Tener la capacidad de reírse de uno mismo es saludable. Exagerar aquello que nos hace especiales es un modo de reconocer precisamente eso, lo que nos hace diferentes a otros grupos humanos. Una nariz pronunciada, un acento marcado e identificativo de un país en concreto, un gusto alimenticio y sí, por qué no, también temas más personales como creencias religiosas, inclinaciones sexuales o políticas. Por ello, el oficio de caricaturista es y será imprescindible en nuestra sociedad, porque nadie, bajo ningún concepto o circunstancia, debería jamás olvidar que aquello que como seres humanos nos representa y distingue de los demás no nos da el derecho a sentirnos por encima del resto. Políticos, representantes religiosos, personalidades del cine o la música y ciudadanos de a pie. Cada uno de nosotros es único y especial, es cierto, pero dentro de esa exclusividad, todos deberíamos tener los mismos derechos fundamentales. Así pues, sonriamos ante una caricatura y aplaudamos al artista capaz de captar y plasmar esa esencia única impresa en nuestro ADN.
Fotografía: Edurne Iza (Datos de disparo: f/4.0 ; 1/250 ; 200 ISO)
Texto: Onintza Otamendi Iza
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