La Foto del día: 18-06-02011 "El Brujo de la Cruz"

Edurne Iza, El Brujo de la Cruz

Erase una vez, una abuelita muy sacrificada, que vivía en un pueblo lejano. Caminaba durante horas cada día, debía buscar alimentos para sus nietos. Se adentraba en el bosque, recolectaba setas, bayas y otros frutos silvestres y luego regresaba a casa. Su vida era muy dura, pero mientras estuvieran bajo el hechizo del malvado Brujo de la Cruz, era lo único que podía hacer, para proteger a sus adorados niños. Tiempo atrás, cuando los hermanitos, que eran gemelos, acababan de nacer, todo era felicidad. Su hija, su yerno, los bebés y ella, formaban una adorable familia. Un día, llegó al pueblo el Brujo, un viejo amargado y malévolo, que hechizó a casi todos los vecinos. Los que le plantaron cara, murieron con terribles dolores. Los únicos que consiguieron escapar a su doloroso influjo, fueron los padres de los pequeños. Como castigo, fueron desterrados para siempre del lugar, y para asegurarse de que no intentaran nada en su contra, hechizó a sus hijos. El único modo de mantenerlos con vida, sería recolectar frutas del bosque y preparar un antídoto, cuyo efecto duraría  escasamente veinticuatro horas. Así que decidió no hechizar a la abuelita, pero cargarla con la enorme responsabilidad, de conseguir todos los días, los ingredientes para la pócima. Cuando le faltaban sólo unos metros para llegar a su morada, tenía que subir las escaleras que pasaban junto a la iglesia. Al final de todos los peldaños, girando a la derecha, estaba su puerta. Cada vez, se encontraba más cansada. Tardaba más en realizar el tortuoso recorrido, y aquellos escalones, con el peso de la bolsa, le estaban destrozando la espalda. El Brujo, se divertía estirando la bolsa desde una esquina, de modo que la subida fuera aún más empinada. "Debo pensar algo", no aguantaré mucho más, pero sin el antídoto, mis adorados nietos están perdidos. Al día siguiente, al adentrarse en el bosque, decidió canturrear una antigua melodía que su madre le enseñó siendo muy joven. "Es mágica, le decía, y te ayudará a comunicarte con los animales, si un día necesitas su ayuda". Tal era su desesperación, que aquel 18 de Junio, decidió intentarlo. Habían pasado apenas unos minutos, cuando ardillas, conejitos, gorriones, búhos, zorros, jabalíes y hasta un oso, se acercaron a ella. Llorando de emoción, cayó de rodillas al suelo. "Gracias, gracias". Una juguetona ardillita trepó hasta su hombro y con increíble delicadeza, enjugó sus lágrimas.
- ¿Necesitas nuestra ayuda?
- Cada día estoy más débil. Mis nietos me necesitan, pero yo casi no tengo fuerzas. ¿Qué puedo hacer?
- Debiste haber recurrido a nosotros hace mucho tiempo. Pero no sufras, acabaremos con el malvado Brujo de la Cruz. Sólo necesitamos que nos guíes hasta su refugio y cuando estemos ante su puerta, pronuncies tres veces estas palabras "Conjurum evadum est. Brujum evanescentium". El resto corre de nuestra cuenta.
- ¡Vayamos cuanto antes!
La fantástica comitiva emprendió camino. Para ir más rápido, sentaron a la abuelita a lomos del jabalí y entre varios gorriones y dos búhos, transportaron la pesada bolsa, agarrándola con sus picos.  
- Aquí es, balbuceó la anciana, señalando hacia la morada del villano.
- ¡Chicos, preparados!.
- Conjurum evadum est. Brujum evanescentium. Conjurum evadum est. Brujum evanescentium. Conjurum evadum est. Brujum evanescentium. Repitió con determinación.
Entonces, una especie de torbellino rodeó a los animales, envolviéndolos como en el centro de un tornado. Los elevó muy alto, por encima del pueblo, cada vez a más velocidad. De pronto, se detuvo, adquirió forma de flecha y descendió meteórico, introduciéndose por la chimenea. Protegida tras una pared de piedra, observó asombrada, cómo la casa retumbaba y tras una sonora explosión, la robusta puerta de madera, caía desplomada al suelo, levantando una gran polvareda. Y así el villano, desapareció para siempre. Sobrecogida, esperó unos segundos y vio salir en fila caminando airosamente a conejitos, ardillas y demás héroes, sanos y salvos y con la satisfacción de haber cumplido su misión. El último, era el oso y traía en brazos a sus nietos, que somnolientos se desperezaban, ajenos a todo cuánto había acontecido.
La normalidad regresó a sus vidas. Los vecinos despertaron de sus hechizos. Los padres de los pequeños, pudieron regresar junto a su familia. Desde entonces, cada 18 de Junio los habitantes del lugar y todos los animales del bosque, celebran la gran hazaña, y recuerdan que con un poco de ayuda mágica, los deseos, pueden hacerse realidad. Y colorín colorado...


Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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