La Foto del día: 29-06-2011 "La carta"

Edurne Iza, La CartaCon pulso tembloroso asió la pluma, con la intención de comenzar a escribir. Qué grande parecía aquella hoja de papel en blanco. Habían pasado muchos años. Demasiados para resumirlos en unas cuantas líneas. Muy largos, para justificar su silencio. No los suficientes para paliar el daño cometido. Aquella mañana, había recibido una carta del hospital. Ya tenían los resultados de las pruebas que le habían realizado hacía un par de semanas. En una revisión rutinaria, habían detectado algunos valores alterados en su analítica sanguínea. Su doctor quería realizar más pruebas. Tras casi dos meses y varias ecografías, fue la tomografía, la que concluyó el fatídico diagnóstico. Cáncer de próstata, demasiado avanzado e invasivo para operar. Sólo podía aplicarse un tratamiento paliativo. ¿Paliativo de qué?, pensaba rabioso. Como si el dolor de dejar este mundo antes de tiempo, pudiera calmarse con morfina. Es en estos momentos de la vida, en los que el ser humano es consciente de que la cuenta atrás llega a su fin, cuando suele hacerse balance de la trayectoria individual. Lo conseguido, lo fallado, lo que quedó olvidado en el cajón de los sueños.  Entonces decidió escribir aquel mensaje. No sabía por dónde empezar y decidió hacerlo por el principio de la historia.
"Querida hija, han pasado muchos años y supongo que debes odiarme. Pero el tiempo se acaba y necesito que me perdones. Que sepas que existo... y que lo siento."
Hacía más de treinta años, siendo ella una recién nacida, él simplemente desapareció. Su madre falleció durante el parto, no le quedaba nadie más en el mundo. Sólo él, y huyó. La pequeña se crió en un orfanato. Pasó por varias casas de acogida, hasta que finalmente fue dada en adopción a una maravillosa familia. Siempre le cuidaron, le mimaron y le dieron cuanto estuvo a su alcance, para que creciera fuerte y feliz. Estudió, maduró, tenía un trabajo con el que se sentía realizada, encontró un buen hombre que la quería tal y como era y tuvieron un precioso bebé. Nunca sintió falta de cariño, sería injusto describirlo así. Más bien, una enorme incógnita, un agujero negro en su corazón. ¿Qué pasó? ¿por qué se marchó su padre y nunca dio señales de vida? ¿no le importaba acaso si estaba viva o muerta? ¿si sacaba buenas o malas notas? ¿si era una profesional de éxito o una yonki tirada en una esquina? ¿no se habría preguntado jamás qué cara tenía? ¿si se parecía a él? ¿o si era el vivo retrato de su amada madre muerta?.
Era sábado por la mañana. Abrió la puerta de casa para salir a dar un paseo con su pequeño. Estaba nublado, pero no hacía frío. Al salir, vio un sobre bastante grande introducido en el buzón. Uno de esos de metal, con su escudo grabado en relieve. Introdujo la llave y tomó la carta con ambas manos. Atónita leyó el nombre del remitente. Con grandes letras mayúsculas estaba escrito "ÁBRELA, SOY TU PADRE". El corazón le dio un vuelco. Con parsimonia, tomó el sobre, lo introdujo en su bolso y empujando el cochecito del niño, caminó despacio hasta un parque cercano, donde había quedado en encontrarse con su marido. Se sentó en un banco de madera, mirando al estanque de los patos. Sacó la carta y la depositó sobre sus piernas. Se quedó así mucho rato. La mirada fija en las grandes letras, pero la mente ausente. En pocos minutos pasaron por su recuerdo los mejores y peores momentos de su existencia. Los primeros pedaleos en bicicleta, los nervios de los exámenes, los complejos de adolescente, la universidad, la dureza del primer empleo, su embarazo, el parto, y tantos y tantos otros instantes que marcaron su devenir. Analizó sus dudas, las preguntas sin respuesta durante tantos años. "Rasgaré el sobre y encontraré lo que he deseado saber todo este tiempo". Sujetó la carta con ambas manos dispuesta a vaciar su contenido y descubrir la verdad. "La verdad", repitió en voz alta. En el último instante, se levantó, dio unos pasos hasta la papelera más cercana y tiró el sobre sin abrir. "La verdad es que he llegado hasta aquí sin ti y no formas parte de mi vida. La verdad es que moriste en el mismo instante en que me abandonaste. La verdad es que no me quisiste lo suficiente entonces, ni los treinta siguientes años. La verdad es que no necesito respuestas". Cogió en brazos al bebé y se acercó al otro extremo de la laguna para dar pan a los patos. Atrás quedó la papelera y un hombre gris y cabizbajo que salió de detrás de un árbol. Su padre la había seguido con la esperanza de ver la emoción en sus ojos, al leer la confesión de su cobardía y despreocupación. Había soñado con una hollywoodiense escena de reencuentro familiar. Con besos, abrazos y perdón. Apesadumbrado, recogió la carta, asumiendo el castigo a su egoísmo.  No pudo evitar, por primera vez en su vida, pensar ¿Qué pasó? ¿por qué se marchó sin leer el escrito? ¿no se habría preguntado jamás qué cara tenía? ¿si se parecía a él? ¿o si era el vivo retrato de su amada madre muerta?. Miró dentro de su corazón, intentando hallar la solución. No pudo ver nada. Siempre había estado vacío. 
Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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2 comentarios:

  1. Desde luego Onin, que pedazo de relato... con vuestras imágenes e historias hay que ver como captáis nuestra atención. Algunos son divertidos,algunos emotivos, otros 100% ciencia ficción, otros dignos de reportajes de actualidad, y tanto otros mas.. y siempre con este sello de identidad ya "tan vuestro". Genial chicas! un besote!!

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  2. Fotografía Edurne Iza30 de junio de 2011, 9:07

    Gracias Vicky. La verdad es que lo bueno que tiene esta aventura en que nos hemos embarcado, es que hacía tiempo que no disfrutábamos tanto con una tarea diaria. Será porque más que trabajo es pasión! Es genial saber que estáis al otro lado de la pantalla del PC.

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