La Foto del día: 01-07-2011 "Camino de la felicidad"

Edurne Iza, Camino de la felicidad

Caminaba por aquella vereda de tierra, sin prisa. Lejos del estrés de la ciudad. Del CO2 y el ruido de los cláxones. De los empujones en las aceras estrechas y las luchas por subir en el ascensor. De la rigurosidad del traje y la corbata. A izquierda y derecha, brotaban florecillas blancas y la hierba alta bailaba juguetona con la brisa. Se quitó los zapatos, dejó la senda y caminó sobre la verde alfombra con los ojos cerrados. Los brazos separados, acariciando el prado con los dedos. Respiró hondo y se sintió en paz. El camino, desaparecía serpenteante en un bosquecillo cercano y parecía conducir al mismo lugar, que las veloces nubes que decoraban el cielo. Pensó en la vida, corta en comparación con la inmensidad de la naturaleza. Y sin poder evitarlo, se preguntó, ¿vale la pena? ¿compensan los sinsabores del trabajo? ¿la falta de sueño? ¿el no ver crecer a mis hijos? ¿el circular a toda velocidad, en bucle por los tirabuzones de la competitividad sin límites? ¿el pretender tener una segunda residencia y un coche de gama alta? ¿ser socio del club de hípica o del de golf?. En definitiva ¿soy feliz?. La respuesta fue un abrumador y mayúsculo monosílabo que comienza por "n". NO. "Fantástico, me paso media vida construyendo lo que se supone es un modelo de vida ideal y ahora que lo he conseguido, soy consciente que nunca fue lo que yo quería. Jamás soñé con llegar hasta aquí. Este era el sueño de otro. De mi padre, de la sociedad o de mis petulantes compañeros de colegio de pago."
Intentó recordar sus anhelos de juventud. Estrujó su cerebro tratando de separar el "qué quieres" del "qué debes". El atardecer le sorprendió, sin ninguna respuesta y llegó a una triste conclusión. "Toda mi vida he sido la perfecta proyección de la obediencia, del hijo, el alumno, el esposo y el empleado modelo. ¡Basta!. Pienso recuperar el tiempo perdido".
Esa misma noche telefoneó a su mujer, elegante dama aburguesada, que no podía dar crédito a las palabras que le llegaban desde el otro lado del aparato.
- ¿Que te quieres ir a vivir al campo?. No pienso seguirte ¿has perdido el juicio?
- Cariño, quiero que disfrutemos juntos de una vida sencilla, cerca de la naturaleza. No nos faltará de nada, pero no nos sobrará tanto como ahora. Podremos cultivar nuestras aficiones, y nuestros hijos estarán aún a tiempo de no cometer nuestros mismos errores.
- ¡No pienso seguir escuchando ni una sola insensatez más! ¡Quiero el divorcio!
Un violento sonido metálico le hizo comprender que ella había colgado. Esa noche su vida había dado un giro de 180 grados. Había iniciado un viaje que le hubiera gustado realizar, con la que un día fuera el amor de su vida. Pero también había descubierto con dolorosa desilusión que de ese amor apasionado, había pasado ya mucho tiempo y demasiadas cenas y viajes de negocios. El cristal estaba hecho añicos y recompuesto con el pegamento del interés. Esa noche de paz interior y reflexiones, dejó atrás las ataduras sociales y emprendió el camino de la felicidad. 



Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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