La Foto del día: 23-07-2011 "Un amanecer de verano"

Edurne Iza, Un amanecer de verano

Han pasado los años. Mi piel se ha cuarteado por efecto del sol y la brisa marina. Bueno, y por la edad, no nos engañemos. Mis huesos están cansados y mi alma golpeada por los avatares de la vida, pero en mi recuerdo, permanece intacta aquella escena. El amanecer más bello de mi vida. La aventura que cualquiera desearía vivir. Nunca se lo he contado a nadie, ni siquiera a mi hijo, para protegerle de su propió instinto de venganza, que podría llevarle a luchar contra un enemigo demasiado poderoso. En el ocaso de mi recorrido vital, quiero compartir este hermoso recuerdo. Será la manera de que mi historia, no muera el día que mi corazón decida dejar de bombear. 
Corría el mes de Julio. Inusualmente fresco, comparado con los bochornosos años anteriores. Había terminado mi segundo curso en la universidad. Como cualquier jovencita, me encantaba ir al cine con mis amigas. Me quedaba embelesada con las historias de amor, de aventuras y de héroes imposibles. Esas dos horas con gesto ojiplático, palomitas y Coca-Cola, me recargaban las pilas para el resto de la semana. Vimos una película, en la que el protagonista, mi actor favorito, el ídolo de mis sueños de juventud, defendía una causa justa y daba la vida por ello y por defender el amor. Con el corazón aún compungido por la pérdida en pantalla de mi héroe, me despedí de las chicas y emprendí el camino de regreso. Vivíamos en una casita de piedra, mirando al mar, en un saliente de roca y bosque, que invadía un pedazo de océano. Distraída, aún pensando en la escena final, escuché un ruido procedente de unos matorrales cercanos. Parecía una voz masculina. Mi primer impulso fue echar a correr, pero la curiosidad pudo más y me aproximé al origen del sonido. Entonces distinguí lo que decía, "help". Separé los arbustos y encontré un hombre tumbado en el suelo, levantaba una mano pidiendo auxilio. Volvió a pronunciar la misma palabra y entonces se desmayó. Su rostro quedó tendido hacia arriba y el reflejo de la luna me permitió distinguir sus facciones. No podía dar crédito a lo que estaba viendo. Me froté los ojos con incredulidad. Era él. No cabía la menor duda. Mi actor adorado. El que acababa de morir en el celuloide, defendiendo la honradez, la justicia y el amor. El temor desapareció, me acerqué e intenté reanimarle. Aún me quedaba un poco de refresco, así que le mojé los labios con él. Se despertó un poco. Me miró con languidez y soltó una retahíla que apenas pude comprender. Con mi mal inglés le dije "slowly please". Él me miró fijamente. ¡Dios, qué guapo era!. El intenso azul de sus ojos, se clavó en la miel de los míos. Era apenas un par de años mayor que yo, pero lo envolvía sin duda, el glamour de la gran pantalla. Me cogió la mano con fuerza. Esta vez, habló más despacio y a pesar de que había muchas palabras desconocidas para mí, pude comprender la esencia de su mensaje. Las misivas de sus películas, no eran del todo ficticias. En la vida real, luchaba contra la especulación inmobiliaria y sobre todo, contra aquellos que querían destruir paradisíacos entornos naturales para construir gigantescos hoteles resort. En aquella zona, estaba planificada la apertura de un espacio de ocio de muchas hectáreas en unos pocos años y él estaba a la cabeza de la lucha, para defender ese enclave a orillas del Mediterráneo.
Su enemigo era muy poderoso, había demasiados millones en juego y no estaban dispuestos a permitir que aquel niñato guaperas e idealista, venido del nuevo continente, les fastidiara el negocio. Así que haciendo uso de la fama de los artistas de llevar una mala vida, le inyectaron una potente droga, que acabaría con él en unas pocas horas y lo abandonaron en medio de la nada. Nunca pudieron imaginar, que yo pasaría por allí esa noche.
Le obligué a recostarse y le tapé con unas plantas. Como pude, le dije que me esperara, que iba a buscar ayuda y volvería a rescatarle. Corrí como nunca antes lo había hecho. Llegué a casa. Mi padre, se había quedado dormido en el sofá, con las gafas puestas y un libro apoyado en sus rodillas. Le gustaba esperarme despierto cuando salía de noche.
