Mi alma está y estará ligada siempre al mar. Como amarrada con cadenas a unas argollas de hierro. Así, absorta en mi melancolía no puedo por menos que recordar a Lope de Vega, que en uno de sus sonetos nos habla de Andrómeda, y de la envidia que despertaba en las Nereidas, hasta el punto, de desear éstas su muerte. Cuenta la mitología griega, que Nereo y Doris, tuvieron cincuenta hijas, las Nereidas. Que habitaban las profundidades marinas y salían a la superficie para socorrer a los hombres de mar. Eran hermosas y cantaban con voces melodiosas, casi angelicales. Aparecían ante los marineros en apuros a lomos de delfines y otras criaturas marinas y con sus largos cabellos adornados con diademas de coral. Yo lo que creo, es que los marinos necesitaban ahogar sus penas, nunca mejor dicho, pensando que en sus últimos momentos, en la peor de las tempestades, una femenina criatura podría liberarles de las garras del océano. Así que se dedicaban a hacerles ofrendas, de aceite, leche o miel que depositaban en las orillas de las playas. Pero en realidad, el mar no libera a sus presas, a no ser que hayan dado su vida, a cambio de regresar en forma de despojos a tierra firme. Por eso, débiles por naturaleza necesitamos refugiarnos en la creencia de lo sobrenatural. Pero… ¿y nosotras?, yo quiero creer. Y la mitología tan sólo me ofrece a Neptuno, que lejos de salvar a mi alma perdida en el mar, se dedica a agitar las aguas y a provocar gigantescas tormentas y maremotos. Vamos a ver, ¿por qué no podemos tener nosotras una legión de sirenos dulces y cariñosos que nos salven con poderosa delicadeza?. Os propongo que este verano, nos acerquemos a la playa, a medianoche, más que nada para no ser juzgadas demasiado duramente por los bañistas, y dejemos una ofrenda moderna. Digamos una ración de bravas y unos calamares a la romana, a ver si los sirenos se animan y vienen en nuestra ayuda… ¡Marchando una ofrenda!. No sé si nos deleitaran o no, con su presencia, pero seguro que a la mañana siguiente la ofrenda no está. ¿Mensaje celestial?.
Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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