Atónita y ojiplática me quedé al encontrar el inodoro de la imagen en plena vía pública. Hasta hace poco mirábamos con gesto acusador a quienes sin poder aguantar las necesidades fisiológicas bajaban sus cremalleras y descargaban lastre apuntando hacia algún árbol. Pues peor se pone la cosa, o mejor, según se mire. Parece ser que en breve encontraremos al vecino del quinto o a la del tercero, con las verguenzas al aire y aliviando necesidades mayores en el parque del pueblo. Mal lo que se dice mal no me parece. Al fin y al cabo es natural, al estar al aire libre se evita la concentración de malos olores y total, si los perros lo hacen ¿por qué no los humanos?. Pero ya puestos creo que les ha faltado un poco de detalle y han perdido una oportunidad única de hacer negocio. Me falta una máquina dispensadora de revistas y periódicos y otra de papel higiénico ¿quién va a resistirse a echar una ojeada a las noticias del día en un momento tan especial y relajante?. Reconozcámoslo, es un clásico. También les falta una cubierta en caso de lluvia. Qué pasa ¿qué solo podremos defecar en la calle cuando haga sol?. Si esta imagen se hubiera tomado en el centro o el norte de Europa, el inodoro tendría protección contra la lluvia, un sistema de limpieza tras cada usuario, hasta pantallas interactivas para seleccionar audio y vídeo durante "el acto" incluyendo un dispositivo para soltar los cincuenta céntimos de turno de cada visitante. Es lo malo de este país, todo lo hacemos a medias. Hasta para cagar la cagamos.
Fotografía: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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