La Foto del día: 18-07-2011 "El valor de las raíces"

Después de la guerra, sus abuelos tuvieron que escapar. Son esas crueldades que comete el ser humano, cuando hace luchar hermanos contra hermanos, se ensaña con los perdedores o pretende borrar la memoria de las generaciones futuras. Precisamente para evitar que sus hijos, sus nietos y los hijos de éstos más tarde, olvidaran sus orígenes, desde muy pequeña escuchó en casa hablar de raíces.

Edurne Iza, El valor de las raíces


Los años habían curtido su piel, la guerra, los campos de trabajo y los "sutiles" métodos para obtener información que tenía el enemigo, arrancaron sus uñas, apagaron su vista y deterioraron sus pulmones. Pero el brillo de sus ojos y el orgullo de la mirada, permanecían intactos. Ella no tendría más de siete u ocho años cuando le sentaba en sus rodillas, en el sofá que había junto a la chimenea y le contaba que la familia siempre había destacado por su cultura. Personas sencillas, decía. Pero muy interesadas en el arte, la literatura, la música. "Yo era pintor, tenía unas manos prodigiosas, cómo mezclaba los colores y manejaba los pinceles. Era mi vida, y por eso me destrozaron los dedos y me arrancaron los ojos", decía mientras mostraba a su nieta las arqueadas y descuajeringadas extremidades, que señalaban unas cuencas vacías como el alma de sus torturadores.
- Pero nunca dije nada, ni una palabra, jamás delaté a los míos. Y eso querida mía, eso está en tus raíces. La vida te llevará por senderos difíciles de transitar. Tendrás que tomar decisiones complicadas, que ahora ni tan siquiera puedes imaginar. Deberás escoger entre tus principios y tus intereses. El camino fácil o el difícil. Pero no te preocupes, tus raíces te dirán lo que debes hacer y estoy seguro que llegado el momento, tomarás la decisión correcta.
- Pero abuelito, eso suena terrible ¡yo no quiero ser mayor!.
- Tranquila, no sucederá de un día para el otro, será un cambio gradual, progresivo. Cuando no sepas qué dirección tomar, en esos momentos en que la vida parece que te está dedicando una mueca sarcástica, sólo deberás mirar dentro de ti y buscar tus raíces. Ellas te dirán qué debes hacer. Y ahora, ¡a la cama! a dormir y a soñar con cosas bonitas.
- Buenas noches abuelito, te quiero mucho. Dijo la pequeña, besando sus malogradas manos.
El abuelo suspiró profundamente y decidió quedarse un rato más escuchando el crujir de la madera quemándose en el hogar.
Aquella noche el abuelo falleció, sentado plácidamente en su sillón, con la satisfacción de haber vivido de forma plena, de haber sido fiel a sus ideales, a la gente que amaba. De haber plantado en los suyos, la semilla de la honradez. De haber sido capaz de morir con la misma dignidad con la que había vivido.
Aquella noche la niña, durmió arropada en su cama y soñó con unas sólidas y profundas raíces que le marcaban un camino. A veces soleado, a veces amenazado por nubes de tormenta. Pero un claro sendero por donde transitar.
Pasaron los años y la pequeña convertida en fotógrafa, presentó a un prestigioso concurso una imagen que reflejaba aquel sueño de niñez. La dedicó al hombre más valiente que había conocido. Al hombre que le enseñó el valor de las raíces. Al recoger el premio, no ofreció vacías palabras de agradecimiento, sólo dijo:
- Abuelito, miré en mi interior, las vi y escogí mi camino. Hoy, estarías orgulloso de mí.



Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza

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