La Foto del día: 22-07-2011 "Manual del buen atleta"

Edurne Iza, Manual del buen atletaDesde niño me había gustado practicar pruebas de atletismo. Solía correr los ciento diez metros vallas. Era bastante bueno. Con catorce o quince años, incluso llegué a ganar un par de medallas en competiciones europeas juveniles. Luego la universidad, el trabajo y las responsabilidades profesionales, hicieron que fuera dejando los entrenamientos. Han pasado más de veinte años de mi última participación en un campeonato, y por esas casualidades que tiene la vida, cayó en mis manos hace unos días, un libro cuyo título me resultó curioso, "Manual del buen atleta". Llamó poderosamente mi atención y decidí leerlo. Revivir aunque fuera en la piel de sus personajes, mis años de gloria en las pistas.
Nunca imaginé que aquella fantástica historia pudiera cambiar mi vida. Devoré con avidez las primeras páginas. Me enganchó el modo en que a través de las experiencias deportivas de aquellos corredores, el autor, no hacía sino describir la propia vida, con sus retos, éxitos, fracasos, alegrías y frustraciones. Tras unos cuántos capítulos de abrumadora descripción de la realidad, el tono fue cambiando hacia un enfoque algo más fantástico. Cuando quise darme cuenta, había dejado de verme reflejado en el joven deportista, para desear llegar a la madurez del mismo modo que él. Rozando los límites entre ficción y realidad. Explicaba que el buen atleta, debe saber cuándo retirarse y pasar a lo que el autor describía como la "reserva". Descubrir el momento justo para ingresar en la "élite".  Esos momentos de transición de la gloria al olvido, o del anonimato al éxito, eran cuándo a su juicio, debía recurrirse al manual del buen atleta. Las instrucciones estaban tan claras que decidí probar. "Vístase con el atuendo propio de su disciplina deportiva. Prepare, en caso necesario, los accesorios correspondientes (pértiga, martillo, testigo, vallas, jabalina...). Colóquese delante de una pared, a ser posible de mortero u hormigón. Realice los estiramientos adecuados (ver anexo I). Dedique unos minutos a concentrarse, respirar y sobretodo, creer. Expulse el miedo de su cuerpo. Comience su actividad, alcanzando la máxima, velocidad, impulso, fuerza, salto, distancia o altura justo en el instante, en que debería impactar contra el muro de cemento. Abra los ojos y observe. Ya será usted un buen atleta".
Me parecía surrealista, y al mismo tiempo tenía la sensación de tener una vida vacía y llena de rutinas desmotivadoras, así que decidí probar. "Es ridículo, una estupidez. Me empotraré contra el tabique". Decía para mis adentros, pero aún así, me moría de ganas de experimentar. Seguí las indicaciones al pie de la letra. Coloqué la valla a la distancia justa de la pared para que al saltarla pudiera darme de bruces contra ella. ¡Aaaale hop!. Mi nariz quedó casi rozando el muro. Fue maravilloso. Durante el breve espacio de tiempo hasta que mis dos pies volvieron a  estar sobre el suelo, pude ver, a pesar de tener los ojos cerrados, cientos de deportistas de todas las edades y razas. Hombres, mujeres, gordos, flacos... Todos participando en una olimpiada libre. Sin premios, clasificaciones, jueces, ni público. Los oponentes eran los kilos de más, la artritis, los años que no perdonan, las muletas y las sillas de ruedas. Eran los complejos, la falta de confianza, la timidez y el miedo. Eran el trabajo, las cargas familiares y la escasez de tiempo. En ese instante comprendí, que aquel libro un tanto mágico, no era sino un compendio de la propia vida. Una ventana a través de la que visualizar nuestra existencia, como una consecución de batallas, que libramos contra nosotros mismos y nuestras limitaciones. Un canto a la vida. Un grito desesperado de ¡Sí PUEDO!. Cada vez que mi rutina me abruma, tomo el libro de la estantería y ... Ya sabéis, busco la pared más cercana.



Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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