La Foto del día: 27-06-2011 "Pérfidus, Bóndidus, y el contraconjuro"

El cielo amenazaba tormenta. Ya lo anunciaba la profecía. Sucedería, la cuarta noche después de la segunda luna nueva, tras el nacimiento del elegido. Hacía poco más de nueve meses, el príncipe de aquellos parajes, Bóndidus, había caído en un profundo sueño, presa de la maldición de su primo Pérfidus. Se habían criado juntos, ya que los reyes, los padres de Bóndidus, habían fallecido durante una epidemia de peste, que diezmó la población, hacía ahora veinticinco años. Popea, la bondadosa hermana de su madre, adoptó al pequeño y lo crió con el mismo amor que a su propio hijo. Su esposo, un duque venido a menos, que conservaba más nombre que fortuna, nunca tuvo simpatía por el pequeño, pero aceptó, guiado por la ambición de pensar, que aquel huérfano algún día se convertiría en rey. La codicia del padre, hizo mella en Pérfidus, que creció envidiando y odiando todo cuánto su primo conseguía. Cuando eran ya jóvenes casaderos, Bóndidus, se enamoró de Flavia, una hermosa muchacha. Pronto contrajeron matrimonio y según la tradición, al nacer su primer vástago, la joven pareja ocuparía el trono.
Amante de las brujerías y presa de la avaricia, Pérfidus, ayudado por su padre, urdió un malvado plan, para arrebatar a los recién casados su legítimo derecho. Las leyes contemplaban, que si por cualquier motivo, el heredero del trono, no lo ocupaba, pasadas cuatro noches de la segunda luna nueva, tras haber nacido su primer descendiente, la corona sería cedida al familiar consanguíneo más cercano de la misma generación. Dispuesto a lo que fuese, con tal de conseguir la real tiara, ideó un embrujo por el cual, de forma misteriosa, Bóndidus cayera en un profundo letargo, del que sólo despertara, pasada la fecha de coronación. Justo a tiempo para sufrir, viendo como por segunda vez, la fatalidad truncaba su destino. Sin embargo, nutridos de soberbia, menospreciaron la inteligencia de las dos mujeres. Popea descubrió los pérfidos planes de su marido y su hijo. No los reconocía, no podía entender, que hubiera compartido lecho con tan despreciable ser. Le dolían las entrañas, al pensar que el precioso bebé que había crecido en su vientre, se hubiera convertido en aquel joven miserable y sin escrúpulos. Superando el profundo pesar de su corazón, habló con Flavia, para detener semejante vileza. 


Protegidas por la oscuridad de la noche, trasladaron al embrujado Bóndidus, a una torre de vigilancia en el límite del reino, cerca de los acantilados. Lo mantuvieron oculto y lejos de las garras de sus malefactores.
Del país vecino, mandaron llamar a Kaeso, anciano hechicero y gran amigo de la familia. Con su ayuda, aplicaron un  conjuro sobre padre e hijo, para que al mirar la cama de Bóndidus creyeran verlo descansando sobre ella y no notaran su falta. De ese modo, pudieron  sacar al joven de su morada, sin levantar sospechas. Una vez a salvo, pidieron a  Kaeso un contraconjuro, para que en el preciso instante, en el que Pérfidus hiciera despertar a su primo, se desatara una terrible tormenta que se arremolinara en forma de tornado alrededor del palacio. Haciéndolo elevarse por los aires tan alto, que la vista dejara de apreciarlo, para luego caer en picado y destrozarlo contra el suelo, convirtiéndose en microscópicas partículas de polvo. Llegada la hora, discretamente congregaron a todos sus súbditos en la torre de vigilancia. En silencio, abrazados y con los ojos cerrados, soportaron los coletazos de la violenta ventisca.
Cuando la calma regresó y las nubes se disiparon, pudieron ver a Bóndidus, que ya despierto y libre de maleficios, besaba a su retoño y tomaba con ternura las manos de Popea y Flavia. Por encima de coronas y tronos, en aquel lejano país, reinaron para siempre el amor y la felicidad.


Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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1 comentario:

  1. Jo Onintza eres genial, es precioso este relato, yo no se de donde sacas tanta imaginación pero la verdad es que cada vez mas me gustan tus relatos y creo que a mucha gente le pasara lo mismo que a mi, disfrutamos de seguro muchisimo leyendo y teletransportandonos al lugar de estos maravillosos relatos haciendonos nosotros mismos participes de esas historias, de verdad me encanta que escribas asi, disfruto mucho leyendote y viendo esas maravillosas imagenes de edurne... todo va a juego, lo dicho Onintza seguro que ya podeis contar a vuestros lectores por miles y si no al tiempo, un besote para las dos y seguid asi... sois la ostia.

    Rafa (Nexus Seis)

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