La Foto del día: 20-05-2011 "Insólita visita al Castillo de Javier"

Edurne Iza, Insólita visita al Castillo de Javier

La guía comenzó a hablar con parsimoniosa claridad. “Nos encontramos ante una joya arquitectónica, cuya construcción data del Siglo X. Como ya saben, se encuentra situada, en una zona elevada de la localidad de Javier, a 52 Km de Pamplona y 7 de Sangüesa. En este castillo nació y murió San Francisco Javier, hijo de los señores de Javier, y que dio nombre a la fortaleza”. De pronto, por detrás de los torreones que presiden el edificio, apareció una densa capa de nubes. De un gris pálido, casi blanco. Se acercaban a una velocidad vertiginosa y en pocos segundos, rodearon a todo el grupo. Me llamó poderosamente la atención, que la guía y el resto de visitantes, continuaban su camino como si nada sucediera. “Sobre la entrada principal pueden observar…” Parecía ser yo, la única en percibir la extraña masa nubosa. Paulatinamente, dejé de escuchar la voz de la mujer. Ya no podía ver a mis compañeros de excursión. Una suave musiquilla de arpas, laudes y cítaras llegó a mí de entre el espesor. No podía distinguir ni tan siquiera mis pies. Al fondo, unos golpes secos… Afiné un poco más el oído… No cabía la menor duda. Eran cascos de caballos. Una brisa fresca, con aroma de  abedules y calabaceras, disipó la niebla y me permitió divisar nuevamente el sólido edificio. Algo había cambiado. Nos rodeaban hermosos bosques de robles y abedules. El castillo estaba algo diferente. La piedra más oscura, las torres cambiadas… un sonido agudo hizo que girase sobre mis talones. A la altura de los ojos, me resopló agitado, un caballo grande, fornido, que cabeceaba con poderoso vigor. Iba engalanado con una manta de terciopelo que llevaba bordado un precioso escudo de armas. A lomos del bello animal un caballero. Serio, erguido con su uniforme y una enorme lanza en la mano derecha.  
-     ¿Quién sois y por qué vestís esta extraña indumentaria?
-       Yo… he venido a visitar el castillo… la guía… el grupo… balbuceé, pensando, a ver… definamos extraña.
-       ¿De qué me habláis?. ¿Habéis perdido la cabeza acaso? ¿No perteneceréis a las tropas del Cardenal Cisneros?
-       No, no, os lo juro señor, contesté aterrorizada, intentando adaptarme a su modo de hablar.
Sabía por el libro de visitas del castillo, que hubo durante la conquista de Navarra, diversos enfrentamientos entre el Cardenal Cisneros, empeñado en demoler el castillo y la familia de Maria de Azpilkueta y Juan de Jaso, propietarios del edificio por aquella época. De algún modo inexplicable, me había trasladado al 1516…Mis pensamientos se vieron interrumpidos por un espeluznante grito.
-       ¡A las armas! ¡Se aproximan los hombres de Cisneros!
En un acto reflejo, me lancé bajo unas zarzas. Me arañaron los brazos de arriba abajo, pero en ese momento no sentía dolor. Una enorme polvareda, producto del galope de los caballos, invadió el ambiente. Gritos, carreras, resoplidos. De fondo un soniquete que me pareció familiar… “La duquesa de Villahermosa, ya a principios del siglo XX, donó el castillo a…” cautelosa me levanté, intentando disipar la polvareda con los brazos. De nuevo la aromática brisa… nitidez, y el grupo de turistas rodeando a la monótona mujer. Intenté recomponer el gesto… y seguir a los demás como si nada hubiera pasado. Totalmente evadida del discurso histórico, pensaba que a mi regreso a casa, debería visitar a un médico y consultar el motivo, de estos ataques incontrolables de repentina imaginación. “No puede ser que mi entorno me afecte hasta el punto, de perder la perspectiva por unos minutos”, me regañaba a mí misma, cuando al levantar el brazo para consultar la hora, vi que lo tenía lleno de arañazos. ¿Entonces?, ¿fue real?.


Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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