La Foto del día: 20-07-2011 "La estatua y el genio"

Edurne Iza, La estatua y el genioEl día amaneció nublado. Su estado de ánimo seguía como el día anterior. Por los suelos. Era consciente que debía seguir adelante, que un desengaño amoroso no podía hundirla hasta el punto de no poder continuar. Ya había recurrido a las terapias de amigas, a las películas melodramáticas para llorar con excusa, a las fiestas de pijama hasta bien entrada la madrugada, a un atracón de helado de chocolate… Nada conseguía devolverle la sonrisa. El golpe había sido demasiado fuerte. Después de tantos juramentos mutuos de amor eterno, no estaba preparada para llegar un día a casa y encontrar a su “media naranja” en la cama con otra.
Pasó días enteros yendo de casa al trabajo y del trabajo a casa. Siendo tan sólo una sombra de sí misma. Aquel sábado decidió que ya había perdido suficientes días, noches, horas y minutos de su vida. Se propuso cambiar el curso de los acontecimientos, salir de compras, darse algún capricho y regresar a su hogar siendo de nuevo una mujer feliz. Caminando por la ciudad se detuvo a contemplar una plaza, rodeada de edificios de piedra. Elegantes, sólidos, reflejo de una gloriosa época pasada. Cerró los ojos y deseó por un momento poder introducirse en otra vida, la de una dama helena o romana. Experimentar los orígenes de otra civilización. Como aparecido de la nada, se alzó ante ella un ser vestido de un modo que le resultaba familiar. Lo había visto en los cuentos de Las mil y una Noches. Parecía el genio salido de una lámpara.
-       ¡Buenos días bella señora!, dijo el genio con voz estereofónica.
-       Esto… Buenos días.
-      Soy el genio de los deseos y he sido llamado.¿Dice que le gustaría a usted trasladarse a la antigua Roma?
-       Bueno, quizá, yo..., si, supongo que si. Titubeó.
-       Puedo hacer que su deseo se convierta en realidad.
-       ¡Llevarme a la antigua Roma! 
-       ¡Exacto!, pero para ello usted deberá ofrecerme algo a cambio
-       ¿Y de qué se trata?
-       De su cuerpo.
-       ¿Cómo? ¡Sátiro, sinvergüenza! ¡Fuera de mi vista!
-       No, no me malinterprete por favor, soy un caballero. Me refiero a que para que mi magia surta efecto, usted no puede continuar existiendo en ambas épocas al unísono, pero tampoco puede desaparecer por completo de la era actual. Debemos mantener un modo de poder hacerle regresar, si pasado un tiempo usted se arrepiente de la decisión. Como un puente entre el pasado y el presente ¿lo entiende?
-       Eso ya está mejor. Por un momento pensaba que era usted uno de esos obsesos que andan sueltos. Y ¿de qué modo podríamos establecer esa pasarela de la que me habla?
-       Muy sencillo, yo le convierto en estatua de piedra en este mundo. Aquí mismo, decorando esta plaza. Nadie notará su presencia, ni su falta si un día decide volver. Su cuerpo tal y como lo conoce usted será íntegra y molecularmente trasladado a la época y lugar escogidos. ¿Qué me dice?
-       Pero… Y usted ¿qué gana con esto?
-       Vivo para cumplir los sueños de la gente. Usted ha soñado y aquí estoy.
-       ¿Así de fácil?
-       Así de fácil.
-       De acuerdo, correré el riesgo. Estoy preparada ¿Qué tengo que hacer?
-      Cierre los ojos, relájese y cuando cuente tres, ábralos muy despacio. Entonces, estará en su nueva vida. Uno, dos, tres.
Una preciosa estatua se alzaba en un discreto lateral de la plaza. Quedó colgando de su brazo la bolsa con las compras que había realizado hacía unos minutos. No hubiera sido apropiado aparecer en la Roma antigua cargada con un envoltorio rotulado en una imprenta moderna.
Apenas sintió nada. Abrió los ojos muy despacio y vio a su alrededor termas, acueductos, columnas, circos… Una nueva vida se abría ante sí. ¿Querría regresar algún día?


Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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