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La Foto de la semana 25-11-2012: "Tic-Tac"

Desde el origen de la vida, el ser humano ha necesitado dividir su paso por este planeta en diminutas unidades. Concretas, mesurables, visibles e incluso audibles a través del artilugio llamado reloj. No existe un único inventor del medidor del tiempo. El Sol y la Luna sirvieron a las civilizaciones antiguas para cuantificarlo. Se evolucionó después hacia los relojes solares y de arena. Galileo Galilei contribuyó con sus estudios sobre el movimiento pendular, que remató Christian Huygens en el siglo XVII con el primer reloj de péndulo. Le siguió Peter Henlein en 1524 con la modalidad de bolsillo que, aunque sólo ofrecía una hora de autonomía, se hizo muy popular entre los caballeros de la época, y lo culminó en el siglo XIX Patek Philippe inventando la versión para muñeca.
 
Edurne Iza, Tic-Tac
 
Me resulta muy curioso que estemos tan obsesionados por el segundero. Por cuánto dura esto o tarda aquello. Y sin embargo no se cuestione lo efímero de la felicidad. Decimos que tal o cual persona es feliz y que la otra es desgraciada y en el fondo nadie sufre o disfruta de manera constante. Si pensamos en las situaciones que nos hacen sentir bien, durante ese espacio de veinticuatro horas que hemos decidido denominar día, probablemente descubriremos, que no van más allá de unos pocos segundos. Y esa diminuta cantidad de tiempo, durante la que sonreímos, es suficiente para decir que somos felices.

Por eso hoy, queridos lectores, os invito a la reflexión acerca de nuestro sistema de medida de ese bien de valor incalculable llamado tiempo. No damos aprecio a los pocos segundos que dura nuestra satisfacción al recibir el beso de un ser querido tras un largo período de separación y sin embargo suele ser suficiente para que definamos que el día ha sido feliz, olvidando el sufrimiento de las horas, días o meses de ausencia. Toda una jornada frente a unos pocos segundos.

Por eso, he decidido, no dividir mis veinticuatro horas en 1440 minutos ni en 86400 segundos. Lo mediré por el número de instantes felices, de sonrisas en mi rostro. Por el torrente de lágrimas derramadas o de suspiros de satisfacción. De ese modo, tendré la sensación de que mi vida cuenta, más allá del monótono tic-tac de mi reloj de pared.




Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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