Paseaba yo esta mañana, disfrutando del frío siberiano que azotaba la minúscula parte de mi rostro que no quedaba cubierta por la bufanda y el gorro, cuando ante mí ha aparecido esta simpática figura de latón, representando a dos pequeños roedores. Su imagen, me ha hecho recordar la popular frase "sabes más que los ratones coloraos" y he decidido investigar su origen. Carlos Canales y Jesús Callejo, publicaron en 1994, una guía en la que se explica el origen de diversos seres mágicos que plagan las historias infantiles más tradicionales. Al parecer, los ratones coloraos, son unos duendecillos que habitan en los bosques y que sólo pueden ser vistos por los niños. Adoptan forma de ratoncito vestido de rojo para realizar piruetas y morisquetas, capaces de entretener a los más pequeños. Así, ante la incrédula mirada de sus progenitores, el pequeñuelo que minutos antes lloraba o protestaba aburrido, parece distraerse, observando a la nada. Los adultos, en su necesidad de encontrar una explicación al repentino cambio de actitud de los niños, que han encontrado mirando al vacío un entretenimiento, lo justifican, diciendo que son esos inteligentes seres, invisibles para los mayores los que con sus argucias, hacen las delicias de sus hijos. De ahí que aún en nuestros días, sigamos diciendo que aquellos que consideramos listos y espabilados, saben más que los ratones coloraos. Aún corriendo el riesgo de sonar un tanto repetitiva, no puedo evitar la tentación de terminar la historia de hoy diciendo que... colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Foto: Edurne Iza, tomada en el puente Carl-Theodor de Heidelberg
Texto: Onintza Otamendi Iza
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