Hace un tiempo la empresa en la que trabajaba, comenzó a acusar los efectos de la crisis, primero una reducción de plantilla, luego los salarios llegaban tarde. Finalmente quebraron y me quedé sin trabajo. Hasta entonces yo pertenecía a la generación de la hipoteca cucaracha, esa con la que naces, creces, mueres y desapareces, pero era feliz. Me sentía seguro con mi piso, mi trabajo, mi coche, mi traje y mi corbata. Tras el cierre, pasé unas semanas de gran confusión, me sentía desubicado, comencé a buscar un nuevo empleo, y a percibir el paro, pero los meses pasaban, las facturas se acumulaban y el ansiado puesto nunca llegaba. Como véis, mi caso es uno más de entre tantos que completan las estadísticas de las noticias de las nueve. Así que para todos los efectos soy simplemente uno más. Por cierto, no me he presentado, mi nombre es Pepito Pérez. Si fuera anglosajón me llamaría Mr. Jones, que suena algo más sofisticado. Pero en el fondo, sería igual de invisible.
Esta noche he dormido en un cajero automático. Ha hecho mucho frío y por lo menos allí, estoy a cubierto y me siento seguro. He tenido que salir temprano, porque un hombre que iba al trabajo, necesitaba sacar dinero... yo también solía hacerlo. Cuando nos hemos cruzado, me ha saludado con recelo, bueno con miedo. He salido a la calle y he corrido a refugiarme en el metro. Tras varias horas de vagar por pasillos interminables, he decidido salir a buscar fortuna. He comenzado a subir las escaleras y he visto que está nevando. Me he quedado parado entre dos escalones, observando cómo la gente se apartaba a ambos lados para no chocar conmigo. He mirado hacia arriba y entonces la he visto. Una iglesia. Sólida, grande, poderosa, con su cruz y todo y he pensado: quizá una parte de la riqueza del Vaticano podría paliar esta crisis, generar empleo, dar pan al hambriento y agua al sediento, fe, esperanza... He girado sobre mis talones y he regresado a los pasillos del metro, he caminado sin rumbo con media sonrisa en mi boca y no he podido evitar exclamar: ¡por los clavos de Cristo, tan mayor y creyendo en el ratoncito Pérez!.
Texto: Onintza Otamendi Iza
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Me encanta la foto. Muy bueno el texto.
ResponderEliminarSimplemente genial, me gusta, el comentario si cierras los ojos te traslada en el tiempo... ui que frio... me gusta.
ResponderEliminarRafa