Me había quedado boquiabierta y ojiplática, ¿recordáis?. El submarino rojo se había sumergido bajo las aguas del puerto y yo no acertaba a comprender qué estaba sucediendo. De forma instintiva corrí hasta la base del faro y descubrí una pequeña puerta que daba acceso al interior de la torre. Estaba abierta. No pude resistirme. Cautelosa, entré en la estancia. Me recibió una bofetada de penetrante olor a humedad. En el centro de la sala, había una destartalada mesa de madera y sobre ella... ¡una carta náutica!. Mi corazón latía a toda velocidad. Tomé el documento entre mis manos y leí ávidamente. El canal de St. George, mar de Irlanda. Recordé la leyenda del siglo XIV, según la cual, San Jorge viajó desde Turquía y llegó a Inglaterra por el canal al que dio nombre. Pero, ¿qué relación podía tener todo aquello con la extraña pareja vestida de rojo?. Enrollé el mapa. Salí de la torre, mirando a ambos lados, como si alguien estuviera siguiéndome. Demasiadas películas, pensé, cuando alguien puso una mano sobre mi hombro diciendo "Señorita, creo que se lleva usted algo que no le pertenece". Mi cuerpo se sobrecogió, al tiempo que todo el aire de mis pulmones salía despedido en forma de grito agudo. "¡Tranquila, por Dios!", espetó el hombre. Las rodillas me temblaban.
- Perdone, no pretendía asustarla, soy vigilante del puerto y esa carta pertenece al museo del mar, estamos preparando una exposición en la sala baja del faro.
- Lo lamento, yo...
Como pude expliqué al empleado, mi extraña experiencia de hacía unos minutos. Al terminar mi inquietante relato, estalló en una sonora carcajada. Su Nautilus es el barco submarino que tenemos como atracción turística. Es rojo en honor al faro que corona la bahía, igual que los uniformes de los marineros. En cuanto a las camisetas de los pasajeros... pura casualidad. Avergonzada, me disculpé y quise desaparecer de la faz de la tierra. Caminé sin rumbo y llegué a un pequeño bar de pescadores.
- Un café, por favor. Por cierto, ¿sabría decirme a qué hora es la siguiente visita del submarino del puerto?
- ¿Submarino?, ¿de qué me habla?, creo que no debería tomar más café señorita. ¡Submarino, dice!, esta gente de ciudad...
Un escalofrío recorrió mi espalda... FIN
- Perdone, no pretendía asustarla, soy vigilante del puerto y esa carta pertenece al museo del mar, estamos preparando una exposición en la sala baja del faro.
- Lo lamento, yo...
Como pude expliqué al empleado, mi extraña experiencia de hacía unos minutos. Al terminar mi inquietante relato, estalló en una sonora carcajada. Su Nautilus es el barco submarino que tenemos como atracción turística. Es rojo en honor al faro que corona la bahía, igual que los uniformes de los marineros. En cuanto a las camisetas de los pasajeros... pura casualidad. Avergonzada, me disculpé y quise desaparecer de la faz de la tierra. Caminé sin rumbo y llegué a un pequeño bar de pescadores.
- Un café, por favor. Por cierto, ¿sabría decirme a qué hora es la siguiente visita del submarino del puerto?
- ¿Submarino?, ¿de qué me habla?, creo que no debería tomar más café señorita. ¡Submarino, dice!, esta gente de ciudad...
Un escalofrío recorrió mi espalda... FIN
Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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