Deambulaba por la ciudad, sin rumbo. El cielo amenazaba tormenta y se iba tiñendo de un gris plomizo y algo tenebroso. Bajé la vista aun calculando cuantos minutos quedarían hasta que comenzara a llover y descubrí ante mí un edificio majestuoso. El tejado estaba formado por miles de diminutas piezas de cerámica de diferentes colores que simulaban las frutas y verduras que se vendían en su interior. Al acercarme a la fachada principal comprendí que se trataba de un mercado. Un mercado con vida propia pero sobretodo con una larga historia de la que han sido parte muchos de los ciudadanos de Barcelona.
En sus orígenes, allá por el siglo XIII, Santa Caterina era un monasterio dominicano que se constituyó más adelante en la primera sede del consejo de ciento de la ciudad. Sin embargo, fruto de las revueltas de la época y pese a su elevado contenido artístico, fue derruido en 1835. Sobre sus ruinas, se levantó el primer mercado cubierto de Barcelona y del antiguo convento, sólo quedó el nombre, convirtiéndose así en el Mercado de Santa Caterina. Su construcción comenzó en 1844 y finalizó cuatro años más tarde. Durante la posguerra en los años cuarenta del siglo XX, se convirtió en un centro crucial de abastecimiento tanto de Barcelona como de las ciudades aledañas: Sant Adriá del Besós, Badalona, Santa Coloma de Gramanet, el Masnou, Mataró... Los tranvías facilitaban a los ciudadanos el traslado desde estas poblaciones, hasta la calle Trafalgar y la Ronda de Sant Pere, situadas en las inmediaciones del mercado.
Este espectacular edificio ha sido recientemente restaurado, manteniendo la estructura original, pero resaltando el llamativo tejado mediante mosaicos inspirados en el trabajo de Gaudí. El de Santa Caterina, es el segundo mercado de Barcelona en antigüedad después del de la Boquería. Hoy en día además de un centro de compra de productos frescos de primera calidad para los vecinos de Barcelona, se ha convertido en punto de encuentro y atracción turística. En sus inmediaciones la oferta de restauración y ocio es amplia y diversa, lo cual ofrece un aliciente adicional a quienes deciden visitar tan singular construcción. Además el mercado se encuentra adaptado a las nuevas tecnologías ofreciendo servicios de compra on line.
Tras un colorido e histórico paseo por las más de 180 paradas de fruta, verdura, carne, pescado, flores o legumbres, salí a la calle y casi había anochecido. Decidí quedarme a cenar por la zona y disfrutar en Santa Caterina, de una velada perfecta ayer, hoy y siempre.
Este espectacular edificio ha sido recientemente restaurado, manteniendo la estructura original, pero resaltando el llamativo tejado mediante mosaicos inspirados en el trabajo de Gaudí. El de Santa Caterina, es el segundo mercado de Barcelona en antigüedad después del de la Boquería. Hoy en día además de un centro de compra de productos frescos de primera calidad para los vecinos de Barcelona, se ha convertido en punto de encuentro y atracción turística. En sus inmediaciones la oferta de restauración y ocio es amplia y diversa, lo cual ofrece un aliciente adicional a quienes deciden visitar tan singular construcción. Además el mercado se encuentra adaptado a las nuevas tecnologías ofreciendo servicios de compra on line.
Tras un colorido e histórico paseo por las más de 180 paradas de fruta, verdura, carne, pescado, flores o legumbres, salí a la calle y casi había anochecido. Decidí quedarme a cenar por la zona y disfrutar en Santa Caterina, de una velada perfecta ayer, hoy y siempre.
Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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