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La Foto de la semana 20-07-2014: "Si soplas, vuelo"



Pablo paseaba por el prado en un día de primavera. Observaba las plantas, las flores, percibía el aroma de la naturaleza. De pronto escuchó una vocecita que decía con suavidad:

- Soy una flor delicada, atractiva y si soplas, vuelo. 

Pablo miró a su alrededor y comprobó que estaba completamente solo. Sin embargo, la voz repitió una y otra vez las mismas palabras. Desesperado, pues no sabía de dónde procedía el sonido, decidió sentarse sobre la hierba y analizar la situación. Entonces descubrió una flor blanca, de aspecto frágil y esponjoso que parecía formada por miles de diminutas fibras de algodón. Aún incrédulo se dirigió a ella con cautela:

- ¿Eres tú, hermosa flor, la que hablas?
- ¿Y quién si no?, respondió airada. Soy una flor delicada, atractiva y si soplas, vuelo.
- Entonces ¿Quieres que sople? ¿Quieres volar?
- ¿Quieres tú verme volar?
- ¿Si lo hago desaparecerás?
- Volar, es ser libre. Dejaré de estar a tu alcance, de tener la forma actual. Recuerda, la materia no desaparece, tan sólo se transforma.

Pablo dudó unos segundos. Luego llenó sus pulmones de aire y sopló. La hermosa flor se deshizo en miles de diminutas pelusillas blancas que flotaron en todas direcciones. El muchacho hubiera jurado que antes de alejarse tanto entre ellas que fuera imposible seguirlas con la mirada, dibujaron una sonrisa en el aire. Después cada hebra del color de la nieve emprendió un vuelo en solitario. Hacia un nuevo destino.

Pablo permaneció sentado con la vista perdida en el infinito repitiendo para sus adentros: si soplas vuelo; volar es ser libre; la materia no desaparece, tan sólo se transforma.



Fotografía: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
Puedes descargarte esta fotografía libremente. La única restricción es su venta y/o el uso lucrativo de la misma. No olvides que toda obra pertenece a su autor, haz un buen uso de ella.

La Foto de la semana 02-02-2014: "La galería de los sentidos"

El día había sido emocionalmente intenso. Necesitaba relajarme y desconectar mi cerebro de tanta frustración. Encaminé mis pasos hacia mi galería favorita. Había una exposición de fotografía en blanco y negro que no podía dejar pasar. Mis expectativas se vieron superadas con creces en el instante en que, sin darme cuenta, me quedé boquiabierta frente a una imagen, escudriñando las líneas, las sombras, los matices... Mi corazón palpitaba a mayor velocidad y diría que incluso mi respiración cambió de ritmo. Era una flor sublime. 
Una voz pausada y agradable que llegó a mis oídos desde la parte trasera de la sala  rompió mi concentración.
- Hermosa ¿verdad?
- Es magnífica -repuse sin siquiera darme la vuelta-
- Sí. Eso he imaginado al sentirla.

La respuesta del desconocido me desconcertó y me giré para intentar comprender. Entonces vi que sus ojos estaban cubiertos por una película blanca, como una cortina. Moví mis manos frente a él y comprobé que efectivamente era ciego. Atónita le pregunté:

- ¿Cómo ha sabido que yo...?
- ¡Ah! eso... Desde que tuve el accidente frecuento exposiciones. Con los años he aprendido a ver las obras de arte a través de las emociones de los visitantes. Usted consiguió transmitirme los sentimientos que esta fotografía le estaba inspirando. Ya no puedo ver el arte utilizando mis ojos y sin embargo puedo sentirlo a través de personas como usted. Gracias.

Regresé a casa paseando. Reflexionando sobre lo humano y lo divino. Cerré tras de mí la puerta del apartamento, me dirigí al dormitorio y saqué del armario un pañuelo de seda que enlacé alrededor de mi cabeza asegurándome que cubría mis ojos por completo. De pronto escuché sonidos hasta ahora imperceptibles, olfateé rastros y toqué texturas en las que nunca había reparado. Me senté en el sofá durante quien sabe cuánto tiempo y sonreí... Gracias a ti por abrirme los ojos, pensé.




Fotografía: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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