accedió al puente por uno de los alerones, para enviar mensajes de socorro. Por la zona, navegaban veleros y yates de recreo, con lo que no fue difícil contactar por radio. Uno de ellos, nos dijo que tenía un amigo que trabajaba como voluntario en los servicios contraincendios y que tenían su base muy cerca de allí. No se atrevían a acercarse y rescatarnos, por miedo al fuego. Era verano y la temperatura de las aguas no sería un problema en caso de naufragio, pero no podíamos saltar para nadar hasta los navíos cercanos porque nos encontrábamos en una zona infestada de tiburones. Sólo nos quedaba esperar que los socorros no tardaran demasiado.
Continuará...
Continuará...
Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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Os universos que as fotos mostram!
ResponderEliminarVirei sempre!
Concordo totalmente Eliane. Tenha um bom fim de semana.
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