La Foto del día 06-06-2011 "El espectáculo debe continuar"

Edurne Iza, El espectáculo debe continuar

Tin, tin, tin, tan, tan... sonaba una musiquilla, mientras el mimo se movía rítmicamente, con gestos de muñeco articulado. De pronto el soniquete, cambió de velocidad y el arlequín se detuvo impertérrito. La mirada fija en el infinito, el brazo izquierdo ligeramente levantado. Ni un solo músculo de su cara se alteraba. A sus pies, había colocado un pequeño carrusel, parecía muy antiguo, un poco descolorido incluso. Me paré a observar los detalles de su traje y del maquillaje. Escuchaba la música de fondo, que acompañaba a la escena de un modo inmejorable. Y el carrusel giraba y giraba... había varios personajes. Una especie de elefante, pero delgado y con un cinturón, que simulaba un cuerpo femenino, un león con un tutú de bailarina de ballet, una jirafa de cuello corto, un burro con una ortodoncia en los dientes y por último, un niño con el pelo de color verde. Asombrada, me quedé mirando tal sublime grupo de personajes. Era sencillamente genial. De fondo, la música continuaba, cada vez con un ritmo más intenso. El carrusel daba vueltas, más y más deprisa, hasta que de pronto salió disparado de su eje y los personajes se desperdigaron por la calle. Mi primer instinto, fue acercarme a recogerlos uno por uno y ver si se habían roto. Primero el asno. Le agarré la cola y me lo puse en la palma de la mano. Noté un golpecito, como una patada. ¡No era posible!, había cobrado vida.
- ¡Podría usted tener más cuidado!, protestó, ¡con lo caros que son estos brackets!
- Lo lamento mucho, balbuceé, sin apenas dar crédito a lo que estaba sucediendo.
Miré alrededor... el león bailaba de puntillas, moviendo graciosamente su tutú de color rosa. La jirafa, corría sin dirección, intentando estirar su cuello diminuto, para ver algo más allá. El elefante, miraba con coquetería su esbelta figura,  reflejada en un trozo de botella rota que había en el suelo y por último, el niño del pelo verde, se colocó a los pies del mimo y comenzó a estirar su arlequinado pantalón.
- ¡Eh, mimo!, gritó mientras continuaba jalando de la tela. El mimo cambió su postura y replicó
- Dime pequeño
- ¿Ya no te acuerdas de mi?
- ¿Cómo podría olvidarme de mi mismo?
Ahora sí que no entiendo nada, suspiré, frotándome los ojos con incredulidad. Verás, me contestó el artista callejero, con una voz pausada, dirigiendo hacia mí su mirada, estoy en esta esquina, cada día del año. La gente, se para a observar mi concentración, mi maquillaje, intentan incluso, que cambie de postura regalándome unas monedas. Sin embargo, tú has sido el único, que te has fascinado más por el carrusel, que por mi. Y eso merecía un premio. Mi padre que era ebanista, me lo construyó con sus propias manos, para que nunca olvidara, lo bello que se puede ser, siendo diferente a los demás. Por eso, representó a cada animal, justo con el atributo contrario al que lo asociamos. Cuando todos los niños jugaban al futbol, yo me apasionaba con el teatro. Y así, en una representación, me pinté el pelo de color verde, para encajar mejor con mi personaje, y no conseguí quitarme el tinte en meses. Los niños me burlaban y no quería ir al colegio. Hasta que el carrusel sonó, y giró y me fascinó tanto, que nunca más me importó lo que dijeran los demás. ¿y sabes por qué?. Porque el espectáculo, debe continuar. Recogió las figuras con delicadeza, recompuso el carrusel, recuperó su postura, la música sonó y todo volvió a la normalidad. Miré a mi alrededor y vi que la gente pasaba de largo, sin siquiera reparar en el artista. Lo miré nuevamente y me guiñó un ojo con complicidad, mientras depositaba unas monedas a sus pies.
- Adiós arlequín. Gracias por hacerme sentir, tan especialmente diferente.



Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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