Gracias a ellos hoy conocemos en profundidad el Planeta Tierra. Desde la antigüedad, ha habido científicos, pensadores y viajeros, con ansias de comprender la verdadera forma y dimensiones de lo que ahora sabemos que es una esfera.
En un principio, la línea del horizonte, confundió a los filósofos griegos y les hizo concluir que habitaban en una especie de cilindro muy corto. Es decir, que la Tierra era plana. Que allá donde la vista se pierde y el cielo toca el mar, había una pared vertical que terminaba en la nada. Fue Anaximandro de Mileto, discípulo de Tales y maestro de Anaxímenes, uno de los mayores defensores de esta teoría. Fruto de sus investigaciones, llegaron las primeras mediciones conocidas de los solsticios y equinoccios, así como trabajos destinados a determinar el tamaño y distancia de las estrellas. Concluyó además, que la Tierra era cilíndrica y ocupaba el centro del Universo.
No existe certeza de ello, pero parece que el primero en defender la esferidad de nuestro globo, fue Pitágoras allá por el siglo VI a.c. Más adelante, Aristóteles en el siglo IV a.c. se aventuró con análisis más detallados sobre el valor de su circunferencia.
Pese a la creencia popular de que en la Edad Media, se defendía la teoría de que la Tierra era plana, lo cierto es que en la mayoría de tratados de la época, se incluyen cartas que muestran Las Antípodas, mapas de zonas con los climas Ptolemaicos e incluso diagramas etiquetados como "globo terrestre", colocándolo como el centro de un conjunto de esferas posicionadas jerárquicamente.
Hoy en día, sabemos que habitamos en el tercer planeta desde el Sol. Que además es el quinto en tamaño dentro del sistema solar. Tenemos detalles precisos de las placas tectónicas que constituyen su superficie y que se deslizan sobre el magma en ciclos que duran millones de años. Qué más del 70% de dicha superficie son océanos de agua salada y el resto continentes e islas, poblados de ríos y lagos que constituyen la hidrosfera.
Tampoco dudamos que la Luna, es nuestro satélite natural, y que la atracción gravitatoria que ejerce con la Tierra, es la causante por ejemplo, de las mareas.
Como veis, en pleno siglo XXI, tenemos infinidad de datos técnicos, detalles, mediciones e imágenes. El ser humano, se empeña en encontrar otros mundos habitables para nuestra especie, con oxígeno, agua potable, luz, calor... Luchamos por la conquista de aquello que se escapa a nuestro control, de lo que creemos conocer.
A estas alturas, me encantaría poder trasladarme un par de miles de años hacia el futuro, y descubrir cual habrá sido la evolución de los descubrimientos. ¿Seremos capaces de conquistar otros planetas? ¿de adaptarnos a condiciones diferentes? ¿de descubrir nuevas formas de vida? De ser así, ¿seguiremos siendo entonces la especie dominante? ¿o encontraremos un depredador aún más agresivo y destructor que el propio ser humano?. Creo que me quedaré con la duda, porque pensándolo bien, tampoco me haría gracia asomar la cabeza en el siglo cincuenta y descubrir una civilización mutante o medio destruida por la sed de expansión.
Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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