La Foto del día: 11-07-2011 "Guerreros en la habitación"

Edurne Iza, Guerreros en la habitaciónHabía escuchado más de una vez cómo mi madre contaba a sus amigas, mientras bebían una taza de café humeante, lo impresionable que yo era. "Es un niño muy sensible", a lo que todas asentían con gesto benevolente, como si tuvieran que perdonarme por ello. Yo estaba allí, de pie en una esquina y todas se comportaban como si no existiera. Como si no pudiera oírlas ni verlas. Patético. Odiaba esas reuniones y a menudo soñaba con boicotearlas vomitando sobre el almidonado vestido de alguna de aquellas cotillas. Sin embargo, me gustase o no, tenía una imaginación desbordante y debía procurar no ver en la televisión según qué programas antes de acostarme. Películas de guerra o ciencia ficción, podían convertirse en una pesadilla de varias horas. Aquel día había visto una de animación, Toy Story. Me encantó la idea de que por las noches, todos los juguetes de la habitación tomaran vida. En el fondo, creo que es el sueño de cualquier niño, disfrutar de aventuras inimaginables con sus muñecos favoritos.
Para cuando terminé de hacer los deberes del colegio, el grupo de chismosas ya se había marchado. Mi madre tenía una apacible cara de satisfacción, como si hubiera recargado las baterías. Canturreaba mientras preparaba la cena. Luego me permitió ver un rato la tele. Era uno de mis momentos favoritos del día. Saboreaba cada instante deseando que nunca llegara el momento de escuchar "¡A la cama!".
Aquella noche, como todas, me lavé los dientes y me acosté con la sensación de que no podría dormir. Para entretenerme, tenía escondido en el cajón de la mesita de noche un paquete de chicles de fresa ácida. Estaba prohibido masticar chicle en la cama, pero a mí me encantaba. Claro, no estaba permitido. Sólo lo tendría en la boca, un par de minutos, hasta extraerle el sabor y luego lo envolvería en un pañuelo de papel. En el preciso instante en que la luz se apagaba, mis ojos se abrían como platos, para reafirmarme en la idea de que estaría toda la noche en vela. Sin embargo, no recuerdo con exactitud el instante en que mis pensamientos volaron hacia el mundo de los sueños. Aquel lugar en el que todo era posible, en el que siempre terminas despertando y sonriendo porque lo malo ha quedado atrás. Mi figura de William Wallace había cobrado vida. Estaba haciendo guardia en la puerta de mi habitación con su espada en alto.
- William ¿qué haces?
- He visto a un malvado robot acechando por las proximidades de nuestro reino, estoy cubriendo la puerta. Tu deberías ir a mirar que la ventana esté bien cerrada.
- ¡Ahora mismo!, dije con gran diligencia.
Casi no había terminado de darme la vuelta, cuando escuché un gruñido procedente del otro lado de la habitación.
-¡Sabía que vendrías a emboscarnos en medio de la noche, pero no te saldrás con la tuya! rugió Wallace.
Espadas de acero contra rayos láser, una forma humana contra un androide, la valentía y la fuerza física, contra la parsimonia de una máquina. Estaba allí observando la lucha sin saber bien cómo podía ayudar a mi valiente amigo, cuando de pronto, su espada se partió en dos. La mitad que salió despedida ,dio varias vueltas en el aire, yo presenciaba la escena como en cámara lenta. El trozo de metal subió sin parar de girar para luego detenerse por un instante y comenzar a caer. En su bajada la punta de la espada, apuntó directamente a mi cuello. No era posible, la espada me había atravesado la garganta y no me permitía respirar ni moverme. Sólo emitir un angustioso sonido ronco.
La luz se encendió al tiempo en que mi madre me ayudaba a sentarme en la cama y me propinaba un par de golpes secos en la espalda, a la altura de los pulmones. El chicle salió despedido y se enganchó en el edredón. Me había quedado dormido antes de poder retirarlo de la boca y el trozo de espada que me ahogaba y no me permitía respirar no era otra cosa que la goma de mascar atorada en mi tráquea.
-¡Mira que te tengo dicho que no comas porquerías en la cama! ¡Me vas a matar de un disgusto!
- No mami, no me riñas.
- ¿Ah no? dame una buena razón para no hacerlo
- Es que soy un niño muy sensible, dije con tono lastimero intentando buscar la compasión del momento "taza de café con las amigas"
Ella  me abrazó tiernamente diciendo:
- Si es que eres un zalamero, ven aquí y abrázame. ¡Ah, pero el chicle requisado!.
Me dio sendos besos en las mejillas, apagó la luz y salió de la habitación. Allí nos quedamos Will, el robot y yo, sin saber cómo continuar nuestra aventura.



Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza


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3 comentarios:

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  2. Onintza eres la ostia, me haces flipar con estas historias a cual mas bonita... casi estas rozando la perfección, de verdad que me encanta leerte, la lastima que mis obligaciones me quitan muchisimo tiempo para leerte pero siempre que puedo intento leer tus historias eres genial y tu hermana tambien con sus ilustraciones (que sepas Edurne que no me olvido de ti, que lo sepas ja ja ja, ¡ah! y yo no soy el fan nr.1... ojala todas las personas que pasan por aqui que son muchisimas se convirtieran el los fans nr.1 asi serian en su conjunto ellos mismo los fans lectores nr.1, lo dicho... ojala subais como la espuma por que viendo la tarea que desarrollais estoy seguro que subireis como la misma, de verdad que me lo paso diver leyendo estas historias increibles sigue asi Onintza algun dia me contaras como haces para tener esa imaginación para poder armar estas historias tan bonitas, bueno corazones un besote mu gordo a las dos y mucha suerte chicas.

    Rafa (Nexus Seis)

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  3. Mil gracias Nexus, siempre es un gusto que valoren nuestro trabajo y como decimos habitualmente. Sin todos los que incondicionalmente nos seguís a diario, no sería posible.

    GRACIAS

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