La Foto de la Semana 16-11-2014: "Te esperaré"

Una pequeña marca en la gruesa capa de nieve que cubría el banco del parque es todo cuanto quedó de él, amaneció congelado una mañana del mes de Febrero. Ella le pidió tiempo para resolver unos asuntos y el respondió "Te esperaré". Y esperó. Los meses del calendario cayeron como las hojas en otoño y él esperó. Cambiaron las modas, las tendencias políticas en el gobierno. El equipo más pobre del campeonato ganó la liga de fútbol y él, continuó esperando. No hubo enfermedad, crisis, noticia o inclemencia climática que hicieran que no acudiera a su cita en el banco del parque puntualmente cada tarde a las cinco. Ni un minuto más, ni uno menos. Siempre con la misma ilusión, con idéntico gusanillo en el estómago. Hoy es el día, se decía a sí mismo. Hoy volveré a ver su sonrisa franca e inocente. Y esperaba hasta que la noche lo empujaba a patadas hacia su casa. Bueno, no  importa, seguro que mañana aparece, repetía para sus adentros. Pero al día siguiente la historia se repetía una y otra y otra vez. La juventud abandonó su cuerpo, el color se disolvió en sus cabellos ya grises como el acero. Sin embargo, la confianza de volver a ver a su amada y la fe ciega en su promesa permanecían aferradas a su corazón con la misma intensidad que aquella mañana de Agosto en la que ella besó sus labios por última vez, fijó sus ojos en los del joven y se desvaneció entre la multitud que paseaba por los senderos arbolados. 
Valentina tenía una misión que realizar antes de poder ser feliz junto a su enamorado. Debía entregar unos documentos al jefe de la guardia nacional. Eran papeles de suma importancia que contenían los detalles del próximo movimiento de tropas que inclinaría el resultado de la guerra hacia uno u otro bando. Su cometido era tan secreto que nadie en su familia, amigos ni siquiera el amor de su vida conocían sus intenciones. Valentina fue descubierta unos minutos después de la entrega del sobre. Fue capturada y torturada durante días para obtener la información que ella había protegido con su vida. No pronunció palabra. Cuando sus captores se dieron por vencidos decidieron encerrarla en lo más profundo de una celda húmeda y oscura. Allí permaneció durante veintitrés días y sus correspondientes noches, sin apenas agua ni comida, sus heridas se infectaron y su cuerpo se fue debilitando hasta que la vida se escapó de entre sus huesos. Nunca supo que a la mañana del vigésimo cuarto día desde su cautiverio, gracias a su heroica acción, acabó la guerra. Habían ganado, pero Valentina murió unas horas antes. Durante sus veintitrés días de agonía, entre delirios y fiebres, sólo imaginaba regresar y cumplir con su promesa. Y así, visualizando el banco del parque expiró. Cincuenta y dos años después, tras haber pasado diecinueve mil ciento cuatro tardes sentado en aquel banco, su corazón dejó de latir pensando en Valentina. Él le dijo "Te esperaré"... Y esperó.



Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto de la semana 09-11-2014: "No estamos solos"


Nos movemos por el mundo tomando decisiones a cada instante. Los hay con familia y sin ella. Los que van de la mano de sus parejas o llevan en brazos a sus hijos. Están ermitaños, los sociables, los eternos solteros, los que quisieran pareja y no la encuentran, los que tienen pareja y están hartos de ella... 

Sin embargo, no importa cuán solos nos podamos sentir en un momento dado de la vida, en realidad nunca lo estamos. Nos acompañan nuestros pensamientos, recuerdos, nuestros planes de futuro. Caminan junto a nosotros todos los sueños que nos hacen sonreír y mirar hacia adelante cada mañana. Las malas experiencias nos ayudan a no repetir los errores del pasado. Los éxitos a confiar en nuestro instinto para tomar nuevas decisiones. 

Por último, pero no menos importante, nuestra sombra. Ella es el motivo por el que no olvidamos que no avanzamos solos en este mundo. Siempre está allí al doblar cada esquina. A veces avanza por delante de nuestro paso y otras nos sigue sigilosa. No protesta, no se enfada, no sonríe, ni llora. Simplemente nos hace compañía a su manera.  



Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto de la semana 02-11-2014: "La vida pasa por ser una pasa"


Efectivamente, la vida pasa por convertirse en una pasa. Hoy en día, hay quien vive profundamente obsesionado por la imagen. Lo cual, está muy bien, siempre que no se traspasen ciertas barreras. La verdad, resulta un tanto patético, pasear por ciertos locales frecuentados por gente de clase media alta y ver las verdaderas atrocidades, a las que someten sus cuerpos por parecer unos años más jóvenes. Rostros estirados, labios, pechos y nalgas de silicona. Con lo bonito que es envejecer con dignidad, se convierten en lamentables caricaturas de sí mismos. El estiramiento de la piel, para camuflar las arrugas, se denomina ritidectomía. He investigado un poco sobre este proceso y se me han puesto los pelos de punta ,al ver la imagen con la que Wikipedia explica el proceso, podéis echar un vistazo aquí http://es.wikipedia.org/wiki/Ritidectom%C3%ADa. Luego viene la recuperación. Los hematomas, molestias y malestares se prolongan durante tres a cuatro semanas. Lo más triste de todo, es que al final la naturaleza hace prevalecer su poder y quienes se han sometido a este tipo de cirugía, deben operarse, una y otra y otra vez más para mantener ese aspecto de jovenzuelos con movilidad limitada. Porque por mucho que alisen su piel, sus huesos y músculos envejecen, se entumecen y pierden flexibilidad. Pasados unos años, ya no queda más piel para estirar y los rostros comienzan a deformarse, a perder sus facciones originales y asimilar una imagen artificial y estereotipada. Por eso yo me quedo con aquella mítica frase de "La arruga es bella". Apoyo a los que reivindican su edad, por lo mucho que les ha costado llegar a ella, y defiendo que la vida pasa, por ser una pasa.


Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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La Foto de la semana 26-10-2014: "¿Diferente o mejor?"

¿Es mejor ser diferente o siendo diferente se consigue ser mejor? gran pregunta que no deja de ser la esencia moral y el mensaje de una tradicional historia como la de El patito feo.
Los estereotipos sociales y culturales nos enseñan a ser los mejores. Ganar el partido de fútbol, sacar un diez en el examen, ser el primero en el concurso de preguntas y respuestas...Desde que adquirimos uso de razón se nos enseña a ser  los mejores en aquello a lo que nos vayamos a dedicar. Se imprime en nuestra piel como un tatuaje indeleble la competitividad y el espíritu ganador. Sin darnos cuenta, nos convertimos en un producto clónico. Niños que quieren ser los primeros, adultos que desean ganar más, ancianos solos y llenos de frustración por una vida perdida.
Al mismo tiempo, desde la más tierna infancia aprendemos a mirar de soslayo y con cierto recelo a los que son diferentes. A quienes se atreven a proponer ideas nuevas, innovadoras y que se salen de lo establecido. 
Pero no perdamos de vista que diferente no es más que una cuestión de tiempo. El iPhone era novedoso cuando Apple lo lanzó al mercado y ahora tras todas las copias asiáticas, no es más que un smartphone. Picasso, Dalí, Gaudí, Marcel Duchamp, Helmut Newton, Man Ray, Moholy-Nagy... Fueron rompedores y crearon escuela, pero ya no sorprenden como el primer día, aunque sigamos admirándolos.
Si ahora unimos ambos conceptos, descubriremos que quienes se atrevieron a burlar los estereotipos de su tiempo y a ser diferentes consiguieron ser reconocidos como los mejores en su disciplina. Sin embargo, no fueron los ganadores desde un principio, tuvieron que pasar calamidades, sufrir la desaprobación de la sociedad, vivir en la miseria, en algunos casos, para finalmente obtener el reconocimiento popular y general.
Así pues la pregunta final sería ¿prefieres ser un caballo ganador o un patito de plumas revueltas que algún día se convertirá en cisne?.
Llamadme romántica, pero yo... apuesto por ser diferente.


Fotografía: Edurne Iza 
Texto: Onintza Otamendi Iza
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