La zona más al sur de la geografía europea, se encuentra afectada por un proceso de desertización cada vez más preocupante. Se trata de una característica frecuente en los países de la cuenca mediterránea y disminuye la productividad del suelo, debido a inundaciones, incendios, actividad humana o contaminación. Si la situación sigue agravándose, sin que pongamos freno, en unos años, existirán zonas yermas, en las que la vida no será posible y la población deberá abandonarlas para dirigirse a zonas aún ricas y fértiles.
Hace ya años que Naciones Unidas decidió intervenir en este problema, creando el Convenio contra la Desertización, que propone acciones ganaderas, forestales y agrícolas contra esta devastación. No obstante el poder frenar o revertir estos procesos, conlleva una cooperación a gran escala, que contemple cambios en el modelo de gestión y la implicación y colaboración de las autoridades locales, nacionales y europeas. Una utilización más inteligente del suelo, alternando pastoreo con agricultura, creación de bancos de semillas, reforestación mediante siembra de árboles y especies autóctonas, aportación de nutrientes esenciales, contención de la erosión mediante el abancalamiento... Son sólo algunas de la medidas que pueden tomarse para evitar que la desertificación, siga convirtiendo parte de nuestro planeta en un lugar pobre, donde humanos y animales, terminan por morir o consiguen emigrar.
Es evidente que las medidas estratégicas y estructurales deben ser tomadas desde las instituciones gubernamentales. Sin embargo, cierto es, que una cultura de la prevención, en la que podemos participar todos los ciudadanos, contribuye a ralentizar el proceso devastador y en algunos casos, incluso a invertirlo. Las acciones individuales, pueden tener un impacto exponencial, sumado a que en la mayoría de casos, hablamos de actitudes sencillas como días sin automóviles, potenciar el desplazamiento urbano con bicicletas, campañas escolares de concienciación, plantación de árboles, acciones ciudadanas de limpieza de parques y jardines, reciclaje de residuos domésticos, concursos fotográficos de temática natural... Son pequeños gestos y contribuciones que entre todos podemos aportar, para disminuir la devastación a la que nuestro estilo de vida nada sostenible está llevando al planeta.
Las grandes corporaciones y gobiernos, deben actuar con urgencia, pero mientras tanto podemos ayudar a que nuestros suelos no se cuarteen y la vida desaparezca sin remedio.
Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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