¿Qué futuro esperamos ofrecer a las generaciones venideras?. Suena a
pregunta electoralista. De hecho es un argumento habitualmente utilizado
por los mercenarios de la política que comercian con nuestro futuro y
por desgracia nos representan. La realidad es que los jóvenes continúan
mejorando su formación con la esperanza de alcanzar una vida mejor. Y lo
lograrán sin duda. Y sin duda también, el camino correcto es la
educación. Sin embargo, muchos de ellos deberán hacerlo lejos de la
tierra que les vio nacer. En el pasado exportábamos mano de obra barata.
Con escasa formación pero a precios muy convenientes. Hoy, exportamos
ingenieros, arquitectos, médicos... Y a precios aún más competitivos. La
diferencia es que cuando algún día, lejano, pero que llegará, la
situación económica se restablezca ¿quién y con qué argumento moral irá a
buscar a los miles de jóvenes que están protagonizando este éxodo de
cerebros? ¿con qué activos humanos resurgirá esta vez el ave Fénix?. No
quiero pecar de pesimismo pero sinceramente las continuas e inconexas
reformas de la educación, los incrementos de las tasas escolares, la
ausencia de planificación laboral... no son más que una demolición del
presente que dejan un legado desolador y un futuro poco menos que opaco,
raído y maloliente.
Texto: Onintza Otamendi Iza
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