- ¡Padre, por favor necesito tu ayuda! ¡ven rápido!
Sobresaltado por mis gritos, tardó unos segundos en reaccionar y comprender lo que entre nervios y desesperación intentaba explicarle. Finalmente tomó su maletín y una camilla portátil y me siguió lo más velozmente que pudo. Mi padre era médico investigador. Trabajaba en un prestigioso hospital de la ciudad, y tenía un futuro prometedor, hasta que mi madre falleció víctima de una misteriosa enfermedad. Se sintió culpable por no encontrar la curación al maldito virus y se refugió en sus libros e investigaciones.
- ¡Hija mía, no sé si podré hacer algo por ese muchacho!
- ¡Podrás papá, sé que podrás! ¡tienes que hacerlo!
Encontramos al joven tal y como lo había dejado minutos atrás. Mi padre, realizó unas cuantas inspecciones. Con gesto de preocupación, observó su boca, pupilas, pulso. Tocó sus manos y brazos. Finalmente levantó la manga de su camisa e inyectó un líquido directo a sus venas.
- Ayúdame, hay que colocarlo en la camilla y llevarlo a un lugar seguro. Los que hicieron esto, pueden querer comprobar el resultado de su trabajo.
- Claro, además la noche será fría y no podemos dejarlo a la intemperie.
Con esfuerzo, lo transportamos hasta casa, lo acostamos en la habitación de invitados y velamos junto a su cama. Pasé toda la noche con su mano en la mía. A ratos mirándole y a ratos observando el reflejo de la luna sobre el mar. Cuando las primeras luces del alba hicieron su aparición, tiñendo el cielo de un intenso azul, sus ojos se abrieron con debilidad y de sus labios aún amoratados, pude escuchar "thank you".
Los días pasaron, y los sueros y conocimientos de mi padre ayudaron a su recuperación. Nos contó con detalle, todos los entresijos de la red mafiosa contra la que estaba luchando. Estábamos indignados. Queríamos ayudar y él insistía en que era peligroso y ya habíamos hecho bastante. Contactó con sus abogados y hombres de confianza al otro aldo del charco. Y desde la protección y anonimato de nuestra modesta casita de piedra, consiguió deshacer la trama de estafas y abusos contra el medio ambiente.
Para entonces estaba perdidamente enamorada de él. Y él de mí. Decidimos que se trasladaría a vivir con nosotros una temporada. Hasta que yo terminara mis estudios. Nuestro hogar se llenó de alegría, de vida y felicidad. Él viajaba a filmar sus películas, en ocasiones le acompañaba y eran viajes de ensueño. Habían pasado dos años y tras terminar la carrera, decidimos pasar el verano juntos, con mi padre, en nuestro refugio frente al mar. Además, tenía que darle una gran noticia. ¡Estaba embarazada!. Su avioneta aterrizaba por la mañana, no pude conciliar el sueño por la emoción y las ganas de contarle la buena nueva. Sin embargo, el aparato explotó en el aire en extrañas circunstancias. No pudo comprobarse, pero yo siempre he sabido que su muerte no fue un accidente. Le arrebataron su bien más preciado, por luchar contra la mafia de la construcción indiscriminada. Cómo en sus cintas, la honestidad le costó la vida. Y con él se fue un pedazo de mí.
En una alborada de un añil intenso, como los ojos de mi amado, llegó al mundo mi pequeño ángel. Y el resto de mi historia, son sólo retales de una vida discreta y sencilla. De una existencia honesta y solitaria, refugiada en los bellos recuerdos de un amanecer de verano.


Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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2 comentarios:

  1. Ostia Onintza vaya historia mas bonita has relatado, como siempre tu superandote a ti misma, que envidia me das... tener esa imaginación para despues poder plasmar esas historias tan bonitas en tan pocas lineas... me ha encantado de verdad, un beso muy fuerte a las dos, seguid asi.

    Rafa (Nexus Seis)

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  2. Gracias Nexus! como siempre te decimos, seguidores como vosotros son nuestra fuente de inspiración.

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