La Foto de la semana 29-04-2012 "Pasito a paso"

Edurne Iza, Pasito a paso
Los ancianos con la sabiduría que les da la edad, aconsejan a menudo tener paciencia. Pasito a paso, dicen, no hay que tener prisa. Todo llega en esta vida, si estamos dispuestos a trazar un camino, a luchar por ello y sobre todo a tener paciencia. ¡Ay dichosa palabra!. El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española nos indica que es un vocablo procedente del latín patientia y algunas de sus definiciones son: "Facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho" o "Capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse".
Lo cierto es que siempre que he sabido esperar, sufriendo y aguantando con resignación los reveses de la vida, ésta me ha regalado cosas buenas. Aunque en realidad, quizá han sucedido esas cosas buenas, sencillamente porque primero habían ocurrido otras terribles y a fuerza de sufrir, cuando lo que acontece no es malo, te parece maravilloso.
Las personas a las que el destino vapulea, son humildes, con una mayor  capacidad de sacrificio. Asumen que nada es gratis y que las montañas se construyen a base de pequeños granos de arena. Que para llegar al octavo piso, debe subirse primero uno y después un segundo y que únicamente el esfuerzo desmesurado y la constancia infinita nos hacen acarrear y apilar cada uno de esos diminutos pedazos de roca para que vayan elevándose sobre la superficie y un día nos permitan divisar el horizonte, por encima de todos los obstáculos que surgen a nuestro encuentro. A fuerza de sufrimiento, las noticias positivas, producen alegría e inseguridad a partes iguales. Cuando no se está acostumbrado a recibir, al menos no en el mejor sentido de la palabra, las buenas nuevas llegan con desconfianza, casi con miedo, agachando la cabeza y preparándose para soportar el siguiente golpe.
Soy cantante. Hay incluso quien asegura que no lo hago del todo mal. Desde siempre he cantado en el metro, en las plazas o en algunos garitos de mala muerte, por el dinero justo para dormir y mal comer. Hace unos años un amigo, de esos que uno encuentra cuando rueda por la vida como una piedra sin cantos, me habló de Youtube. Me dijo que podía subir de forma gratuita mis maquetas a la red y que con un poco de suerte algún productor musical las escucharía y se interesaría por mi obra. Con la incredulidad y el escepticismo de la pobreza, dudé de mi amigo, pero nada pierde el que nada tiene y menos aún el que nada espera, así que metódico y puntual como un reloj, subí una tras otra todas mis composiciones. La semana pasada llovía a cántaros y cuando salí del metro me refugié en un Ciber café. No se me ocurrió mejor modo de amortizar un par de euros. Revisé mi correo electrónico con desgana y encontré una carta de un estudio que estaba interesado en conocerme y hacerme una prueba. Tembloroso, llamé al número que aparecía en el mail. Me dieron cita a los dos días. Cuando llegué a la dirección facilitada, las piernas no me aguantaban, se trataba de un sello importante, de esos que asustan al pronunciar. Miré mis tejanos raídos y la cazadora descolorida. Esa noche había dormido en un banco del parque. No hubo suerte el día anterior. Me sentí pequeño y desvalido frente al monstruo discográfico. Así que decidí hacer lo único que sé. Luchar, seguir adelante y como dice la RAE padecer o soportarlo sin alterarme. El tiempo voló y sin darme apenas cuenta llegaron los apretones de manos, las palmadas en la espalda, las sonrisas y las ofertas. Hablaban de contratos, de dinero, publicidad, royalties... ¡Hablaban de mi!. De vuelta a la RAE, a base de entrenar mi facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho, había olvidado que lo deseaba, e incluso que lo esperaba. Y un buen día llegó. Sin previo aviso, sin llamar a la puerta. La buena suerte entró en mi vida y se instaló definitivamente.
Caminé durante horas. No tenía más rumbo que el que hubiera marcado mi destino. Miraba a mi alrededor sin atinar a comprender cómo había sucedido, dónde estaba el truco. Hasta que acepté que el truco estaba precisamente en que no había truco. Observé a un muchacho durmiendo en un banco, como yo la noche anterior. Pensé en la paciencia y en los ancianos y en el amigo que me habló de Youtube.


Foto: Edurne Iza
Texto: Onintza Otamendi Iza
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